sábado, 4 de febrero de 2017

MANCHESTER NO ESTÁ EN EUROPA


(Badalona también está frente al mar)
Manchester frente al mar.
El nombre ya es extraño. Manchester no está en el mar. No el Manchester que todos pensamos, pero si este Manchester nevado y pesquero que está frente al mar de Nueva Inglaterra. Manchester donde vivía Joe y su hijo Patrick; donde vivía Lee y sus hijos y su mujer. Vivían, porque ya no viven. Joe acaba de morir y Lee, su hermano pequeño, se fue hace mucho tiempo. Pero ahora tiene que volver a Manchester para hacerse cargo de su sobrino, de una barca, y si es posible, de su vida. Lee vuelve y recuerda y revive, en los dos sentidos de la palabra: revive porque vuelve a vivir el dolor que le dejo vacío, muerto por dentro y revive porque recupera el aliento para seguir adelante. Pero nada es fácil y el proceso de duelo por su hermano se mezcla con su propio proceso de duelo por él mismo. ¡Qué difícil es mostrar el dolor y los sentimientos sin caer en situaciones tópicas y sensibleras! ¡Qué difícil es mostrar las emociones solo con una mirada, con un gesto, con una palabra! Y qué hermoso es cuando se consigue. No sé si la palabra justa es hermoso. En realidad debería decir que emocionante es ver esas emociones latiendo sin aflorar del todo. Lonergan, el director y guionista, consigue hacer que lo cotidiano flote sobre el sentimiento. Lee y Patrick resuelven los problemas del funeral, de la casa, de la barca, de las novias, de una forma natural: viven. Pero por debajo, Lee y de alguna forma también Patrick, van sentando las bases de lo que será su futura relación. Y eso es una de las cosas que más me gustan de esta película. Que no es nada previsible aun siéndolo; que las soluciones que encuentra son las lógicas de la vida pero no suelen ser las del cine; y que eso lo logra en gran parte por un actor que merece que le den el Oscar para el que está nominado: Casey Affleck . Melancólico, hipnótico, desconsolado, son tres adjetivos que la crítica ha utilizado para definir este melodrama callado.  Estoy de acuerdo con los tres.


(nubes de tormenta en el cielo de Europa)
Hotel Europa
La primera imagen que me vino a la mente viendo Hotel Europa, el nuevo film de Danis Tanovic, fue el de las ratas de laboratorio corriendo como locas en un laberinto sin salida. Luego me di cuenta que en realidad las ratas de esta película corren cada una en su nivel, sin mezclarse. Solo hay una rata, Lamija, la recepcionista, capaz de moverse en los distintos niveles. Los demás están completamente estancados en su espiral infernal. Hay cuatro espacios en este Hotel. En el sótano está el dinero, la mafia, la prostitución: el poder; en la planta baja están los obreros, los explotados, los humillados; en las plantas de las habitaciones están los intelectuales y los políticos; en la terraza están los medios de comunicación. Todos están ahí reunidos para celebrar el centenario del atentado de Sarajevo en el que el estudiante serbio Gavrilo Princip atentó contra el archiduque Fernando provocando la primera guerra mundial. Cien años después de este hecho, heroico para unos, terrible para otros, y casi veinte años mas tarde de otra guerra espantosa que dividió y tiñó de sangre los Balcanes en un enfrentamiento medieval de religiones y razas, la violencia sigue latente en Sarajevo. Porque el Hotel Europa está en Sarajevo, la ciudad mártir de la guerra de los noventa donde aun hay heridas abiertas, producidas en un tiempo en el que se sembraron las ideas de podredumbre nacionalista, de xenofobia religiosa, de odio y de separación. Ideas que cayeron en un terreno abonado y que ahora, en el 2017, están dando sus frutos envenenados en distintos rincones de Europa en forma de nacionalismos excluyentes y soberbios, de populismos fascistas.
Podemos ver este Hotel Europa como una metáfora. Mientras los que creen tener la única verdad, se pelean ferozmente en la terraza del hotel como todos los que desde la calle reclaman sus derechos nacionales, en la suite presidencial un famoso actor francés ensaya un monólogo sobre Europa pensado desde su propio interior, sin mirar a su alrededor, con las cortinas cerradas: el exterior no existe. Es un monólogo de lugares comunes desconectado de la realidad como el que tienen los políticos de Bruselas. Dos pisos más abajo, los obreros buscan desesperadamente un líder que les conduzca, que les diga que tienen que hacer, alguien a quien obedecer, porque no son capaces de decidir por si mismo. Y en el sótano, la mafia y la banca controlan todo el hotel y deciden sobre la vida de cualquiera de los que lo habitan. Ejemplar.

Claro que si quieren ver esta película como un Altman balcánico, una especie de cruce entre Shorts Cuts y Pret-a-Porter, interpretado por un grupo de actores desconocidos para nosotros pero de una gran calidad, pueden disfrutarla mucho. No hace falta más. 

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