No sé si es un tema muy
veraniego. Pero es un tema eterno. La maternidad. No voy a entrar en un terreno
muy resbaladizo y emocionalmente difícil como es el de tener o no tener un hijo;
quererlo y no poder tenerlo; o tenerlo y no poder quererlo. Son variantes de un
mismo problema que no me atrevo a analizar y mucho menos a opinar. Pero este
párrafo me sirve de introducción a una película invernal que extrañamente se
estrena en agosto: Madres verdaderas
de Naomi Kawase.
Madres verdaderas
¿Quiénes son en realidad las
madres verdaderas de este cuento moral, con aires de documental y trasfondo
entre romántico y melodrama? Lo es Satoko, la madre adoptiva cariñosa,
dedicada, pendiente de su hijo Asato; lo es Hikari, la adolescente embarazada
que debe dar su bebe en adopción por imposición de su familia. Naomi Kawase lo
tiene muy claro, las dos son verdaderas, una porque le da la vida y al hacerlo
se destroza la suya; la otra porque le cuida y al hacerlo enriquece la suya. Y
en medio Asato, el niño que tiene dos madres y debe aprender a convivir con
esta idea. Lo mejor de esta película delicada, sutil, sin un asomo de
sentimentalismo, es el ritmo que las olas que se escuchan en el primer y negro
fotograma del film marcan a todo el relato. Las olas que hacen que Satoko dude
de su hijo de seis años ante una falsa acusación de otro niño y como esa duda
la lleva a recordar cómo llegó Asato a sus vidas. El pasado documentalista de
esta cineasta japonesa, única e inconfundible, se cuela en este primer flashback
al mostrar una institución dedicada a acoger jóvenes embarazadas que no pueden
cuidar a sus hijos. En este punto, la película da un primer giro y nos cuenta
la historia de la madre biológica de Asato, la adolescente Hikari, su amor
juvenil, sus miedos, sus dudas y su dolor al entregar al bebe recién nacido. El
film da un nuevo giro con la confrontación entre los padres adoptivos y la joven
Hikari cuando aparece seis años después reclamando a su hijo. Pero Kawase no
entra en el terreno del enfrentamiento y vuelve a desconcertarnos con la incorporación
de un nuevo personaje, Takako, una joven problemática que complica la vida de
Hikari. Se puede pensar que a lo mejor el film es demasiado larga, o que las elipsis a
veces son un tanto confusas, pero no importa, porque lo que cuenta es el ritmo
del oleaje que va y viene, acompañado del viento en las hojas y del sol que se
pone lentamente en el mar. El sol nunca sale, siempre se oculta, como si Kawase
quisiera mostrar que la vida es hermosa en ese punto en el que la luz se
pierde, con la seguridad de que volverá a salir otro día para volver a ponerse.
Kawase, vuelve a emocionar.
Pequeños milagros en Peckham
St.
También hay una madre en esta
película búlgara rodada en Inglaterra. Pero es muy diferente y en realidad,
aunque es la protagonista, su maternidad no es el eje central de la historia.
Los pequeños milagros de Vesela Kazakova & Mina Mileva, dos directoras
búlgaras que viven en Londres, se titula en su versión original Cat in the Wall, es decir Gato en la pared, un titulo metafórico y
real mucho más ilustrativo de lo que se cuenta en este film pequeño, sencillo,
sin pretensiones, pero lleno de energía donde Irina, una madre soltera con un hijo, inmigrante y arquitecta de profesión, se encuentra metida en un
conflicto racial, social, laboral e incuso emocional cuando un precioso gato
rubio se queda atrapado en su casa. Ambientada en uno de esos edificios
típicamente ingleses, en un barrio de clase trabajadora del Londres del Brexit,
el film toca muchos temas de actualidad sin darles demasiada importancia: la
gentrificación de las grandes ciudades y el derecho a la vivienda, el discurso
del odio y la difícil convivencia multicultural de inmigrantes y londinenses,
las dificultades para prosperar profesionalmente en una sociedad cerrada,
clasista y racista, los problemas de ser una madre soltera. Todos estos conflictos
explotan con el detonante del lindo gatito y llevan a Irina a tomar decisiones
muy importantes. Igual que Kawase deja ver su pasado documentalista en todo su
cine, el debut en la ficción de estas dos mujeres búlgaras se nutre de su
mirada documental dando a toda la historia de ese edificio un aire tan realista
como un telediario, pero muy alejado del cine más ideológico de
Ken Loach. En realidad, estos milagros son una comedia social con una intención
muy clara, como afirma una de sus directoras: “Huí de la cara oscura del
capitalismo poscomunista en Bulgaria y he disfrutado de mi realización a nivel
profesional en Gran Bretaña. Para mí esta película narra la pérdida de
compasión y normalidad que me encontré por primera vez allí” y añade: “Para
nosotras, esta película es un lamento por la pérdida de la tolerancia y
normalidad en Londres, una de las ciudades más progresistas y de mayor
aceptación cultural de Europa.” El milagro y no pequeño, seria que Inglaterra
se librara de Johnson y los johnsons que llenan sus calles por los efectos
terribles del Brexit. Pero eso no está al alcance de Irina, ni de nadie.
EL RINCÓN DE LAS SERIES
Madres trabajadoras. Netflix
Como estaba con el tema madres, busqué en las plataformas alguna serie de madres. Me encontré montones, pero al final me decidí por ver una serie canadiense que se llama Madres trabajadoras, en Netflix. El titulo me llevó a engaño, pensé que sería una serie de corte social en la que se mostraría las dificultades de las madres que trabajan para salir adelante con sus hijos. Bueno, en realidad no era tanto un engaño como un enfoque distinto. Porque estas madres son Trabajadoras, son Madres y tienen Conflictos familiares y profesionales. Pero son de una clase media alta, con profesiones liberales, bien pagadas y con vidas resueltas económicamente en el Toronto más cosmopolita. Madres trabajadoras es una comedia creada e interpretada por Catherine Reitman, hija de Ivan Reitman, el director de Los cazafantasmas. Nacida en Hollywood, criada en los estudios y los rodajes, Catherine tiene un don para los diálogos rápidos y ácidos, una facilidad enorme para plantear situaciones complicadas con ligereza y reírse de ella y sus amigas, madres recientes que están a punto de volver al trabajo tras una baja por maternidad. Todos los episodios empiezan en una reunión de madres en un curso de lactancia bastante extravagante y en esa pequeña introducción se dan las pistas para seguir las vidas de Kate, Anne, Jenny y Frankie. junto con sus maridos Nathan, Lionel, Ian y Giselle. La serie comenzó en el 2017 y tiene cinco temporadas. Yo solo he visto la primera de 10 episodios. No sé si las otras tienen el mismo nivel de acidez, carga critica y humor, no tengo muy claro que el planteamiento de para cinco temporadas. En todo caso, la primera me la he tragado en dos tandas, con episodios de 30 minutos, después de ver la secuencia inicial del episodio piloto. Tras esa exhibición de desinhibición no me quedó más remedio que saber más de estas madres trabajadoras que ponen en evidencia que Todas las Madres Trabajadoras tienen problemas para la conciliación.
(Acabo de darme cuenta que las tres propuestas de esta semana están dirigidas por mujeres, curioso. O no)
El regalo de esta semana no podía ser otro que uno de los cuadros mas bonitos de Ramon: el retrato de una madre y su hijo.
Madres Verdaderas, molt recomanable! Molt humana, gens moralista. Gràcies per donar-la a conèixer!
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