(sueño de una
noche de verano)
En
la noche más corta del año, también la más sonora y desde luego la más
calurosa, he tenido un sueño. He soñado que todo se solucionaba. Pero lo he
olvidado nada mas despertarme. Es lo que suele pasar con los sueños, se quedan
en ese mundo paralelo en el que vivimos un tercio de nuestra vida. Ese otro
territorio con su geografía, su urbanismo, sus habitantes ¿No tienen la
sensación de que los escenarios se repiten, los espacios son los mismos aunque las situaciones sean distintas?
Yo sueño con una casa que conozco tan bien como la mía. Sé donde esta cada
habitación, lo que hay detrás de las puertas, hasta donde llega el jardín de
atrás que se confunde con un bosque. Es una casa amiga, aunque a veces me pasan
allí cosas que no entiendo. También sueño con una ciudad. No se parece a
ninguna otra. Es una ciudad que he inventado para mi y en la que me siento
segura.
No
sé porque me ha dado hoy por hablar de los sueños. Quizás porque es San Juan y
anoche se celebró en Barcelona la verbena con todo su esplendor de petardos,
castillos de fuegos, y hogueras. Todo muy controlado, todo reglamentado No, la
ciudad en la que sueño no es Barcelona desde luego. Barcelona sigue siendo mi
ciudad. No viviría en ningún otro sitio. Pero no es mérito suyo, es demérito de
la mayor parte de ciudades que conozco, tanto si son más grandes (difíciles
para vivir) como si son las pequeñas (sociedades controladoras). Pero Barcelona
no se parece a mi ciudad soñada. En Barcelona hay demasiadas reglas absurdas que dificultan la
creatividad, la variedad de miradas y de comportamientos. Todas las terrazas
(las pocas que van dejando) tienen que ser iguales. Los coches son apestados a
los que hay que expulsar de la ciudad, aunque nadie se preocupe de que el transporte
público funcione (el jueves fui a la parada del 45, uno de los autobuses que me
trae a casa desde el centro, en la pantalla figuraba que iba a tardar ¡23
minutos!, me fui andando naturalmente). Se puede decir que la ciudad vela por
mi salud y me hace caminar, pero no: la ciudad quiere que vaya en bicicleta y
si no me gusta, no sé o me da miedo, te fastidias.
Esta
semana ha saltado a los periódicos un tenebroso asunto de corrupción
urbanística local y a pequeña escala. Un piso de la Barceloneta de 30 metros
cuadrados se alquilaba a turistas por
250 euros la noche. El que lo alquilaba era un inquilino, no el dueño, lo que
convertía el negocio en un robo organizado. Los medios de comunicación se
pusieron inmediatamente del lado de la dueña del piso. Pero yo me pregunto si el
origen del problema no viene de más lejos. ¿Es lógico, y ético que ella cobrara
950 euros mensuales de alquiler por 30 metros cuadrados? La primera que
especulaba era ella. Y esto me lleva a una segunda reflexión: si hay turistas
dispuestos a pagar 250 euros por noche en 30 metros cuadrados, debe ser por
algo. Sí, porque no hay hoteles en esta ciudad. Y la idea es que aun haya
menos. Los hoteles darían trabajo a mucha gente, pagarían impuestos y ofrecerían
un servicio que un apartamento de 30 metros no da. Acabar con la especulación
en todo el espectro urbano y construir hoteles sería una buena solución para
mejorar la ciudad.
Me
he ido por las ramas en esta mañana de San Juan. Debe ser la resaca no de coca
y cava, sino de un año agotador. Y no he hablado del procés. En mi ciudad, en mi casa de los sueños, el procés no existe. A lo mejor por eso me
gusta dormir y soñar que estoy allí y no aquí.
(un águila
preciosa que ha dibujado Ramon para mi)
Bueno
y de cine, solo una película puedo recomendar. Entre otras cosas porque aun no
he visto el estreno de la semana ese Wonder
woman que es el primer blockbuster del verano. De todo lo que se estrena
hoy, me gustaría destacar Hermanos del
viento, de Gerardo Olivares. Es una docuficción en los Alpes. La historia
es la de la amistad entre un niño y un águila. Los paisajes son espectaculares
(y frescos), los animales magníficos. La historia previsible. Pero todo junto
hace que sea un film que juega a los tópicos de superación y de supervivencia
(comer y ser comido, lucha por el
territorio) pero con una lección final que me gusta mucho. Educar es dar las
herramientas para tener criterio propio, para saber defenderte en el mundo sin
necesidad de atacar a los demás. Educar
es querer y ser generoso para dar la libertad. Muchas veces se confunde
educar con adoctrinar, educar con convertir en adeptos, fieles que siguen las
ideas del jefe, sea el padre, sea el maestro, sea el jefe de la tribu o el
president(e).Lukas, el niño, aprende a educar a Abel, el águila, para que pueda
vivir en libertad en las montañas mientras él mismo aprende a vivir en libertad
entre los suyos. Es muy bonita, de verdad.
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