Esta semana va de jotas, jotas muy diferentes, jotas
importantes y me atrevo a decir imprescindibles por distintos motivos.
(un dibujo de Ramon, una acuarela de un árbol que no es un
monstruo pero si es un amigo)
Primera jota
Jota Bayona, es decir Juan Antonio Bayona, es decir Un monstruo viene a verme. Tres
películas en nueve años han colocado a este director entre los más grandes de
los contemporáneos. ¿Exagero? Creo que no. Un director capaz de arrastrar a públicos
de todas las edades, en todos los países, sin por ello renunciar a sus
personales maneras de entender el cine y la vida, es un director grande. Muy
grande. De las tres películas de Bayona, esta es sin duda la que más me gusta.
Seguramente porque es la que mejor conecta conmigo misma. Nunca debemos
olvidar, y menos los que escribimos de cine, que las películas tienen dos
lecturas: la objetiva, (es buena, nos guste o no) y la subjetiva (me gusta o no
me gusta). Un monstruo… es buena
objetivamente, como lo eran sin duda Lo
imposible y El orfanato. Pero
subjetivamente, Un monstruo… es la
que está más cerca de mi actual estado de ánimo. Coincide con un momento en el
que me he dedicado a rememorar mi infancia en México, a recordar las cosas
buenas y las cosas malas, los miedos y las alegrías, el dolor y el crecimiento.
Coincide con mi recuerdo de una jacaranda que mi padre plantó el día que nací y
que fue mi “hermana” y mi “confidente” durante los primeros diez años de mi
vida. Coincide también con la pérdida de alguien que quería y que sin embargo tenía
muy lejos, en ese territorio de la infancia olvidada. Coincide con la necesidad
de que me cuenten historias, cuentos como los que le explica ese árbol-monstruo
aparentemente terrible pero con un corazón de savia verde lleno de amor por ese
pobre niño que “es demasiado mayor para ser un niño, demasiado joven para ser
un hombre”. Esta historia de amor y de sanación, en el sentido de preparar el
alma (la imaginación, los sentimientos) para enfrentarse al dolor sin caer
nunca en el sentimentalismo, tiene
en los dibujos uno de sus mejores instrumentos para conquistar a todos los públicos.
Los reticentes y los entregados. Gracias Jota.
(mi hermana Flora con castañuelas vestida para bailar una jota
o una muñeira cuando tenía diez años)
Segunda Jota
La de Carlos Saura. La jota aragonesa elevada a la categoría
de bellas artes gracias a la sensibilidad de un director que a sus 84 años
sigue teniendo la mirada clara del auténtico creador. Se podría decir que Jota sigue una fórmula ya utilizada por
Carlos Saura en otras ocasiones: Sevillanas,
Fados… Sí, es cierto. Pero usar una fórmula no es algo peyorativo en sí
mismo. Las fórmulas si funcionan están muy
bien, sobre todo si gracias a ellas se puede poner en valor elementos a veces
menospreciados o incluso olvidados. La fórmula Saura para sus musicales es muy
sencilla: cuadros aislados que van componiendo un relato con sentido, en este
caso, comenzar en una clase de jota para niños y acabar en una fiesta popular
donde gentes de todas las edades bailan juntos; fondos y pantallas dibujadas
que completan y complementan la coreografía; uso de una iluminación preciosa y muy
apropiada aunque no sea Storaro el que la haga, lo que demuestra que en las
anteriores colaboraciones de Saura con el director de fotografía no todo era
obra del italiano; complicidad con los bailarines que bailan con la cámara.
Todo combinado da como resultado una película-espectáculo de una gran belleza. Pero
en Jota hay además dos momentos de
cine muy especiales: Imperio Argentina cantando Carretero en Nobleza baturra
de Florián Rey; Paco Rabal bailando una
jota estremecedora en Goya en Burdeos,
del propio Saura.
(no suelo poner fotos de películas, pero esta de El viaje de Unai me gusta mucho)
Un apunte sin jota
Hace un par de semanas se estrenó en Barcelona y Madrid, en
muy pocos cines y casi a escondidas, una película perfecta para ir con niños o sin niños. Es un documental de Andoni Canela que se llama El viaje de Unai. Decir que es un documental
me parece la forma más rápida de
definirlo, pero no la más justa. Me explico. Se trata del relato de un viaje de
más de un año y por todo el mundo que Andoni Canela, fotógrafo especializado en
vida salvaje y naturaleza, hizo acompañado de su familia: su mujer, su hijo
Unai de diez años y su hija pequeña Amaia. Andoni tenía que fotografiar la vida
de siete animales emblemáticos en distintos espacios del planeta y no quería
separarse de su familia, así que decidió llevárselos. Este film relata ese
viaje a través de los ojos y las palabras de Unai en una aventura única e irrepetible llena de imágenes
impactantes, momentos de peligro o de añoranza, vivencias espectaculares y amigos
nuevos que van tejiendo una red por todo el mundo. Pero lo que más me gusta de
este diario de viaje filmado, es el comprobar que se puede hacer una película
sobre animales sin necesidad de mostrarlos irremediablemente matando para
sobrevivir. La tendencia en todos los documentales de animales de insistir en
la depredación es algo que siempre me ha parecido un cliché. No es que niegue
que en la naturaleza hay que matar para vivir o que solo los más fuertes
sobreviven. Pero ¿hace falta enseñarlo una y otra vez y además limitarse a eso?
Este increíble viaje que cualquier niño envidiaría demuestra que se puede hablar
de los animales con respeto y que se puede aprender mucho de ellos. Y por
encima de todo, demuestra que darse cuenta de que el mundo es muy grande y muy
variado es la mejor lección que un niño puede aprender. Si hablo ahora de este
film es porque se puede ver todavía en Madrid y Barcelona y sobre todo porque
se va a estrenar en otras ciudades: Valencia, Sevilla, Lérida… y también porque
espero que muy pronto se pueda ver en plataformas on line para que llegue a
todas partes.
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