(el primer disco de Bob Dylan que me compré)
A Complete
Unknown, James Mangold
Siempre me ha gustado Bob Dylan, sus clásicos Mr Tambourine Man, Blowing in the Wind, acompañaron mi adolescencia como fieles
amigos. Más
tarde le perdí un poco la pista (culpa mía, no de él) y lo volví a recuperar en
el magnífico film de Scorsese, El último
vals. Desde entonces lo he seguido escuchando, el joven Dylan se ha hecho
viejo al mismo tiempo que yo, pero sigue ahí, inspirando films, inspirando
músicas. En el 2007, Todd Haynes hizo una curiosa y muy interesante aproximación
a Dylan en el experimento I’n Not There,
donde seis interpretes (entre ellos Cate Blanchet) asumían la representación de
Dylan en distintos momentos de su vida. Pero los documentales definitivos sobre
Dylan los ha realizado Scorsese, uno en el 2005 No Direction Home: Bob Dylan - A Martin Scorsese Picture, donde
retrata los primeros años de Dylan en Nueva York; el otro en el 2019, centrado
en la gira de 1975, Rolling Thunder
Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese. Todo esto me sirve para
explicar que iba a ver A Complete Unknown
con una mezcla de ganas y temor. Ganas por escuchar y ver como miraban al joven
Dylan, temor por si caían en todos los tópicos. Ambas cosas se cumplieron. Los que conocen a James Mangold por sus últimos
trabajos, Lobezno, Logan, la nueva Indiana Jones, pueden sentirse
sorprendidos de ver su nombre en este biopic del exquisito Bon Dylan. Pero los
que recuerden que hace veinte años hizo En
la cuerda floja, un biopic de otro gran cantante, Johnny Cash, entenderán
que le escogieran como realizador de este film que sigue a Dylan en sus cinco
primeros años de cantante folk. Aunque
solo se limita a estos cinco años, el film de Mangold es un auténtico biopic
con todo lo que esto significa de bueno y de malo. El protagonista absoluto es
Dylan, los demás personajes están ahí para su servicio, desde Woody Guthrie,
Pete Seeguer hasta Joan Baez y The Band. El guion es completamente
convencional, casi rutinario, con muy pocos destellos de la genialidad del
cantante de Minnesota. Los momentos escogidos son conocidos por todos aquellos
que hayan seguido a Dylan alguna vez. En ese sentido es un film que se ve
fácilmente. En cuanto al propio Dylan, no sé si la elección de Timothée
Chalamet es la mejor que había. Yo no puedo dejar de ver al actor en el
personaje, de manera que es a Timothé al que tengo delante y no a Dylan.
Consciente de esto, quizás, Chalamet carga de una intensidad sesuda y un poco
desagradable al personaje de Dylan. Que no era un dechado de alegría y que se
caracterizaba por sus desplantes y prepotencia, es algo conocido, pero en una
película que quiere contar sus inicios como un completo desconocido, esta
intensidad está un poco fuera de lugar. Hace unos días hablando de María de Pablo Larrain, decía que era un
buen retrato porque no se parecía, pero era. En este caso, a lo mejor se
parece, pero no es, Dylan. De todos modos, bienvenida sea la película si
permite que nuevas generaciones descubran quien fue este poeta de 83 años que
sigue haciendo giras presenciales con su voz cascada y su inseparable armónica.
Si quieren conocer de verdad a Dylan (no
a Timothée) en Filmin pueden ver No
Direction Home: Bob Dylan - A Martin Scorsese Picture y en Netflix Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by
Martin Scorsese.
Mi única familia, Mike Leigh
Hace exactamente 30 años (o
casi), vi una película de Mike Leigh que me impresionó, se llamaba Secretos y mentiras. Aunque el director
llevaba mucho tiempo haciendo televisión, este era su segundo film. En Secretos y mentiras había un personaje
muy potente, Hortense, una joven negra que al morir sus padres adoptivos
intenta encontrar a su madre biológica. Esa fue la primera vez que vi a Marianne Jean-Baptiste, entonces una joven
actriz de color, guapa y con una gran presencia. Mi única familia se titula en versión original Hard Truths, es decir Verdades
duras y en ella me he reencontrado con Marianne Jean-Baptiste, en lo que se
puede ver como una especie de continuación de los secretos y mentiras devenidos
en verdades insoportables. En realidad esto lo pienso, pero nada en el film da
pie a creerlo. De hecho la Pansy de esta familia negra, de clase obrera baja
que vive en los suburbios de Londres, no tiene nada que ver con la Hortense
de la otra. A no ser que pensemos que
las cosas le han ido francamente mal. Esta
entrada la he colocado bajo la palabra Intenso y desde luego el film de Leigh
lo es, tan intenso como doloroso, porque
no es fácil hacer el retrato de una patología, una depresión profunda y violenta,
y no caer en ningún tópico del género, al contrario, mostrarla con una mirada
que intenta comprenderla, incluso dando cabida al humor o las situaciones que
hacen sonreír a pesar de su dureza. Pansy es una mujer de mediana edad,
aburrida, deprimida, violenta, enfadada con todos y con todo. Es una mujer que
está mal en el mundo y cree, está convencida, que todos se conjuran contra
ella, todos la odian. Tiene un marido apocado que no sabe cómo afrontarla y
comprenderla, un hijo gordo que solo pasea y come y a los 22 años es incapaz de
hacer nada; y una hermana que es todo lo contrario de ella. Chantelle es su
única familia y la única que intenta estar a su lado. Pero Pansy no lo pone
fácil. La película es como una tetera que va subiendo el calor poco a poco
mientras Pansy se pelea, grita, maltrata a todo el mundo, hasta que la tetera
empieza a soltar vapor y en ese vapor, Pansy puede llorar y callar. El último
tercio del film Pansy está callada. Y no sabes que produce más dolor si la
Pansy gritona o la Pansy callada. Esta historia en manos de un director de
melodramas sería un dramón, en manos de alguien como Ken Loach, sería una
denuncia de la sociedad. En manos de Mike Leigh, es un film seco, cortante,
duro, con rasgos de humor y de ironía, del que no puedes desprenderte porque de
alguna manera, toca las fibras más sensibles del ser humano. Y porque, en definitiva,
como dice el propio Mike Leigh: “Todos tenemos a alguien en la familia que
siempre está de mala leche”.
De
Donald a Donald
Esta mañana (escribo esto el
miércoles 26 de febrero) mientras iba en el metro, me ha venido una imagen a la
cabeza: El Pato Donald. Donald, Mickey, Daisy, Minnie, Goofie, pero también,
Bugs Bunny y Elmer, o La pequeña Lulú, forman parte de mi educación infantil.
Creo que aprendí a leer con los tebeos de Novaro que devoraba cada semana. Pero
no era ese recuerdo el que me ha asaltado esta mañana. Ha sido otra cosa que
solo he podido apreciar ahora, desde el presente. De repente he pensado que si
el ratón Mickey era un personaje atento, educado, siempre pensando en los
demás, y en cambio el pato Donald era un personaje irritable, maleducado y
egoísta, era porque Disney de alguna manera había querido mostrar las dos
Américas. Mickey era demócrata, Donald era republicano. Supongo que esta teoría
puede hacer partirse de risa a mucha gente, pero la verdad es que hay algo de
eso. El comportamiento de Donald y también de su rico Tio MacPato (o Tío Gilito
en España) y de su presuntuoso primo, el ganso Narciso Bello, representan lo
peor de la sociedad norteamericana. Donald siempre está sufriendo las trastadas
de su tres traviesos sobrinos, pero su principal enemigo son las ardillas Chip
y Dale, capaces de sacarle de sus casillas continuamente. Cuando Donald se
enfada de verdad su blanca cara de pato de pone naranja y luego roja. Yo quería
mucho a Donald, más que a Mickey, porque me parecía más divertido un personaje
imperfecto y que siempre sale perdiendo. Además Donald era simpático y
entrañable cuando quería. Lamentablemente no puedo decir lo mismo del Donald de
nuestros días, tan rojo y naranja como el pato al que ha robado su nombre, pero
que carece por completo de esa pizca de ternura que tenía el Donald de la
chaqueta azul. Otra cosa que le ha robado el Donald de hoy al de ayer, su
chaqueta azul. Y su mala leche, y su malhumor y su casi incomprensible manera
de hablar Pero su necesidad de ser el único que manda en el mundo, de mandar sobre
todos, eso es propiedad exclusiva del Donald naranja, no de mi pato Donald. Aun
no he perdido la esperanza de que este Donald encuentre sus Chip y Dale que le
hagan todas las trastadas posibles En cuanto a Tío Gilito y Narciso Bello, los
ha condensado a los dos en uno solo, Elon Musk.
El regalo de esta semana es para bajar la intensidad