-A
día de hoy no tengo muchas ganas de hablar de cine.
-A
día de hoy me siento aún conmocionada por lo que sucedió en Niza el jueves
pasado. Me siento indefensa, impotente ante la destrucción que puede ejercer la
barbarie sin ningún control ni límite; ante la evidencia de de ver como la
estupidez es fácil presa de los que buscan hacer el máximo de daño a lo que no
entienden.
-A
día de hoy siento que no podemos hacer nada en esta guerra desigual donde unos
se arrogan el derecho de matar indiscriminadamente a otros.
-A
día de hoy siento también vergüenza por estar tan afectada por lo que pasó en
Niza, ahí al lado, a gentes como yo y darme cuenta la indiferencia con que
tantas veces leo o veo atentados espantosos en Irak, Somalia, Pakistán,
Turquía, lugares donde mueren inocentes con los que tengo poca o nula empatía:
el eurocentrismo me hace sentirme amenazada, instala el miedo en mi cabeza
cuando los muertos son tan cercanos. Pero los muertos son todos iguales y lo que
pasa en un atentado en cualquiera de estos países forma parte del mismo miedo y
del mismo dolor.
-A
día de hoy me preocupa y me horroriza la posibilidad de la respuesta más
radical de los populismos que alimentarán el odio al diferente, que levantarán
barreras entre las gentes, que fortalecerán los aislamientos.
-A
día de hoy me asusta pensar en ese odio anónimo que se ha instalado en la sociedad a
través de las redes sociales. Odio al otro en primer lugar, pero también odio
estúpido, inmoral, vergonzante. Alegrarse de que un toro haya matado a un
torero en una plaza, no es signo de animalismo, sino de animales. La falta de
sensibilidad, la falta de sentimientos, alimenta la estupidez y la estupidez
lleva a alquilar un camión y matar a 85 personas.
-A
día de hoy esa estupidez humana me provoca indignación cuando veo escenas como
la del 14 de julio en el Tour de Francia. Una masa de seres enfervorecidos,
carne de cañón de la imbecilidad, invadiendo la estrecha carretera del Mont
Ventoux provocando un accidente que pudo ser mucho más grave.
-A
día de hoy que se acaban los San Fermines, pienso que esta fiesta ha perdido
todo su sentido, si alguna vez lo tuvo, y se ha convertido en un espacio donde
la barbarie y una vez más la estupidez humana y descerebrada de las masas se
apodera de las calles y lleva a las escenas de violencia que hemos visto. Violencia
colectiva en la que las todos participan aunque unas acaben siendo las víctimas
de los otros. Si reúnes a miles de personas borrachas de vino y de sexo durante
días y noches, las consecuencias tienen que ser malas por fuerza.
-A
día de hoy me siento desbordada por la manipulación masiva que ha producido el
fenómeno Pokemon Go. No tengo nada en contra de los juegos, no tengo nada en
contra de las nuevas tecnologías, pero me horroriza la imagen de un ejército de
zombies cazando pokemons con el móvil por las calles de la ciudad.
-Y
ya para acabar. A día de hoy estoy harta de nuestra clase política, incapaz de
superar sus estrechas miras mentales y partidistas, completamente incompetente para sacar este país
del inmovilismo y la parálisis. Estoy harta de que estos inútiles no quieran darse cuenta que gobernar es pactar y pactar es renunciar y ofrecer.
Espero
que a día de mañana mi rabia y mi frustración se hayan calmado y vea las cosas
con un poco mas de optimismo, o de confianza. Mientras tanto y para compensar
tanta indignación me detengo un rato en este tranquilo paisaje de Ramon que me
reconcilia con el mundo.
2
No
quiero acabar esta entrada sin hablar de tres películas interesantes que se
estrenan esta semana.
600 millas es la opera prima de Gabriel Ripstein,
hijo del gran Arturo, Gabriel lleva el cine en la sangre, en el ADN. Pero eso
no quiere decir que haga el mismo cine que su padre. Con un estilo seco, frío, con
dos personajes y diálogos que van directos al grano, Ripstein hijo construye un
thriller metafísico. Cine de frontera, 600
millas es la prueba de que algunas veces los hijos pueden seguir la carrera
de los padres sin necesidad de competir con ellos.
La
segunda película es Bruja más que bruja,
delirante musical rural que Fernando Fernán Gómez dirigió en 1977 con Emma Cohen
y Paco Algora como protagonistas. Que Algora haya muerto hace apenas tres meses
y Emma Cohen hace apenas unos días, convierte este inclasificable film en un
merecido homenaje a los dos y desde luego a Fernán Gómez, el director más heterodoxo
de todo el cine español.
La
tercera es La clase de esgrima. Es
muy interesante ver que en esta vieja Europa, tan amenazada por bárbaros y
populistas, surgen nuevas cinematografías. Estonia, una de las repúblicas ex
soviéticas del Báltico, está demostrando que tiene un cine muy vivo. Dos películas
recientes son buena prueba de esto: 1944,
estrenada hace un par de semanas y esta clase
de esgrima basada en una historia real, la del campeón de esgrima Endel
Nelis que a principios de los años cincuenta tuvo que exiliarse en un pequeño
pueblo huyendo de la temible persecución estalinista. No es una
historia muy innovadora, pero si es muy conmovedora. Una historia que habla
de recuperar la dignidad humillada y del
orgullo del trabajo bien hecho.
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