(esta bicicleta la dibujé, y publIqué, hace un par de años)
Empiezo
con una aclaración: No sé ir en bicicleta; no me gustan las bicicletas como
medio de transporte urbano (aunque las soporto con actitud estoica). Pero en
cambio me encanta el ciclismo. Bueno, no sé si exactamente el ciclismo o el
Tour de Francia. Nunca he seguido otra gran carrera, Vuelta a España o Giro de
Italia, Pero el Tour sí, siempre que puedo lo veo y lo sigo. Y lo disfruto.
Hace unos días, en el último programa de la temporada de Les 10 noticies, de BTV, el tema que me tocó fue precisamente el
Tour. Cuando Xavier Muixi, el director,
me preguntó que por qué me gustaba el Tour, me quedé unos segundos
pensando. Y contesté que por tres razones. Por la dilatación del tiempo, por
los paisajes, por el trabajo de equipo.
La
dilatación del tiempo es una de las cosas más fascinantes de una carrera
ciclista que tiene etapas de cuatro horas en las que parece que no pasa nada, pero
en realidad hay todo un proceso en movimiento que se resuelve en cuestión de
segundos fundamentales para tener un lugar u otro en la clasificación. El
tiempo dura una eternidad que no quieres que se acabe mientras corren
lentamente los segundos en una final de etapa. Si puedo, me gusta ver las
etapas desde el principio, ver como se van trazando las estrategias, como se
van colocando los corredores. Es un microcosmos muy especial.
En
cuanto a los paisajes, está claro que el Tour de Francia es el mejor escaparate
para conocer los lugares más espectaculares, las montañas más impresionantes
(hoy el Izoard ha sido magnífico), los ríos más grandes, el Ródano, el Loira, el
Garona; los castillos más bonitos o las abadías mas hermosas. Pero sobre todo, el
Tour sirve para conocer los pueblos. Ya lo he escrito otras veces. Francia me
produce una enorme envidia por lo bien que ha sabido conservar sus pueblos sin
destrozarlos con casas modernas de pisos, polígonos industriales, o granjas
apestosas. No es que no tengan polígonos o granjas, pero están mucho mejor
integrados en el paisaje y los pueblos han cuidado que nada altere la armonía
arquitectónica de sus calles y plazas. Es una muestra de civilización, de
respeto, pero también de confianza en lo que se es y en lo que se representa.
Aun recuerdo como en un pueblo de Girona, hace unos años, la gente más rica del
pueblo, incluido el alcalde, consideraron que no podía ser que en Barcelona
hubiera edificios de pisos con ascensor y allí no. Y sin dudarlo, construyeron
un espantoso edificio de no sé cuantos pisos, donde se fueron a vivir para demostrar
su estatus social. Eso se llama estupidez.
La
tercera respuesta fue la de los equipos. Todos los deportes de equipo son
parecidos, seguramente. Pero en el ciclismo no existe el asamblearismo, está
claro que hay un líder y todos los demás tienen que trabajar para él. No todos
son iguales, pero si son todos indispensables. Un líder sin equipo difícilmente
podrá ganar la carrera. Los gregarios saben cuál es su papel, y como deben
comportarse. Y lo asumen porque es la manera de llegar a un buen puerto, de
ganar todos. Pero eso, si su líder les exige fidelidad y trabajo, ellos le
exigen a él ganar y saber por dónde hay que ir. Un líder enloquecido, megalómano
y que vive en un mundo desconectado de la realidad, es decir del pelotón, nunca
conseguirá nada mas que llevar a los suyos al precipicio.
Podría
seguir escribiendo del Tour, incluso de algunas cosas malas, por ejemplo el tema del doping que por suerte
parece completamente erradicado de la carrera o de las caídas o de… pero lo
dejo aquí.
Y
lo dejo con dos enlaces por si les apetece verlos. Uno es el del último
programa de Les 10 noticies de BTV
del viernes 14 de julio. El otro es de un documental precioso de Louis Malle
que se llama Vive le Tour, filmado el
año 1962, cuando Anquetil y Bahamontes mantenían su eterna rivalidad.
Vive le Tour
Les 10 noticies
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