sábado, 30 de julio de 2016

ROMA


Hemos estado unos días en Roma en casa de unos amigos. Vivir en una ciudad no es lo mismo que visitarla. Se tiene una percepción muy distinta a la que se produce cuando vas de turista. Roma me gusta mucho. Es una ciudad hecha para pasear aunque el suelo, con esas piedras cuadrangulares que se llaman  sampietrini, es un tormento, especialmente si llevas sandalias. ¿Cómo debían andar los romanos? debían tener los pies mucho más curtidos que nosotros, seguro. Roma es una ciudad caótica, desordenada, imprevisible. Pero llena de vida. El sincretismo arquitectónico que reúne en un mismo palazzo ruinas romanas, edificios medievales, ventanas barrocas y una terraza del siglo XX, es uno de sus atractivos, símbolo en piedra de la mezcla de culturas que han llenado sus calles desde hace dos mil años. En cualquier iglesia te puedes encontrar un Caravaggio, en una esquina tropiezas con una columna romana. Hay muchísimos bosques y parques poblados por esos pinos romanos tan característicos y únicos: altos, esbeltos, elegantes, libres. En Roma no hace falta ir a los museos, toda la ciudad es un inmenso museo.


La casa de nuestros amigos está en Trastevere y eso nos ha permitido conocer muy bien ese barrio tan especial. Hemos descubierto jardines nuevos que no conocíamos, como el inmenso parque de Villa Doria Pamphili, donde las familias van a pasar el día con un mantel y una pizza (en España nos llevaríamos la tortilla de patatas);  o el más salvaje de Villa Sciarra, con sus enmarañados caminos cubiertos de una sombra protectora; hemos ido a Bomarzo, el bosque sagrado y fantástico habitado por monstruos en piedra salidos de la imaginación de un príncipe que no se conformó con que un terremoto llenara  sus tierras de enormes bloques; también hemos estado en un precioso museo etrusco, en una villa romana perfectamente conservada y donde se respiraba una gran calma y en un pequeño museo de arte antiguo situado en el Palazzo Altemps en el que se guardan dos tesoros, el Trono Ludovisi, que desprende misterio con esa imagen de renacimiento, y una cabeza de galo muerto impresionante. También hemos estado en Castel Sant Angelo, uno de los lugares más interesantes de la ciudad, prueba arquitectónica del sincretismo cultural.


Hace muchos años que vamos a Roma y nunca habíamos ido a ver los Museos Vaticanos. Nos resistíamos. Hasta ahora. Fue un error, un inmenso error. Es la primera vez (y espero que sea la última) que me he sentido turista maltratado, humillado. La visita a lo que debe ser (estoy segura) uno de los lugares que encierra mas piezas magníficas del arte mundial, fue un anticipo del infierno. Toda la posible religiosidad y espiritualidad de unos museos vaticanos se manifiesta en su horror infernal. Y no exagero. Durante dos horas nos vimos obligados a seguir una marea humana que avanzaba como si fueran ovejas al matadero siguiendo un recorrido marcado, absurdo, en una especia de IKEA Vaticana y del que era imposible escapar. No te podías parar a ver nada porque la marea te empujaba; no te podías apartar porque no había donde; no llegabas a ver nada más que los techos hacia los que se enfocaban todos los móviles, no sé si para retratar artesonados o para cazar pokemones. Nunca he sentido tan cerca la sensación de no ser una persona, la impresión de estar sumergida en una masa informe y absolutamente estúpida que no veía nada pero hacía miles de fotos a lo que fuera. Por fin llegamos a la Capilla Sixtina donde la marea se detenía llenando el espacio como una playa de Salou en agosto. Sin poderte mover mirabas hacia arriba y se supone que veías algo. En realidad solo querías huir de allí cuanto antes. Miguel Ángel no se merece eso. Y la gente tampoco. No sé cómo debía ser una visita a estos museos cuando eran aún visitables. Me imagino que podía ser algo magnífico. Ahora no. Ahora no se puede ver nada.



Al salir tuvimos una interesante discusión entre nosotros. ¿Es elitista pedir que vayan a los museos solo las personas que realmente los puedan disfrutar?  Yo pensaba que no, para mi es mucho más elitista y sobre todo insultante, obligar a la gente a ir a determinados sitios porque hay que ir y si no has ido eres un indeseable. La mayor parte de los turistas masificados que seguían a los guías con un palo, ni se enteraban de nada, ni disfrutaban de nada. Yo creo que el turismo de masas que te obliga a ver la Capilla Sixtina aunque no la veas, hacer una hora de cola para entrar al Panteón, esperar bajo un sol de justicia para entrar a hacerte una foto en la Boca de la Verità, es uno de los efectos más perversos y destructores del progreso. Se supone que la gente no tiene capacidad de decidir por si misma lo que quiere ver y por eso hay que “guiarla”. Y de paso se la maltrata y se la reduce a la condición de ganado, de zombies.
Roma tiene sitios muy interesantes donde no hay nadie. Calles para pasear, un río tranquilo, parques por descubrir que ni por asomo se les ofrecen a la mayoría de los miles y miles de turistas que llegan cada día a la ciudad.  El elitismo no es que me dejen ver la Capilla Sixtina sin nadie; el respeto es que me dejen decidir si quiero ver la Capilla Sixtina o no la quiero ver. El elitismo es no informar de las muchas otras cosas que hay para ver y para disfrutar en una ciudad como Roma.


Al margen de esta reflexión, he comprobado la cantidad de películas que pasan en Roma y que reconoces en cada rincón. Por ejemplo, ir a comer a una típica osteria y descubrir que está en la calle donde se alojan las dos chicas de Una habitación en Roma. O salir de la casa en la que vivíamos y tropezarte con Gianni en cualquier esquina del Trastevere dispuesto a preparar un pranzo de ferrajulio. O pasear por Via Dandolo esperando oír el motorino de Nanni Moretti subiendo hacia el Gianicolo, y deslumbrarte con la Fuente Paola que te transporta al principio magnífico de La Gran Belleza y su panorama inmenso sobre Roma. No son las películas clásicas que esperas encontrar en Roma, como tampoco lo es Sacro Gra, el documental de Gianfranco Rosi que adquiere todo su sentido cuando te metes en ese anillo de Saturno que rodea y encierra la ciudad.
Ya que esta semana aun no puedo hablar de las películas estrenadas, aprovecho para hacer un recorrido “romano” de cine que cada uno puede completar como le parezca.
Caro diario; La gran belleza; Pranzo de ferragosto; Vacaciones en Roma; El vientre del arquitecto; La escapada; Ángeles y demonios; Una jornada particular; A Roma con amor; Nos habíamos querido tanto; Habitación en Roma; Roma ciudad abierta; Mamma Roma; Sacro gra; Bellisima. Y naturalmente todo Fellini.
La semana que viene estrenos.




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