viernes, 28 de febrero de 2025

INTENSOS

 


(el primer disco de Bob Dylan que me compré)

A Complete  Unknown, James Mangold

Siempre me ha gustado Bob Dylan, sus clásicos Mr Tambourine Man, Blowing in the Wind, acompañaron mi adolescencia como fieles amigos. Más tarde le perdí un poco la pista (culpa mía, no de él) y lo volví a recuperar en el magnífico film de Scorsese, El último vals. Desde entonces lo he seguido escuchando, el joven Dylan se ha hecho viejo al mismo tiempo que yo, pero sigue ahí, inspirando films, inspirando músicas. En el 2007, Todd Haynes hizo una curiosa y muy interesante aproximación a Dylan en el experimento I’n Not There, donde seis interpretes (entre ellos Cate Blanchet) asumían la representación de Dylan en distintos momentos de su vida. Pero los documentales definitivos sobre Dylan los ha realizado Scorsese, uno en el 2005 No Direction Home: Bob Dylan - A Martin Scorsese Picture, donde retrata los primeros años de Dylan en Nueva York; el otro en el 2019, centrado en la gira de 1975, Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese. Todo esto me sirve para explicar que iba a ver A Complete Unknown con una mezcla de ganas y temor. Ganas por escuchar y ver como miraban al joven Dylan, temor por si caían en todos los tópicos. Ambas cosas se cumplieron.  Los que conocen a James Mangold por sus últimos trabajos, Lobezno, Logan, la nueva Indiana Jones, pueden sentirse sorprendidos de ver su nombre en este biopic del exquisito Bon Dylan. Pero los que recuerden que hace veinte años hizo En la cuerda floja, un biopic de otro gran cantante, Johnny Cash, entenderán que le escogieran como realizador de este film que sigue a Dylan en sus cinco primeros años de cantante folk.  Aunque solo se limita a estos cinco años, el film de Mangold es un auténtico biopic con todo lo que esto significa de bueno y de malo. El protagonista absoluto es Dylan, los demás personajes están ahí para su servicio, desde Woody Guthrie, Pete Seeguer hasta Joan Baez y The Band. El guion es completamente convencional, casi rutinario, con muy pocos destellos de la genialidad del cantante de Minnesota. Los momentos escogidos son conocidos por todos aquellos que hayan seguido a Dylan alguna vez. En ese sentido es un film que se ve fácilmente. En cuanto al propio Dylan, no sé si la elección de Timothée Chalamet es la mejor que había. Yo no puedo dejar de ver al actor en el personaje, de manera que es a Timothé al que tengo delante y no a Dylan. Consciente de esto, quizás, Chalamet carga de una intensidad sesuda y un poco desagradable al personaje de Dylan. Que no era un dechado de alegría y que se caracterizaba por sus desplantes y prepotencia, es algo conocido, pero en una película que quiere contar sus inicios como un completo desconocido, esta intensidad está un poco fuera de lugar. Hace unos días hablando de María de Pablo Larrain, decía que era un buen retrato porque no se parecía, pero era. En este caso, a lo mejor se parece, pero no es, Dylan. De todos modos, bienvenida sea la película si permite que nuevas generaciones descubran quien fue este poeta de 83 años que sigue haciendo giras presenciales con su voz cascada y su inseparable armónica.  Si quieren conocer de verdad a Dylan (no a Timothée) en Filmin pueden ver No Direction Home: Bob Dylan - A Martin Scorsese Picture y en Netflix Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese.

 



Mi única familia, Mike Leigh

Hace exactamente 30 años (o casi), vi una película de Mike Leigh que me impresionó, se llamaba Secretos y mentiras. Aunque el director llevaba mucho tiempo haciendo televisión, este era su segundo film. En Secretos y mentiras había un personaje muy potente, Hortense, una joven negra que al morir sus padres adoptivos intenta encontrar a su madre biológica. Esa fue la primera vez que vi a  Marianne Jean-Baptiste, entonces una joven actriz de color, guapa y con una gran presencia. Mi única familia se titula en versión original Hard Truths, es decir Verdades duras y en ella me he reencontrado con Marianne Jean-Baptiste, en lo que se puede ver como una especie de continuación de los secretos y mentiras devenidos en verdades insoportables. En realidad esto lo pienso, pero nada en el film da pie a creerlo. De hecho la Pansy de esta familia negra, de clase obrera baja que vive en los suburbios de Londres, no tiene nada que ver con la Hortense de  la otra. A no ser que pensemos que las cosas le han  ido francamente mal. Esta entrada la he colocado bajo la palabra Intenso y desde luego el film de Leigh lo es,  tan intenso como doloroso, porque no es fácil hacer el retrato de una patología, una depresión profunda y violenta, y no caer en ningún tópico del género, al contrario, mostrarla con una mirada que intenta comprenderla, incluso dando cabida al humor o las situaciones que hacen sonreír a pesar de su dureza. Pansy es una mujer de mediana edad, aburrida, deprimida, violenta, enfadada con todos y con todo. Es una mujer que está mal en el mundo y cree, está convencida, que todos se conjuran contra ella, todos la odian. Tiene un marido apocado que no sabe cómo afrontarla y comprenderla, un hijo gordo que solo pasea y come y a los 22 años es incapaz de hacer nada; y una hermana que es todo lo contrario de ella. Chantelle es su única familia y la única que intenta estar a su lado. Pero Pansy no lo pone fácil. La película es como una tetera que va subiendo el calor poco a poco mientras Pansy se pelea, grita, maltrata a todo el mundo, hasta que la tetera empieza a soltar vapor y en ese vapor, Pansy puede llorar y callar. El último tercio del film Pansy está callada. Y no sabes que produce más dolor si la Pansy gritona o la Pansy callada. Esta historia en manos de un director de melodramas sería un dramón, en manos de alguien como Ken Loach, sería una denuncia de la sociedad. En manos de Mike Leigh, es un film seco, cortante, duro, con rasgos de humor y de ironía, del que no puedes desprenderte porque de alguna manera, toca las fibras más sensibles del ser humano. Y porque, en definitiva, como dice el propio Mike Leigh: “Todos tenemos a alguien en la familia que siempre está de mala leche”.

 


De Donald a Donald

Esta mañana (escribo esto el miércoles 26 de febrero) mientras iba en el metro, me ha venido una imagen a la cabeza: El Pato Donald. Donald, Mickey, Daisy, Minnie, Goofie, pero también, Bugs Bunny y Elmer, o La pequeña Lulú, forman parte de mi educación infantil. Creo que aprendí a leer con los tebeos de Novaro que devoraba cada semana. Pero no era ese recuerdo el que me ha asaltado esta mañana. Ha sido otra cosa que solo he podido apreciar ahora, desde el presente. De repente he pensado que si el ratón Mickey era un personaje atento, educado, siempre pensando en los demás, y en cambio el pato Donald era un personaje irritable, maleducado y egoísta, era porque Disney de alguna manera había querido mostrar las dos Américas. Mickey era demócrata, Donald era republicano. Supongo que esta teoría puede hacer partirse de risa a mucha gente, pero la verdad es que hay algo de eso. El comportamiento de Donald y también de su rico Tio MacPato (o Tío Gilito en España) y de su presuntuoso primo, el ganso Narciso Bello, representan lo peor de la sociedad norteamericana. Donald siempre está sufriendo las trastadas de su tres traviesos sobrinos, pero su principal enemigo son las ardillas Chip y Dale, capaces de sacarle de sus casillas continuamente. Cuando Donald se enfada de verdad su blanca cara de pato de pone naranja y luego roja. Yo quería mucho a Donald, más que a Mickey, porque me parecía más divertido un personaje imperfecto y que siempre sale perdiendo. Además Donald era simpático y entrañable cuando quería. Lamentablemente no puedo decir lo mismo del Donald de nuestros días, tan rojo y naranja como el pato al que ha robado su nombre, pero que carece por completo de esa pizca de ternura que tenía el Donald de la chaqueta azul. Otra cosa que le ha robado el Donald de hoy al de ayer, su chaqueta azul. Y su mala leche, y su malhumor y su casi incomprensible manera de hablar Pero su necesidad de ser el único que manda en el mundo, de mandar sobre todos, eso es propiedad exclusiva del Donald naranja, no de mi pato Donald. Aun no he perdido la esperanza de que este Donald encuentre sus Chip y Dale que le hagan todas las trastadas posibles En cuanto a Tío Gilito y Narciso Bello, los ha condensado a los dos en uno solo, Elon Musk.

El regalo de esta semana es para bajar la intensidad



 

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