sábado, 20 de abril de 2013

FINAL Y PRINCIPIO



Esta semana podría escribir de La caza, de Thomas Vinterberg. Una historia que, a pesar de haberla visto muchas veces –la supuesta inocencia de los niños puede acarrear la desgracia a los adultos sin darse cuenta- me gusta como está contada. Ese sentimiento de culpa universal tan puritano que impide al protagonista defenderse de una insinuación, ese ambiente tan represivo en la muy permisiva Dinamarca…
Podría hablar de Tierra prometida, de Gus Van Sant, un alegato ecologista que plantea mal la cuestión. Porque, vamos a ver ¿a quién no le gusta tener calefacción, aire acondicionado, agua caliente, luz para la nevera y el ordenador? No seamos hipócritas. Necesitamos la energía y es lógico que se busque la energía menos contaminante y menos costosa. Por eso el problema no es “fractura de gas, Si, fractura de gas, No” el problema es “fractura de gas Si con seguridad y control” “fractura de gas No, sin seguridad ni control”.  Exijamos que la energía esté controlada, pero la idea de “en mi pueblo no, pero en el de al lado que hagan lo que quieran”, no me parece bien. En fin, la película es bienintencionada y se deja ver.
También podría comentar el film de Philippe Garrel, el primero que se estrena comercialmente en España. Se llama Un eté brulant. Pero no voy a decir nada porque no lo he visto todavía.

Pero por encima de estas y otras películas que se estrenan hoy hay una noticia que me ha dejado pensando. Preocupada y pensando, para ser exactos: el anuncio del cierre de la mayoría de las pantallas de cines Renoir que tiene Enrique González Macho en toda España, acompañado del anuncio, más grave si cabe, del cierre o adelgazamiento de la distribuidora Altafilms.
De todos modos he de confesar que no me ha sorprendido. Entiendo perfectamente que el modelo de exhibición y distribución que impulsó Altafilms como pionera del cine de autor y en versión original en los años 80 del siglo pasado ha sido uno de los mejores que ha habido en este país. Le debemos a Alta, y poco después a Golem, Wanda, Vértigo y los que han venido detrás, el poder conocer un tipo de cine que era casi imposible de ver en los cines comerciales dominados por las multinacionales y los grandes exhibidores.
Pero era evidente que este tipo de cine iba a ser el primero en sufrir las consecuencias, no de la crisis económica, sino del imparable cambio en las formas de consumo y de gustos generales que se ha producido en los últimos cinco o diez años.
El público potencial de las películas en VOSE, europeas, pequeñas, de autor, distintas, ha dejado de ir al cine. Hay motivos muy variados: es demasiado caro; los horarios son inflexibles; lo que te ofrecen no compensa el esfuerzo de ir a verlo… Pero por encima de todos hay uno fundamental: este tipo de cine se ve muy bien en una pantalla pequeña y cada vez son mas los canales, piratas o no piratas, que te permiten disfrutarlo tranquilamente en tu casa.
Por eso no me extraña que la exhibición de películas medias en salas de cine esté condenada a desaparecer. Pero no la distribución, ni mucho menos la producción. Estas dos patas de Altafilms deberían seguir adelante. Porque la demanda de buen y variado cine crecerá en la red y ganará la batalla de esa guerra el distribuidor que mas pronto se de cuenta de cómo sacar partido al digital “casero”, buscando películas interesantes, distintas, o comerciales, pero ofrecidas en un formato de consumo nuevo.
Y digo “casero” porque de momento es la única posibilidad que existe. Pero me atrevo a lanzar aquí una idea que hace tiempo que vengo comentando sin que nadie me tome muy en serio (tampoco creía nadie en los festivales on line y ya ven).
Se trata de reconvertir las salas de cine convencionales en salas de cine a la carta. Me explico. A mucha gente le gusta ver las películas en compañía, en una pantalla más o menos grande y con una proyección lo mejor posible. Por eso creo que un local que ofreciera una programación atractiva de novedades en salas que fueran de dos a veinte localidades, donde tú pudieras reservar la hora que quisieras, las localidades que quisieras y la película que quisieras de un catálogo de oferta, funcionaría. Estoy segura. Como organizar esto, no tengo ni idea, pero seguro que esas tres películas de las que quería hablar hoy y no he hablado, si se vieran así, tendrían más público que el que tendrán en horarios y pases convencionales.
Piénsenlo los que pueden pensarlo. SALAS A LA CARTA. Con precios módicos y mucha oferta, con títulos que pueden estrenarse en Filmin o plataformas similares y que puedan verse  en grupos de varias personas. Y no solo cine. Imaginen, por ejemplo, poder ver una temporada completa de cualquier serie, en una sala de cine en lugar de en casa, con gente en lugar de solos. Llevemos la televisión a los cines ( a estos cines) tanto como llevamos el cine a la televisión.
Por eso, porque creo en este futuro, me gustaría que Altafilms no cerrase sus puertas sino que reconvirtiera su modelo y fuera, como lo fue en los años 80, pionera de las nuevas formas de distribución y exhibición. Y,  desde luego, de producción. Una producción que por fuerza tendrá que ser también distinta, adaptada a los nuevos formatos y a los nuevos presupuestos. Pero Producción al fin y al cabo. El cine no morirá, como no murió cuando apareció la televisión. El cine se transformará pero siempre habrá historias y hará falta gente para contarlas.
Mientras esto no pasa, solo me queda lamentar que se pierda el pasado sin acabar de construir el futuro.

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