Esta
semana se estrenan por lo menos diez películas.
Algunas no las he visto y de las
que he visto ninguna me gusta lo suficiente como para hablar de ella en este
blog de gustos y de propuestas personales.
Así
que he decidido hablar de un libro que estoy leyendo. Aun no lo he terminado,
pero ya puedo comentarlo. Entre otras cosas porque está relacionado con la
actualidad. O casi.
Se
trata de Sélection officielle, Journal,
de Thierry Frémaux, el todo poderoso delegado general del Festival de Cannes,
que cerró las puertas de su 70 edición hace justo una semana. El libro es un diario personal que comienza
el 25 de mayo del 2015, primer día después del 68 Festival de Cannes y acaba el
22 de mayo del 2016, último día del 69 Festival de Cannes. Un año en la vida de
un hombre que ES el festival.
El
libro es apasionante en muchos sentidos. No solo por descubrir los entresijos de
la organización del mas grande evento cinematográfico del mundo, sino por ver como
se va construyendo una programación paso a paso con todos sus problemas y sus
sorpresas.
Sélection officielle tiene un problema para un lector no francés: la abundancia de nombres vinculados
al cine de su país que resultan completamente desconocidos para cualquiera que
lo lea en otro lugar del planeta. Pero a pesar de eso, hay en sus páginas muchas
referencias universales que lo convierten en una lección de historia y de
actualidad.
Es
cierto que se desprende de este Diario que el Festival tiene sus festivaleros,
es decir sus directores favoritos, los “abonnés”, que no necesitan otra presentación que la de haber hecho una película para estar
ahí. Pero también es cierto que entre sus seleccionadores/visionadores, acaban
por descubrir cada año algunos nombres nuevos que pasaran a engrosar las filas
de los “abonnés”.
De
la vida personal de Frémaux se habla poco en este libro. Sabemos que está
casado, que tiene un hijo, Víctor (seguramente mas que no aparecen con nombre),
que le gusta ir en bicicleta, es un hincha del Olympique de Lyon y adora a
Bruce Springsteen. Vive en Lyon donde dirige con pasión el Institut Lumière.
Para mi, que no sabía nada de él, descubrir que mantiene esta vinculación con
Lyon y con el Instituto ha sido la más agradable sorpresa. Por lo que significa
de respeto y cariño al lugar donde has nacido y vivido; por lo que significa de
respeto y cariño al cine y sus orígenes sin el que difícilmente se podría
mantener respeto y cariño al cine de ahora mismo.
Este
Diario no es exactamente un libro sobre cine, ni tampoco sobre el Festival de
Cannes. Es el relato de un año de vida con sus claros y sus oscuros, enmarcado
en un espacio privilegiado. Leerlo me ha reconciliado un poco con Cannes y sus
fastos; con Cannes y sus nefastos.
(me encanta este cartel, por eso lo pongo)
Creo
que como final de esta entrada debería recordar un film del que no he hablado y
que tanto tiene que ver con Frèmaux y con Lyon. Se trata de Las películas de mi vida, el precioso
documental que Bertrand Tavernier dedica a recorrer el cine francés reivindicando
muchos de esos directores que la Nouvelle Vague despreciaba y que, con el
tiempo, han demostrado su valor y su importancia. Es un viaje sentimental,
cinéfilo, personal y evocador hecho por un hombre que antes que director fue crítico
y antes que crítico fue espectador. Alguien que, como Frèmaux, nunca ha dejado
su vida en Lyon, ciudad a la que está profundamente vinculado.
Ver
este film mientras se lee el libro de Thierry Frèmaux es como sumergirse en un
mar de cine francés y universal. Uno y otro, por distintos motivos y razones,
destilan eso que Tavernier llama La
Decencia Ordinaria. Concepto que cada vez me gusta más.
Del
documental me quedo con una frase: “Los directores a veces piensan que con sus películas van a
cambiar el curso de la historia. Pero yo prefiero pensar que si con ellas
consigues cambiar la vida de dos personas, ya has hecho algo extraordinario.”
Del
libro de Frèmaux me quedo con un párrafo que resume muy bien un sentimiento que
compartimos los críticos de cine con los programadores de festivales y
probablemente con todos los que se mueven en este mundo: “Si estoy aquí es
porque me gustaba por encima de todo ver películas y leer libros. Pero ahora no
puedo disfrutarlos normalmente. Este tipo de existencia dibuja sus propios límites.
Es un clásico que conocen bien los cinéfilos: cuando empiezas a trabajar en el
cine, vas mucho menos al cine (o mucho mas en el caso de los críticos). Entrar
en una sala para pasar dos horas y olvidar tu vida, es algo que nunca podemos
hacer. El trabajo es un placer, pero el placer se ha convertido en trabajo.”
(mi particular Palma de Barcelona para Frèmaux y Tavernier)
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