He estado muchos días sin escribir en el blog. Primero por
el brazo roto (ya me han quitado el yeso, pero aun me duele y no puedo usar
bien la mano). Después por la SEMINCI, donde estuve de jurado y además
presentamos el documental de Ramon.
Reemprendo estos textos y lo voy hacer rompiendo una lanza por un cine español
que merece ser mirado con atención. No es el “otro cine español”, tampoco es el
cine español de siempre. Es ese cine que muchas veces (yo misma lo he dicho y
lo he pensado) creemos que está condenado a desaparecer, un cine en medio de
las grandes producciones y los productos experimentales o de autor. Un cine que,
como la clase media, cada día que pasa está mas acuciado por los problemas para
sobrevivir. Son películas de autor en un sentido amplio de la palabra autor, no
en un sentido restrictivo y único. Y aquí me viene a la cabeza el comentario de
un crítico de cine que al salir del pase de una película me dijo muy
convencido: “no es suficientemente lenta para ser de autor”. Genial definición
No, efectivamente las películas que quiero recordar en esta
entrada no son suficientemente lentas, mas bien, no son nada lentas. Son
películas que cuentan historias, con personajes y actores estupendos, con
toques personales de sus creadores que las distinguen y las separan de las
demás y con una vocación absoluta de llegar al máximo de público posible. No
solo a los elegidos, los entendidos, los eruditos. No. A todo el mundo.
De ellas dos se han estrenado hace días, Todas las mujeres, de Mariano Barroso y Vivir es fácil con los ojos cerrados, de
David Trueba. Otros dos se estrenan este viernes, Alpha
de Joan Cutrina y Stockholm de Rodrigo Sorogoyen, las próxima semana se estrena ¿Quién mató a Bambi? De Santi Amodeo Cinco películas de autor sin
ninguna duda, que abarcar distintos géneros. La comedia inteligente servida en
los duelos interpretativos de Eduard Fernández
con seis actrices excelentes en Todas
las mujeres; la comedia absurda y surrealista de Amodeo y su Bambi
asesinado; la dulce y suave comedia de
las fresas de John Lennon en una España menos gris de lo que nos han hecho
pensar (aprovecho aquí para volver a reivindicar que no se debe confundir nunca
los gobiernos con la gente que vive bajo esos gobiernos: la España franquista
de los años 60 era siniestra, pero la gente encontraba maneras de vivir con los
ojos abiertos o cerrados una libertad privada que pasaba entre otras cosas por
cantar canciones de los Beatles o irse a Almería a poner un bar). Sin
olvidarnos de una puesta al día del cine negro que tanto esplendor dio al cine
hecho en Barcelona en los años 50 y 60 y del que Alpha es un digno sucesor o esa mirada sobre el amor, el sexo, la
soledad, la necesidad de otro y al mismo tiempo el rechazo a la idea de
compartir la vida con alguien que es el experimento de Stockholm, pas a deux de dos actores que se crecen uno frente al
otro, Javier Pereira y Aura Garrido, en un Madrid nocturno y de azoteas.
Son películas que vale la pena ver. Y, por suerte, no son
las únicas.
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