(Badalona
también está frente al mar)
Manchester
frente al mar.
El
nombre ya es extraño. Manchester no está en el mar. No el Manchester que todos
pensamos, pero si este Manchester nevado y pesquero que está frente al mar de
Nueva Inglaterra. Manchester donde vivía Joe y su hijo Patrick; donde vivía Lee
y sus hijos y su mujer. Vivían, porque ya no viven. Joe acaba de morir y Lee,
su hermano pequeño, se fue hace mucho tiempo. Pero ahora tiene que volver a
Manchester para hacerse cargo de su sobrino, de una barca, y si es posible, de
su vida. Lee vuelve y recuerda y revive, en los dos sentidos de la palabra:
revive porque vuelve a vivir el dolor que le dejo vacío, muerto por dentro y
revive porque recupera el aliento para seguir adelante. Pero nada es fácil y el
proceso de duelo por su hermano se mezcla con su propio proceso de duelo por él
mismo. ¡Qué difícil es mostrar el dolor y los sentimientos sin caer en situaciones
tópicas y sensibleras! ¡Qué difícil es mostrar las emociones solo con una
mirada, con un gesto, con una palabra! Y qué hermoso es cuando se consigue. No
sé si la palabra justa es hermoso. En
realidad debería decir que emocionante es ver esas emociones latiendo sin
aflorar del todo. Lonergan, el director y guionista, consigue hacer que lo
cotidiano flote sobre el sentimiento. Lee y Patrick resuelven los problemas del
funeral, de la casa, de la barca, de las novias, de una forma natural: viven.
Pero por debajo, Lee y de alguna forma también Patrick, van sentando las bases
de lo que será su futura relación. Y eso es una de las cosas que más me gustan
de esta película. Que no es nada previsible aun siéndolo; que las soluciones
que encuentra son las lógicas de la vida pero no suelen ser las del cine; y que
eso lo logra en gran parte por un actor que merece que le den el Oscar para el
que está nominado: Casey Affleck . Melancólico, hipnótico, desconsolado, son
tres adjetivos que la crítica ha utilizado para definir este melodrama
callado. Estoy de acuerdo con los tres.
(nubes
de tormenta en el cielo de Europa)
Hotel Europa
La
primera imagen que me vino a la mente viendo Hotel Europa, el nuevo film de Danis Tanovic, fue el de las ratas
de laboratorio corriendo como locas en un laberinto sin salida. Luego me di
cuenta que en realidad las ratas de esta película corren cada una en su nivel,
sin mezclarse. Solo hay una rata, Lamija, la recepcionista, capaz de moverse en
los distintos niveles. Los demás están completamente estancados en su espiral
infernal. Hay cuatro espacios en este Hotel. En el sótano está el dinero, la
mafia, la prostitución: el poder; en la planta baja están los obreros, los
explotados, los humillados; en las plantas de las habitaciones están los
intelectuales y los políticos; en la terraza están los medios de comunicación.
Todos están ahí reunidos para celebrar el centenario del atentado de Sarajevo
en el que el estudiante serbio Gavrilo Princip atentó contra el archiduque
Fernando provocando la primera guerra mundial. Cien años después de este hecho, heroico para unos, terrible para otros, y casi veinte años mas tarde de otra
guerra espantosa que dividió y tiñó de sangre los Balcanes en un enfrentamiento
medieval de religiones y razas, la violencia sigue latente en Sarajevo. Porque
el Hotel Europa está en Sarajevo, la ciudad mártir de la guerra de los noventa
donde aun hay heridas abiertas, producidas en un tiempo en el que se sembraron
las ideas de podredumbre nacionalista, de xenofobia religiosa, de odio y de
separación. Ideas que cayeron en un terreno abonado y que ahora, en el 2017, están dando sus frutos envenenados en distintos rincones de Europa en forma de
nacionalismos excluyentes y soberbios, de populismos fascistas.
Podemos
ver este Hotel Europa como una
metáfora. Mientras los que creen tener la única verdad, se pelean ferozmente en
la terraza del hotel como todos los que desde la calle reclaman sus derechos
nacionales, en la suite presidencial un famoso actor francés ensaya un monólogo
sobre Europa pensado desde su propio interior, sin mirar a su alrededor, con las
cortinas cerradas: el exterior no existe. Es un monólogo de lugares comunes
desconectado de la realidad como el que tienen los políticos de Bruselas. Dos
pisos más abajo, los obreros buscan desesperadamente un líder que les conduzca,
que les diga que tienen que hacer, alguien a quien obedecer, porque no son capaces
de decidir por si mismo. Y en el sótano, la mafia y la banca controlan
todo el hotel y deciden sobre la vida de cualquiera de los que lo habitan. Ejemplar.
Claro
que si quieren ver esta película como un Altman balcánico, una especie de cruce
entre Shorts Cuts y Pret-a-Porter, interpretado por un
grupo de actores desconocidos para nosotros pero de una gran calidad, pueden disfrutarla
mucho. No hace falta más.
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