(este árbol de Ramon no desmerecería en el jardín de la Casa Beechman)
Se estrena este viernes El
cuarteto, la película dirigida por Dustin Hoffman que clausuró el festival
de San Sebastián. No tengo reparos en decir que es uno de los films mas bonitos
que se han hecho en mucho tiempo. La historia sucede en una
Residencia de Músicos en medio del campo inglés. Son viejas
glorias que están montando una gala para recaudar fondos y poder salvar la Casa Beechman. El
plato fuerte de la noche es el Cuarteto de Rigoleto interpretado por cuatro
magníficos intérpretes.
Esta preciosa película me ha provocado tres reflexiones.
1.
Viéndola no he podido dejar de recordar un film del lejano
año 1984. Il Baccio de Tosca de
Daniel Schmidt que descubrí en el Festival de Locarno. Este film semi
documental se rodó en la
Casa Verdi de Milán, una residencia fundada por Verdi para
alojar viejos cantantes, músicos y compositores en la que vivían entonces 65
personas con edades entre los 80 y los 96 años. Schmidt los filmaba con cariño,
con respeto construyendo para ellos una trama de melodrama en la que aún podían
lucir sus espléndidas voces rotas. Estoy segura que Hoffman conocía este
documental porque en su película se respira el mismo aroma. Sería bonito hacer un programa doble con las dos películas y comprobar
como el mismo tema da para dos películas distintas y sin embargo tan parecidas.
2.
Los árboles acaban por convertirse en el
quinto protagonista. El jardín y los bosques que rodean la preciosa casa
residencia son impresionantes. Tan viejos, tan dignos, tan espectaculares e
imponentes como los músicos que desgranan arias y coros y llenan de vida y de
energía toda la película.
3.
De alguna manera El
cuarteto se puede definir como el anti Amor de Haneke. En el fondo está hablando de lo mismo.
Viejos músicos que intentan vivir y envejecer con dignidad. También morir sin
perder el respeto a si mismos y a los demás. Viejos músicos que están
enamorados, que sienten la pasión y saben que ese amor exige
sacrificios. Pero la diferencia entre ambos films es notable. Uno indaga en los
aspectos mas sombríos, descarnados, casi insoportables; el otro, en cambio,
ofrece un retrato lleno de luminosidad a pesar del dolor, la enfermedad y la pérdida. Uno provoca
la tristeza, el otro te llena de esperanza. Yo, lo siento, pero prefiero la luz de Hoffman a la sombra
de Haneke. Quizás por eso mismo, la película de Haneke acumula premios y la de Hoffman despierta
cierta condescendencia perdonavidas entre la crítica que no duda de tildarla de
“cursi”. Allá ellos.
Una cuarta consideración
Estamos ante una película que tiene a gente mayor (me
resisto a llamarlos viejos) como protagonistas con cuatro actores en estado de
gracia. Y esto me da pie para recordar dos personas mayores que han muerto
recientemente. Nagisa Oshima y Fernando Guillén.
Los dos tenían ochenta años. Uno, enfermo, llevaba tiempo
sin dirigir cine; el otro, enfermo también, estuvo actuando prácticamente hasta
el último minuto. Ambos son buenos ejemplos de esa dignidad que rezuman las
viejas glorias de El cuarteto.
A los dos los recuerdo muy bien. A Oshima le descubrí en la
Semana de Cine de Autor de Benalmádena a principios de los setenta, pero su
nombre es importante para mi porque la segunda critica que publiqué en mi vida
fue precisamente de la película Feliz Navidad Mr. Lawrence.
En cuanto a Fernando Guillén, tuve el placer de compartir
con él un viaje al Festival de Moscú donde se presentaba Don Juan en los Infiernos. Fernando era guapo, simpático,
inteligente y un gran actor. Los dos,
Oshima y Guillén, tendrían un lugar de honor en
la Casa Beechman ,
junto a Cissy, Wilf, Reg y Jean.
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