(creo que esta chica de Ramon podría ser una buena Broomhilda)
Soy una entusiasta del film de Tarantino Django desencadenado; soy menos
entusiasta del film de Spieleberg Lincoln.
Las dos son grandes películas, las dos tratan del tema de la esclavitud y el
racismo en la América de mediados del siglo XIX. Pero una lo hace desde el
humor inteligente, la parodia brillante y la actualización de un género; y la
otra lo hace desde la Historia, con mayúscula, con lo que eso significa de
pomposidad y de respeto hacia las figuras retratadas.
En cambio en Tarantino la historia es otra. Aquí estamos
ante dos maneras de entender la
libertad. La del magnífico King Shultz y su elegante manera
de hablar que descoloca a los habitantes de ese lugar salvaje que es el
profundo sur americano, donde el lenguaje no es precisamente una riqueza; la
del estupendo Django que aprende rápido como usar las armas, las que matan con
balas y las que matan con palabras. En este equilibrio fantástico entre el
alemán culto e irónico que no soporta la estupidez humana, estupendo Christoph
Waltz, y el negro lleno de dignidad que interpreta Jamie Foxx, está el secreto
de la película.
Cuando entra en juego el tercer vértice de la historia, el
racista propietario de Candyland, Calvin Candie con el rostro de Leonardo DiCaprio,
el equilibrio desaparece y el film se resiente para perderse casi del todo en
el momento que Shultz hace un mutis por
el foro. Divertida, rápida, con algunos momentos hilarantes (todo el mundo cita
y con razón, la secuencia de la fundación del Ku Klux Klan) y otros enternecedores
(el relato que Shultz le hace a Django sobre la leyenda de Brunilda, su amada
Broomhilda) ésta es una de esas películas
que se quedan mucho rato en la
memoria. Cosa que no me pasaba con Tarantino desde hace
mucho, mucho tiempo.
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