domingo, 11 de enero de 2015

CHARLIE Y BIRDMAN


(la mejor portada de Charlie Hebdo)
Esta era la semana de Birdman, la última película de Alejandro González Iñarritu. Un divertimento ingenioso, brillante, arriesgado que da un giro a su filmografía. No es exactamente una comedia, pero te ríes mucho; no es exactamente un film fantástico, pero está lleno de personajes y situaciones increíbles; no es exactamente una historia sobre las relaciones teatro/cine, pero si es ese su escenario. Birdman es una película absolutamente recomendable. Michael Keaton, el ex Batman, está fantástico. Y el falso plano secuencia en que está rodada sin cortes (aparentes o visibles) le ofrece un plus de atractivo.  Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia) me ha reconciliado con Iñarritu. Espero que dure esta reconciliación.

Podría seguir escribiendo de Birdman, pero, esta semana ha dejado de ser la semana de Birdman para convertirse en la de Charlie Hebdo. Todos somos Charlie, dicen ahora un montón de gente en todo el mundo, gente que seguramente jamás leyó una sola página de su irreverente revista. Todos somos Charlie y los otros siete muertos que hoy, sábado, se suman a la masacre del 7 de enero. Francia está conmocionada, Europa está asustada. El mundo no sabe qué hacer frente a esta amenaza tan incontrolable. Hay miedo a que la espiral de violencia se desencadene, a que haya represiones contra las comunidades musulmanas de las ciudades europeas, a que los lobos solitarios o en manada, vuelvan a atacar en cualquier sitio.
Pero de todo lo que ha pasado hay una cosa que me ha llamado la atención. En muchos de los comentarios y artículos de estos días he oído repetir a tertulianos, articulistas y políticos que no hay que confundir el yihadismo con el Islam. Estoy de acuerdo, no es lo mismo. El yihadismo es un fanatismo ciego, el Islam es una religión.Pero no se puede olvidar el hecho de que el uno no existiría sin el otro. Hay un problema muy profundo en esta cuestión. Europa y el mundo occidental, hace dos siglos que consiguieron una de las más importantes conquistas de la sociedad: separar el poder civil del poder religioso. La religión, cualquier religión, es algo muy importante y necesario y útil. Pero debe formar parte del ámbito privado de cada uno. Nunca se puede erigir en norma de convivencia colectiva,  en ley. En las épocas en que el catolicismo ultramontano dominaba el poder civil, la inquisición imponía su ley, se quemaban a los herejes y se mataba en nombre de diferencias religiosas absurdas. Como ahora con el islamismo fundamentalista. Por cierto, sorprende comprobar que en los siglos más oscuros del cristianismo, (siglo XI, XII) el Islam representaba, a través del sufismo, la luz y la libertad. Un pensamiento que fue amputado, asesinado, por las corrientes más siniestras que son las que dominan actualmente esta religión.
Estos días he leído en algún diario un intento de explicación de la barbarie medieval de los yihadistas. No es muy científica, pero si muy gráfica: como el Islam nació 600 años más tarde que el cristianismo, lleva un atraso brutal en este sentido. Basta ver la imagen que ofrecen los imanes y los señores de la guerra para darte cuenta de que viven en el siglo XIV, con su inquisición y su guerra santa. Pero sobre todo, con la intromisión religiosa en la vida civil. Una religión que condiciona de forma tan feroz la vida cotidiana de sus fieles, es una religión que ha perdido su sentido espiritual y se ha convertido en ideología. Aceptar que la vida de las mujeres se convierta en una esclavitud mas o menos consentida, obligándolas a vestirse de manera medieval en pleno siglo XXI y negándoles el derecho a decidir por si mismas; aplicar leyes ancestrales que responden a otras épocas; inculcar el odio a los infieles por el simple hecho de ser infieles, prometiendo un paraíso de gloria y placer; hacer una lectura del Corán literal y utilizarlo como Código Penal, son ideas que poco a poco se infiltran en la sociedad y provocan la aparición de guetos y desapegos hacia la forma de vida occidental que, a pesar de sus muchas deficiencias y por mucho que no le guste a Willy Toledo, sigue siendo la que tiene un mayor respeto por el individuo y la vida humana.
Si a esto se suma la crisis que nos está machacando a todos y que provoca reacciones de rechazo, de revuelta, de duda de los valores democráticos con un auge de movimientos nacionalistas y de extrema derecha en toda Europa, que son, curiosamente, los que salen mas reforzados de situaciones como la vivida en París; si además pensamos en las inmensas posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, tenemos el cóctel explosivo servido. Estamos en guerra, si, en una guerra rara, nueva sin frentes abiertos, sin soldados, sin un enemigo claro. Hemos de evitar caer en la islamofobia, es cierto. No todos los musulmanes son violentos, ni mucho menos. Pero no podemos perder de vista que es una religión que se pone por delante de la ley. Y eso es muy peligroso.

Una pequeña acotación. He oído también estos días las voces de mucha gente que se levantaban en contra de la “pérdida de libertades”, anunciada por los mayores controles por parte de los gobiernos. En el fondo me hace gracia que protesten porque se pinchen los teléfonos y se hagan escuchas. Como si no supieran todo de todos y sin necesidad de investigarlo. Se lo servimos nosotros mismo en bandeja, en facebook, en Internet, en twiter. ¿No se han dado cuenta lo rápidamente que  aparecen anuncios en tu muro o en tu mail de cualquier cosa que se haya buscado; no te ha llegado una felicitación de cumpleaños personalizada en Google? El Gran Hermano nos tiene en sus manos. Así, que menos tonterías, menos hipocresía. Si ya lo saben todo de mi, que mas me da que me escuchen o lean mis mensajes. La única manera de evitar que te controle la nube que todo lo sabe, es… no usarla. Yo, al menos, prefiero seguir usándola.




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