(la
última imagen de El planeta de los simios)
En
el verano de 1968 yo tenía 18 años (un buen año para tener 18 años). Me habían
expulsado de la Universidad (me readmitieron el año siguiente) y trabajaba en
la Editorial Salvat (¡bendito tiempo en que a los 18 años encontrabas trabajo!).
Ya vivía con Ramon y los dos éramos entusiastas del Cine. Todo el cine. Por eso
nos gustó mucho El planeta de los simios,
la primera, la original, la de 1968 dirigida por Franklyn Schaffner y
protagonizada por Charlton Heston. Aun recuerdo el impacto de la última imagen
de la película cuando Taylor descubre la estatua de la Libertad sepultada en la
arena. Cornelius, Zira, el doctor Zayus, pasaron a formar parte de una
mitología aun por construir y consiguieron que a partir de entonces mirara a
los monos con otros ojos, con más respeto.
Las
dos siguientes entregas, Regreso al
planeta de los simios, 1970 y Huida
del planeta de los simios, 1971, no estuvieron a la altura de la primera y
aunque también me gustaron, me decepcionaron un poco. Ni cinematográficamente,
ni como saga, permitían pensar que se iba a consolidar un mito simio. Aun hubo
dos pelis más en los setenta, de las que, para ser sincera, no recuerdo nada.
Habría
que esperar al 2001 para que Tim Burton hiciera un remake de la primera entrega,
pero con su toque personal y con unos monos que daban auténtico miedo. Los
simios del primer planeta eran claramente actores disfrazados. Estos también,
pero con un componente de terror que creo fue el elemento determinante para que
no volviera a arrancar la saga.
Pero
ellos estaban ahí, esperando su momento. Y ese momento llegó en el 2011 con una
película titulada El origen del planeta
de los simios, que contaba la historia de César, descendiente directo de
Cornelius y Zira, los monos que habían viajado al pasado en 1973. Ahora sí,
ahora se vio claro que la saga había encontrado un protagonista digno del mito:
César, el chimpancé inteligente, capaz de liderar una rebelión como si fuera un
Espartaco de los simios.
Tres
años más tarde, una historia situada en el año 2021 (¡qué peligro datar las
películas tan cerca de la realidad!) contaba como los monos de César habían
sobrevivido y se habían extendido casi al mismo tiempo que se extendía un virus
que exterminaba a los humanos. Quedan tan solo reductos escondidos de humanos
que siguen empeñados en luchar contra los monos. Aquí el conflicto es otro.
César no quiere la guerra, los humanos que se encuentra en su camino, tampoco.
Pero hay otros monos y otros humanos que alimentan el odio y lo único que
anhelan es la destrucción de la otra especie. César deberá enfrentarse a Koba,
un chimpancé que le disputa el liderazgo y que quiere arrastrarlos a un
enfrentamiento que César sabe será terrible para todos. “Simio no mata simio”, afirma
Koba. César nunca olvidará esa frase y el recuerdo de la muerte de Koba le
perseguirá toda su vida.
La
tercera parte de este renacer es la que se estrena ahora, La guerra del planeta de los simios. Esta tiene dos fuentes claras
de inspiración, el western y el cine bélico de evasiones de campos de
concentración. Tanto en un registro como en otro funciona perfectamente. Pero
hay una pequeña variante que se intercala entre los dos géneros. La aparición
de un nuevo personaje, la niña muda, uno de los aciertos del film y de la que
puede nacer una segunda trilogía. Porque ésta, la de César, ha llegado a su
fin.
(César y la
niña muda)
Supongo
que para los que no les gusta la ciencia ficción todo este texto les parecerá
una tontería. Y sin embargo, más allá del espectáculo de los monos montados a
caballo y las peleas mortales; más allá de los sentimientos y las emociones,
hay en esta saga, ya desde su origen, una clara voluntad de denunciar
situaciones de injusticia, de lucha de clases, de revoluciones frustradas pero
necesarias. Yo la disfruto con lo que es, ciencia ficción/western/cine bélico/
aventuras/ efectos especiales espectaculares/ actores magníficos bajo la capa
de pelo… pero se puede disfrutar también leyéndola en clave contemporánea.
(Copio
aquí lo que escribí el 5 de agosto del 2011 sobre la primera parte)
“Siempre
me han dado miedo los monos. Se parecen demasiado a los humanos. Cuando miran
de frente, no puedo dejar de pensar que me están juzgando y cuando los veo en
comunidad, un escalofrío me recorre la espalda. Creo que este sentimiento es
muy común y eso explica que exista la saga del Planeta de los Simios que desde
hace 45 años nos viene amenazando desde las pantallas. Lo que me llama la
atención son las fechas en que han aparecido los monos dominantes en el cine.
Las cuatro primeras películas: El planeta…, el regreso… la huida… y la
rebelión…, se rodaron entre 1968 y 1973, cinco años en los que el mundo atravesaba
una de sus mas importantes crisis de pensamiento: el fin de las ideologías
dominantes, la aparición de los movimientos alternativos, la primera y gran
crisis energética. Después, los monos se retiraron al limbo de las historias
hasta el 2001 en que Tim Burton los rescató en un momento en que la
civilización occidental estaba a punto de sufrir una nueva conmoción, la
rebelión inesperada de una parte de la sociedad que tenía categoría inferior en
el orden establecido. Las Torres Gemelas fueron el inicio de esa rebelión. Diez
años después aparece El origen del
Planeta de los Simios, una nueva entrega que nos recuerda cómo empezó todo.
Y lo hace en medio de una de las mas grandes crisis económica y de sistema que
haya habido nunca. Lo que cuenta es muy obvio: los humanos son tan codiciosos y
estúpidos que son capaces de autodestruirse, pero el mundo seguirá existiendo
gracias al desarrollo de una nueva especie inteligente: los monos. Aprendamos
de ellos. Los supervivientes de esta situación enloquecida en la que nos ha
sumergido ese ente abstracto y sin rostro que se autodenomina “los mercados”,
estamos obligados a luchar. Nosotros, como César, tendremos que aprender a
vivir en los grandes bosques de la sociedad y desde las ramas de sus árboles
defendernos de los depredadores. César es el primero de una saga que tendrá
muchos seguidores. Espero.”
(Y
lo que escribí el 2 de agosto del 2014 sobre la segunda película)
“Un
poco tarde pero he visto Amanecer del planeta de los simios. Me he
aburrido mucho. La anterior, El origen…, me gustó bastante, pero
ésta no. Si la traigo a colación es porque la traición de Koba, el mono malo
que se enfrenta a Cesar, el mono bueno, para provocar la guerra con los humanos
que César intenta evitar como sea, me ha hecho pensar que la realidad de
nuestro tiempo no está demasiado lejos. César sabe que será una guerra cruenta
y por eso no la quiere, como no la quiere su amigo el ingeniero Malcom. Pero a
Koba le da igual que sus monos mueran a montones. Él quiere la guerra porque
así se fortalece frente a la manada y encuentra en el jefe Dreyfuss el
eco de su ambición. El resultado es la devastación mutua”.
Releyendo
este párrafo me doy cuenta de la tremenda actualidad que tiene este conflicto.
Los paralelismos con el aquí y el ahora se pueden encontrar muy fáclmente.
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