Esta semana podría escribir de La caza, de Thomas Vinterberg. Una historia que, a pesar de haberla
visto muchas veces –la supuesta inocencia de los niños puede acarrear la
desgracia a los adultos sin darse cuenta- me gusta como está contada. Ese
sentimiento de culpa universal tan puritano que impide al protagonista
defenderse de una insinuación, ese ambiente tan represivo en la muy permisiva
Dinamarca…
Podría hablar de Tierra
prometida, de Gus Van Sant, un alegato ecologista que plantea mal la cuestión. Porque ,
vamos a ver ¿a quién no le gusta tener calefacción, aire acondicionado, agua
caliente, luz para la nevera y el ordenador? No seamos hipócritas. Necesitamos
la energía y es lógico que se busque la energía menos contaminante y menos
costosa. Por eso el problema no es “fractura de gas, Si, fractura de gas, No”
el problema es “fractura de gas Si con
seguridad y control” “fractura
de gas No, sin seguridad ni control”.
Exijamos que la energía esté controlada, pero la idea de “en mi pueblo
no, pero en el de al lado que hagan lo que quieran”, no me parece bien. En fin,
la película es bienintencionada y se deja ver.
También podría comentar el film de Philippe Garrel, el
primero que se estrena comercialmente en España. Se llama Un eté brulant. Pero no voy a decir nada porque no lo he visto
todavía.
Pero por encima de estas y otras películas que se estrenan hoy
hay una noticia que me ha dejado pensando. Preocupada y pensando, para ser
exactos: el anuncio del cierre de la mayoría de las pantallas de cines Renoir
que tiene Enrique González Macho en toda España, acompañado del anuncio, más
grave si cabe, del cierre o adelgazamiento de la distribuidora Altafilms.
De todos modos he de confesar que no me ha sorprendido. Entiendo
perfectamente que el modelo de exhibición y distribución que impulsó Altafilms
como pionera del cine de autor y en versión original en los años 80 del siglo
pasado ha sido uno de los mejores que ha habido en este país. Le debemos a Alta,
y poco después a Golem, Wanda, Vértigo y los que han venido detrás, el poder
conocer un tipo de cine que era casi imposible de ver en los cines comerciales
dominados por las multinacionales y los grandes exhibidores.
Pero era evidente que este tipo de cine iba a ser el primero
en sufrir las consecuencias, no de la crisis económica, sino del imparable
cambio en las formas de consumo y de gustos generales que se ha producido en
los últimos cinco o diez años.
El público potencial de las películas en VOSE, europeas,
pequeñas, de autor, distintas, ha dejado de ir al cine. Hay motivos muy
variados: es demasiado caro; los horarios son inflexibles; lo que te ofrecen no
compensa el esfuerzo de ir a verlo… Pero por encima de todos hay uno
fundamental: este tipo de cine se ve muy bien en una pantalla pequeña y cada
vez son mas los canales, piratas o no piratas, que te permiten disfrutarlo tranquilamente
en tu casa.
Por eso no me extraña que la exhibición de películas medias
en salas de cine esté condenada a desaparecer. Pero no la distribución, ni
mucho menos la
producción. Estas dos patas de Altafilms deberían seguir
adelante. Porque la demanda de buen y variado cine crecerá en la red y ganará
la batalla de esa guerra el distribuidor que mas pronto se de cuenta de cómo sacar
partido al digital “casero”, buscando películas interesantes, distintas, o
comerciales, pero ofrecidas en un formato de consumo nuevo.
Y digo “casero” porque de momento es la única posibilidad
que existe. Pero me atrevo a lanzar aquí una idea que hace tiempo que vengo
comentando sin que nadie me tome muy en serio (tampoco creía nadie en los
festivales on line y ya ven).
Se trata de reconvertir las salas de cine convencionales en
salas de cine a la carta. Me
explico. A mucha gente le gusta ver las películas en compañía, en una pantalla
más o menos grande y con una proyección lo mejor posible. Por eso creo que un
local que ofreciera una programación atractiva de novedades en salas que fueran
de dos a veinte localidades, donde tú pudieras reservar la hora que quisieras,
las localidades que quisieras y la película que quisieras de un catálogo de oferta,
funcionaría. Estoy segura. Como organizar esto, no tengo ni idea, pero seguro
que esas tres películas de las que quería hablar hoy y no he hablado, si se vieran
así, tendrían más público que el que tendrán en horarios y pases
convencionales.
Piénsenlo los que pueden pensarlo. SALAS A LA CARTA. Con precios
módicos y mucha oferta, con títulos que pueden estrenarse en Filmin o
plataformas similares y que puedan verse en grupos de varias personas. Y no solo cine. Imaginen, por ejemplo, poder ver una temporada completa de cualquier serie, en una sala de cine en lugar de en casa, con gente en lugar de solos. Llevemos la televisión a los cines ( a estos cines) tanto como llevamos el cine a la televisión.
Por eso, porque creo en este futuro, me gustaría que Altafilms
no cerrase sus puertas sino que reconvirtiera su modelo y fuera, como lo fue en
los años 80, pionera de las nuevas formas de distribución y exhibición. Y, desde luego, de producción. Una producción
que por fuerza tendrá que ser también distinta, adaptada a los nuevos formatos
y a los nuevos presupuestos. Pero Producción al fin y al cabo. El cine no
morirá, como no murió cuando apareció la televisión. El cine
se transformará pero siempre habrá historias y hará falta gente para contarlas.
Mientras esto no pasa, solo me queda lamentar que se pierda
el pasado sin acabar de construir el futuro.
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