viernes, 28 de febrero de 2025

INTENSOS

 


(el primer disco de Bob Dylan que me compré)

A Complete  Unknown, James Mangold

Siempre me ha gustado Bob Dylan, sus clásicos Mr Tambourine Man, Blowing in the Wind, acompañaron mi adolescencia como fieles amigos. Más tarde le perdí un poco la pista (culpa mía, no de él) y lo volví a recuperar en el magnífico film de Scorsese, El último vals. Desde entonces lo he seguido escuchando, el joven Dylan se ha hecho viejo al mismo tiempo que yo, pero sigue ahí, inspirando films, inspirando músicas. En el 2007, Todd Haynes hizo una curiosa y muy interesante aproximación a Dylan en el experimento I’n Not There, donde seis interpretes (entre ellos Cate Blanchet) asumían la representación de Dylan en distintos momentos de su vida. Pero los documentales definitivos sobre Dylan los ha realizado Scorsese, uno en el 2005 No Direction Home: Bob Dylan - A Martin Scorsese Picture, donde retrata los primeros años de Dylan en Nueva York; el otro en el 2019, centrado en la gira de 1975, Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese. Todo esto me sirve para explicar que iba a ver A Complete Unknown con una mezcla de ganas y temor. Ganas por escuchar y ver como miraban al joven Dylan, temor por si caían en todos los tópicos. Ambas cosas se cumplieron.  Los que conocen a James Mangold por sus últimos trabajos, Lobezno, Logan, la nueva Indiana Jones, pueden sentirse sorprendidos de ver su nombre en este biopic del exquisito Bon Dylan. Pero los que recuerden que hace veinte años hizo En la cuerda floja, un biopic de otro gran cantante, Johnny Cash, entenderán que le escogieran como realizador de este film que sigue a Dylan en sus cinco primeros años de cantante folk.  Aunque solo se limita a estos cinco años, el film de Mangold es un auténtico biopic con todo lo que esto significa de bueno y de malo. El protagonista absoluto es Dylan, los demás personajes están ahí para su servicio, desde Woody Guthrie, Pete Seeguer hasta Joan Baez y The Band. El guion es completamente convencional, casi rutinario, con muy pocos destellos de la genialidad del cantante de Minnesota. Los momentos escogidos son conocidos por todos aquellos que hayan seguido a Dylan alguna vez. En ese sentido es un film que se ve fácilmente. En cuanto al propio Dylan, no sé si la elección de Timothée Chalamet es la mejor que había. Yo no puedo dejar de ver al actor en el personaje, de manera que es a Timothé al que tengo delante y no a Dylan. Consciente de esto, quizás, Chalamet carga de una intensidad sesuda y un poco desagradable al personaje de Dylan. Que no era un dechado de alegría y que se caracterizaba por sus desplantes y prepotencia, es algo conocido, pero en una película que quiere contar sus inicios como un completo desconocido, esta intensidad está un poco fuera de lugar. Hace unos días hablando de María de Pablo Larrain, decía que era un buen retrato porque no se parecía, pero era. En este caso, a lo mejor se parece, pero no es, Dylan. De todos modos, bienvenida sea la película si permite que nuevas generaciones descubran quien fue este poeta de 83 años que sigue haciendo giras presenciales con su voz cascada y su inseparable armónica.  Si quieren conocer de verdad a Dylan (no a Timothée) en Filmin pueden ver No Direction Home: Bob Dylan - A Martin Scorsese Picture y en Netflix Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese.

 



Mi única familia, Mike Leigh

Hace exactamente 30 años (o casi), vi una película de Mike Leigh que me impresionó, se llamaba Secretos y mentiras. Aunque el director llevaba mucho tiempo haciendo televisión, este era su segundo film. En Secretos y mentiras había un personaje muy potente, Hortense, una joven negra que al morir sus padres adoptivos intenta encontrar a su madre biológica. Esa fue la primera vez que vi a  Marianne Jean-Baptiste, entonces una joven actriz de color, guapa y con una gran presencia. Mi única familia se titula en versión original Hard Truths, es decir Verdades duras y en ella me he reencontrado con Marianne Jean-Baptiste, en lo que se puede ver como una especie de continuación de los secretos y mentiras devenidos en verdades insoportables. En realidad esto lo pienso, pero nada en el film da pie a creerlo. De hecho la Pansy de esta familia negra, de clase obrera baja que vive en los suburbios de Londres, no tiene nada que ver con la Hortense de  la otra. A no ser que pensemos que las cosas le han  ido francamente mal. Esta entrada la he colocado bajo la palabra Intenso y desde luego el film de Leigh lo es,  tan intenso como doloroso, porque no es fácil hacer el retrato de una patología, una depresión profunda y violenta, y no caer en ningún tópico del género, al contrario, mostrarla con una mirada que intenta comprenderla, incluso dando cabida al humor o las situaciones que hacen sonreír a pesar de su dureza. Pansy es una mujer de mediana edad, aburrida, deprimida, violenta, enfadada con todos y con todo. Es una mujer que está mal en el mundo y cree, está convencida, que todos se conjuran contra ella, todos la odian. Tiene un marido apocado que no sabe cómo afrontarla y comprenderla, un hijo gordo que solo pasea y come y a los 22 años es incapaz de hacer nada; y una hermana que es todo lo contrario de ella. Chantelle es su única familia y la única que intenta estar a su lado. Pero Pansy no lo pone fácil. La película es como una tetera que va subiendo el calor poco a poco mientras Pansy se pelea, grita, maltrata a todo el mundo, hasta que la tetera empieza a soltar vapor y en ese vapor, Pansy puede llorar y callar. El último tercio del film Pansy está callada. Y no sabes que produce más dolor si la Pansy gritona o la Pansy callada. Esta historia en manos de un director de melodramas sería un dramón, en manos de alguien como Ken Loach, sería una denuncia de la sociedad. En manos de Mike Leigh, es un film seco, cortante, duro, con rasgos de humor y de ironía, del que no puedes desprenderte porque de alguna manera, toca las fibras más sensibles del ser humano. Y porque, en definitiva, como dice el propio Mike Leigh: “Todos tenemos a alguien en la familia que siempre está de mala leche”.

 


De Donald a Donald

Esta mañana (escribo esto el miércoles 26 de febrero) mientras iba en el metro, me ha venido una imagen a la cabeza: El Pato Donald. Donald, Mickey, Daisy, Minnie, Goofie, pero también, Bugs Bunny y Elmer, o La pequeña Lulú, forman parte de mi educación infantil. Creo que aprendí a leer con los tebeos de Novaro que devoraba cada semana. Pero no era ese recuerdo el que me ha asaltado esta mañana. Ha sido otra cosa que solo he podido apreciar ahora, desde el presente. De repente he pensado que si el ratón Mickey era un personaje atento, educado, siempre pensando en los demás, y en cambio el pato Donald era un personaje irritable, maleducado y egoísta, era porque Disney de alguna manera había querido mostrar las dos Américas. Mickey era demócrata, Donald era republicano. Supongo que esta teoría puede hacer partirse de risa a mucha gente, pero la verdad es que hay algo de eso. El comportamiento de Donald y también de su rico Tio MacPato (o Tío Gilito en España) y de su presuntuoso primo, el ganso Narciso Bello, representan lo peor de la sociedad norteamericana. Donald siempre está sufriendo las trastadas de su tres traviesos sobrinos, pero su principal enemigo son las ardillas Chip y Dale, capaces de sacarle de sus casillas continuamente. Cuando Donald se enfada de verdad su blanca cara de pato de pone naranja y luego roja. Yo quería mucho a Donald, más que a Mickey, porque me parecía más divertido un personaje imperfecto y que siempre sale perdiendo. Además Donald era simpático y entrañable cuando quería. Lamentablemente no puedo decir lo mismo del Donald de nuestros días, tan rojo y naranja como el pato al que ha robado su nombre, pero que carece por completo de esa pizca de ternura que tenía el Donald de la chaqueta azul. Otra cosa que le ha robado el Donald de hoy al de ayer, su chaqueta azul. Y su mala leche, y su malhumor y su casi incomprensible manera de hablar Pero su necesidad de ser el único que manda en el mundo, de mandar sobre todos, eso es propiedad exclusiva del Donald naranja, no de mi pato Donald. Aun no he perdido la esperanza de que este Donald encuentre sus Chip y Dale que le hagan todas las trastadas posibles En cuanto a Tío Gilito y Narciso Bello, los ha condensado a los dos en uno solo, Elon Musk.

El regalo de esta semana es para bajar la intensidad



 

sábado, 22 de febrero de 2025

MUJERES QUE ARDEN

Esta semana se estrenan once películas. De esas once, algunas son importantes (pero no me interesan); otras son malas, y hay un tercer grupo que, simplemente, no conozco. Pero si hay dos que me llaman la atención. Mas una que otra, pero las dos están bastante por encima del resto de propuestas. Al menos bajo mi criterio.

 


Memorias de un cuerpo que arde, Antonella Sudasassi Furniss

Hace un par de años escribí de una película de Costa Rica que se llamaba El despertar de las hormigas. Me había gustado mucho, pero no había vuelto a saber nada de su directora hasta ahora. Hasta que me tropecé con un cartel que me llamó inmediatamente la atención. Una mujer mayor, desnuda, de espaldas, con el cabello gris flotando en llamas sobre un fondo azul. Supongo que lo que más me gustó fue la combinación de colores naranja y azul,  pero también el título: Memorias de un cuerpo que arde. Sin verla aún, pensé que se podría llamar Memorias de una mujer en llamas, como homenaje a Retrato de una mujer en llamas de Céline Sciamma. Luego, cuando la vi y descubrí que era de la misma directora que las hormigas, fui consciente que era mejor la idea de arder que la de la llama. Una llama se consume, se apaga, un cuerpo que arde es permanente, el ardor dura toda la vida. Y de eso va esta interesante película, de cómo el cuerpo arde a pesar del tiempo. Arde de deseo, arde de sexo. ¿Cómo contar esta historia  de un grupo de mujeres mayores, entre 60 y 80 años, que relatan con sinceridad su vida entera, desde que empezó a arder su cuerpo con los primeros amores infantiles hasta ahora mismo en que son adultas, o mejor dicho viejas, con deseos que no quieren reprimir? Antonella gravó sus voces respetando el anonimato visual: no había que verlas. Pero ¿entonces? Ahí entra la imaginación y el recurso a un mecanismo de juego entre lenguajes. El relato hablado de estas mujeres es la columna vertebral; el cuerpo lo pone una actriz que asume el rol de representarlas en un decorado; y hay un grupo de actores que se cruzan con ella en los distintos momentos de su vida. Con todos ellos se crea un Pentimento, un cuadro nuevo, una realidad nueva hecha de las voces, la imagen y la representación. El mecanismo funciona, y el juego se mantiene sin decaer en todo el metraje de  la película. Porque Memorias de un cuerpo que arde no es un documental, ni es una ficción, ni es un docudrama: es una película sobre la vida de Una y Muchas mujeres. Muchas porque en realidad, cualquier mujer puede reconocerse en ese relato vital. Ahora me doy cuenta, de que en el fondo, también es el retrato de una mujer en llamas. Una recomendación, fíjense en la última secuencia justo antes de los créditos. Vale la pena disfrutarla en toda su belleza.

 


La última reina Karim Aïnouz

En realidad esta no es la historia de una última reina, más bien el título debería ser La primera reina. Porque aunque Catalina Parr fue la sexta y última esposa del Enrique VIII, en realidad fue la primera en reinar con auténtico poder, la que abrió el camino para que Isabel I se convirtiera en la soberana más poderosa del mundo en el  siglo XVI y XVII. Catalina Parr es la protagonista de esta historia centrada en los tres meses que pasó Enrique VIII en Francia, y el tiempo que vivió en el castillo cuando volvió, enfermo de una ulcera en la pierna que le impedía caminar, pero no le impedía seguir mandando de una manera absoluta y sin control. Conocemos a Catalina en el momento en que flirtea con las nuevas ideas del protestantismo luterano, considerado una herejía en la Inglaterra de Enrique VIII, mientras educa a sus hijastros Isabel y Eduardo y se enfrenta al poder de la iglesia anglicana que ya ha roto con Roma y reconoce al Rey como su cabeza visible. La política, la religión, la traición, el amor, se entrecruzan en ese palacio lleno de sombras murmuradoras. Pero todo esto no es más que lo que se cuenta, cómo se cuenta es quizás lo más interesante. En todo caso porque su director, Karim Aïnouz, es un brasileño sin raigambre en Inglaterra lo que le permite acercase a los personajes como si fueran nuevos para él, sin el peso de la historia aprendida desde pequeño. Su reina Catalina en los rasgos de Alicia Vikander, es poderosa, moderna, inteligente, sí, pero también sabe ser furtiva y manipuladora. Enrique VIII encarnado por un Jude Law desconocido, es tan frágil como terrible, tan vulnerable en su podredumbre física (a veces sientes que lo hueles y arrugas la nariz) como malvado en su podredumbre moral. El oscuro castillo donde se ha refugiado la corte huyendo de la peste de Londres, es un laberinto de salas y estancias en los que todo el mundo susurra, conspira, miente. Karim Aïnouz consigue hacer un relato shakesperiano sin parecerse a Shakespeare. Quizás eso se deba al origen literario de la novela de Elizabeth Fremantle publicada en el 2013 con el título de Queen’s Gambit  y revisada con motivo de la adaptación al cine en el 2024. Sin ser una película que dejará un poso en la historia (del cine), esta última reina es un film que se disfruta, pasando del terror gótico (o pre isabelino), a la reivindicación feminista tamizada por la época que, como es habitual en el cine británico, cuenta con una ambientación y una fotografía espectaculares. 

El regalo de esta semana es el retrato de una mujer naranja y azul




 

 

 

 

 

sábado, 15 de febrero de 2025

DOS ESTRENOS Y UNA REFLEXIÓN

 


Vermiglio, Maura Delpero

He de confesar mi confusión antes que nada: estaba convencida que la película de Maura Delpero pasaba a finales de la Primera Guerra Mundial. Seguramente esta idea surgía de una acierta atemporalidad en el film, en lo que respecta a vestuario, ambientación, formas de vida en ese pequeño pueblo de montaña alejado del mundo donde se esconde un soldado desertor. Pero también se me sobreponían a sus imágenes las del impresionante y clásico film de Ermanno Olmi, El árbol de los zuecos, ambientado a finales del XIX en el campo lombardo, junto con la enorme modernidad del film de Robert Rossellini Paisà, rodado en 1946 en pequeños pueblos italianos recién liberados. Todo contribuyó a mi confusión hasta que una buena amiga me envió la información de la productora (que yo no había leído) en la que se dejaba muy claro que la película pasaba a finales de la Segunda Guerra Mundial, es decir, al mismo tiempo que Paisà y muy lejos de El árbol de los zuecos. Todo esto me ha hecho pensar mucho en el poder del cine y en el poder de la propia memoria. El cine tiene el poder de evocar tiempos pasados desde el presente, es decir, modelándolos a su propio tiempo. Es lo que ha hecho la joven directora italiana con Vermiglio, una historia que en realidad no tiene tiempo, porque lo que les pasa a esta familia en esa pequeña comunidad rural podría pasar en cualquier lugar de Europa después de cualquiera de las muchas guerras que ha sufrido. En realidad, que suceda en los estertores de la segunda guerra mundial da igual porque lo que hace interesante y hermosa esta película, es la historia de sus mujeres. De las tres hermanas, Lucía, Ada y Flavia, las tres con una potente carga metafórica. Lucía, la mayor, es, según Maura Delpero, “La primera en abrir las puertas a una nueva sociedad y tiene la responsabilidad de la mayor trama que subyace en la historia: la transición del conflicto a la reconstrucción, del mundo antiguo al moderno, del campo a la ciudad, de la colectividad al individualismo”. Ada, la mediana, es la más olvidada de las tres, Ada es todo aquello que no vemos pero necesitamos, Ada es el espíritu y al mismo tiempo es la raíz en la tierra. Flavia, la pequeña, es la inteligencia, la curiosidad, el futuro ya sin ataduras. Entre las tres crean una nueva sociedad, de la que su madre, Adela, está excluida y en la que la rebelde Virginia aun no tiene cabida. Delpero reconoce como influencia en su cine a Ermanno Olmi (eso me consuela un poco) en su realismo no realista de un mundo campesino que ya no existe. Pero sobre todo reivindica a su padre, nacido en ese Vermiglio del film donde se rodó la película desde el mes de agosto a diciembre del 2023, como la auténtica inspiración de la historia. Su padre, de la misma edad de Olmi,  podía ser ese Pietrin descarado y divertido que es el primero en acercarse al soldado desertor. Vermiglio es en palabras de su directora, “un paisaje del alma que vive dentro de mí, en el umbral del inconsciente, un acto de amor por mi padre, su familia y su pequeño pueblo. Al atravesar un período personal, quiero rendir homenaje a una memoria colectiva.”. Un paisaje de una gran belleza, silencioso, sutil; una luz tamizada; el ritmo de la naturaleza; tres rostros de mujeres compartiendo una misma cama y muchos secretos. Un film precioso.

(si alguien tiene curiosidad y ganas, en Filmin se pueden ver El árbol de los zuecos de Ermanno Olmi y Paisà de Roberto Rossellini)

 


La tutoría, Halfdan Ullmann Tondel

En realidad este film noruego se llama Armand, un título mucho más representativo de lo que nos cuenta. Pero antes de hablar de Armand, de la ausencia de Armand, dos apuntes sobre el director, porque no se lleva el apellido Ullmann siendo sueco sin despertar alguna curiosidad. Halfdan es hijo de Linn Ullman que a su vez es hija de Ingmar Bergman y Liv Ullmann. !Uf! Menudo peso sobre los hombros de este joven realizador que ha decidido arriesgarse en el mismo terreno donde sus ilustres abuelos son figuras intocables. ¿Cómo ser fiel a esa herencia y al mismo tiempo aportar algo nuevo, personal, propio? Difícil planteamiento al que se ha enfrentado en su primer largometraje recompensado con la Cámara de Oro del Festival de Cannes del 2024. Armand es una película muy controlada. Un único escenario, la escuela, pocos personajes, los padres y los maestros y una situación insostenible. Todo gira en torno a Armand, un niño de seis años al que un compañero, Jon, acusa de haberle hecho insinuaciones y haberle agredido verbalmente e incluso físicamente. Nunca veremos a los niños (como en Un Dios Salvaje), todo pasa a través de los padres. Mejor dicho las madres y el padre de uno de ellos. Porque Armand es hijo de una célebre actriz y su padre ha muerto, mientras que Jon es hijo de un joven y muy convencional matrimonio. La escuela convoca a los tres a un reunión en la que estarán presentes una joven y un tanto ingenia profesora, la enfermera del centro a la que no para de salirle sangre de la nariz y el pusilánime director del colegio. Más de la mitad de la película sucede entre la clase donde se reúnen los padres y los maestros y los pasillos y escaleras de la escuela que funcionan como una inmensa jaula de hámsteres en la que unos y otros suben, bajan, se esconden en salas vacías, se encuentran y se desencuentran. La sombra de Bergman es muy alargada en esta primera mitad sin que por ello se sienta pesada o impostada. Son personajes que a Bergman le habrían gustado. Pero en la segunda mitad, parece que el nieto sea consciente de que se está pareciendo demasiado a su abuelo y decide marcar territorio introduciendo unos números musicales de danza contemporánea que la verdad no acaban de funcionar. Yo creo que no hacían ninguna falta. A mí me encantan las películas en las que de repente se ponen a cantar o a bailar, pero tiene que responder a algo. Y aquí no responde a nada. Es algo arbitrario. A pesar de esta pega que yo le pongo, y que otros pueden considerar estupenda, el film del último de la saga Ullmann/Bergman me parece importante y muy interesante. Como en La calumnia de William Wyler, no somos conscientes del mal que un niño puede hacer diciendo una simple mentira.

Y hablando de males y mentiras

No voy a entrar en las polémicas sobre Karla Sofía Gascón. Pero si quiero dejar claro lo que pienso de las redes sociales. Es el mejor caldo de cultivo de la manipulación, cualquier manipulación. Es la herramienta de control que Goebbels hubiera deseado tener a mano y que, por desgracia, tienen a mano todos los poderosos encargados de construir relatos, ya sean de una ideología o de otra, creando estados de opinión entre una audiencia cautiva y muy poco formada. Creo que las redes sociales son la mayor desgracia que ha ocurrido este siglo (y mira que llevamos unas cuantas). Es un Gran Hermano orwelliamo a nivel planetario.

El regalo de esta semana no tiene nada que ver con las películas, pero es un dibujo que me gusta mucho y me tranquiliza.



 

 

sábado, 8 de febrero de 2025

UNA DIVA Y DOS RAREZAS

 


La diva: María, Pablo Larraín

No soy una gran entendida en opera, pero La Callas me gusta. No sé gran cosa de su vida, (Onassis aparte), pero no me importa. Tampoco sé gran cosa de ella después de ver el misterioso film que ha construido Pablo Larráin. María se puede considerar el tercero de sus grandes retratos de mujeres célebres. Primero fue Jackie, luego Spencer y ahora María, La Callas. Hablo de retrato y no de biografía, porque estas tres películas no cuentan la historia de estas mujeres, la evocan, la reescriben desde la mirada del cineasta. Estos tres esbozos en profundidad de Larraín me recuerdan los retratos de Ramon. Nunca son iguales al modelo, pero todas las modelos se han reconocido en ellos, han sentido algo intimo, escondido, algo que a veces ni ellas mismas sabían que tenían, En el catálogo de la exposición del 2006 en la Fundación Vilacasas, una exposición solo de retratos,  Marga Perera escribió un texto que describe muy bien el trabajo del pintor:

“... La atmósfera que respiran sus modelos es la propia realidad del cuadro, un espacio donde aparentemente, sólo aparentemente, no hay referentes: la modelo es la protagonista y a partir de ella Herreros va construyendo el entorno, creando un fondo de color puramente pictórico, un fondo que le pertenece de manera íntima porque, en realidad, evoca todo el mundo de su época abstracta, dando así unidad a toda su trayectoria. Y en estos cuadros, con estas figuras y estos fondos coloreados, es dónde aparece la historia moral y física del taller, y por tanto del pintor...”

Podríamos decir lo mismo de los retratos de Larraín que son en sí mismos, más allá de la figura que representan. Larraín se fija en un tiempo muy preciso, unos días concretos en la vida de sus mujeres retratadas y las aísla del mundo, las pinta, las construye. En el caso de María Callas, es la última semana de su vida en un París fantasmagórico en el que la diva concede una última entrevista al pintor, al narrador, al cineasta, a si misma, mientras deambula por una casa/marco en el que hay dos figuras imprescindibles: el mayordomo y la sirvienta, sin las cuales, como si fueran los elementos que acompañan y complementan el retrato, no se entendería el conjunto. No quiero acabar este texto sin citar el excelente trabajo de Angelina Jolie metida en la piel de esa mujer inacabada. Angelina no se parece a la Callas, pero ES la Callas, como los retratos de Ramon no se parecen a sus modelos, pero SON sus modelos.

 


Rareza 1 Following Christopher Nolan

No tengo ni idea de a quién se le ha ocurrido estrenar ahora esta película, la primera que dirigió Christopher Nolan en 1998. Un film de 70 minutos en blanco y negro, rodado en 16 mm durante los fines de semana con un coste declarado de 6.000 dólares. No creo que se llegara a estrenar nunca. Pero si los que descubrimos Memento dos años después hubiéramos visto Following, la habríamos entendido mucho mejor. Porque Memento ya está en este film extraño y fascinante. Hay, además, algo que a mi particularmente me gusta mucho. La idea de seguir a un desconocido por la calle simplemente para saber dónde va, imaginar su vida, es algo que me habría gustado hacer alguna vez. Lo de seguir a la gente no lo he hecho por cobarde, pero lo de imaginar vidas me gusta mucho, sobre todo en un viaje largo en tren o mientras espero en un aeropuerto. Por eso, el punto de partida de Following me encantó. Un hombre joven de pelo corto y con un traje, le cuenta a un hombre mayor una historia. Es escritor y en una de las crisis creativas, decidió seguir a la gente por la calle de una manera aleatoria. Por una serie de circunstancias, acaba por entablar una relación con dos de sus seguidos, un hombre y una mujer. La narración no es lineal, (por eso digo lo de Memento) avanza y retrocede y la única pista que tenemos para seguirla es la forma de vestir del escritor, mas andrajoso y dejado a veces, bien vestido otros, a veces con la cara dañada por una paliza. Poco a poco descubrimos la historia de un engaño y de una traición que se sigue como se sigue un camino, porque queremos saber donde nos lleva. Following es un gran debut y ya anuncia al enorme director de títulos como Origen o Interstellar.

 


Rareza 2 Bodegón con fantasmas de Enrique Buleo

Esta rareza es muy distinta. Es una rareza manchega. Viéndola, me vienen a la cabeza algunos films “rurales/fantásticos” del cine español con el que se podría hacer un ciclo estupendo y sorprendente. Espíritu sagrado de Chema García Ibarra, Destello bravío de Ainhoa Rodríguez, Tierra de nuestras madres, de Liz Lobato. Pero la película que se evoca en este cuento manchego de fantasmas es Finisterrae de Sergio Caballero. Júntenlo todo, agreguen unas gotas de Kaurismaki, y el Bodegón está servido. Los cinco elementos del bodegón son cinco historias que suceden todas en el mismo pueblo de la Mancha, impersonal, aburrido, feo. Todos se conocen, los vivos y los muertos. Es a ese pueblo donde vuelven los fantasmas: un padre que quiere cumplir un deseo, dos fantasmas expulsados del limbo por que el Vaticano lo ha suprimido, un fantasma verde y juguetón. Hay dos historias de fantasmas sin presencia. La cámara encuadra ese espacio convirtiéndolo en cuadros de tienda de muebles. Y la gente camina por su calle principal sin saber bien a donde van. Hay arquitecturas con palillos, champiñones, botellas de Palinka (bebida alcohólica rumana, muñecos que hablan. Y soledad, mucha soledad. Y humor muy negro y subterráneo. Bodegón con fantasmas mezcla el esperpento y el costumbrismo heredero de El extraño viaje con unas historias minimalistas sobre esos pueblos olvidados en los que nunca se detiene nadie. Para acabar, me he acordado de unas palabras de Chema García Ibarra, director de Espíritu sagrado, que creo resumen muy bien este tipo de cine único en el mundo: “Me gusta el contraste entre drama y comedia y entre fantasía y realismo. Me gusta el humor a la vez negro y tierno. Me gusta explorar la belleza de lo que el cine suele marginar”.

El regalo de esta semana es un bodegón. Los fantasmas los ponemos cada uno