(seguro que este retrato le habría gustado a Virgil)
De los estrenos de esta semana destaco uno por encima de
todos: La mejor oferta de Giuseppe Tornatore. Tornatore no es un
santo de mi devoción. Más bien me molesta su tono dulzón y condescendiente.
Pero esta vez reconozco que su película me ha gustado. Bastante. Sobre todo la
primera mitad con ese personaje enigmático que disfruta de los retratos
femeninos de todos los tiempos y siempre lleva guantes. Quizás porque prefiere imaginar a tener;
quizás porque prefiere enamorarse de mujeres que no pueden responderle ni, cosa
importante, mirarle o tocarle, acaba prendado de una voz detrás de una pared.
La voz de una joven a la que nunca ve.
La historia tiene varios giros interesantes, previsibles
algunos, sorprendentes otros. Pero lo que justifica el largo título de esta
entrada es el final. No voy a desvelar nada. Simplemente decir que a mi me
habría gustado que Tornatore hubiera tenido el valor de un final feliz (no digo
que el que hay no lo sea).
Y eso me lleva a reflexionar sobre los finales que, casi
siempre, si no es una comedia, suelen ser trágicos o tristes. Hace unos días un
chiste de Jordi Labanda en La Vanguardia mostraba a una chica con una camiseta
que ponía algo así: “La felicidad es lo mas revolucionario que hay”. Me hizo
gracia porque yo también pienso que en estos momentos, enfrentarse a la
situación que nos envuelve con un ánimo positivo es una de las pocas defensas
que tenemos los ciudadanos.
Por eso reivindico los finales felices (no siempre ni en
todo) pero si en algunas ocasiones en las que un final feliz puede ser mas
interesante y arriesgado que un final previsiblemente malo.
Nuria, me encanta tu reivindicación. Cuelgo esta entrada en la página de facebook de la escuela y en twitter. Besos
ResponderEliminarEste post me hizo recordar uno de los finales más gloriosos que he visto en toda mi vida: ¿el de Blade Runner? ¡No! ¡¡¡¡¡El de La vida de Brian!!!!!
ResponderEliminarGracias, Nuria, por recordar lo importante.