(no tengo ganas de buscar una ilustración para este post, lo siento)
Escribí
este texto el jueves por la mañana, pensando publicarlo, como siempre, el viernes
o el sábado. El terrible atentado de Barcelona el jueves por la tarde me ha
hecho dudar si hacerlo o no. Pero creo que sí, que debo ponerlo. Porque el día
en que el miedo o la vergüenza o la cobardía, puedan conmigo, con nosotros, ese
día sí que habrán ganado su guerra.
Sophia
Coppola se atreve a todo, o a mucho. Sophia Coppola tiene las ideas muy claras
y las expone en sus películas con relatos muy diferentes. Sophia Coppola tiene
una mirada de mujer (no exactamente feminista, no es lo mismo) sobre el mundo y
las relaciones. Sophia Coppola encierra a sus personajes femeninos en universos
claustrofóbicos (una casa, un hotel, un palacio, una mansión sureña) donde deja
aflorar sus virtudes y sus vicios. Por eso es completamente lógico que
decidiera adaptar la novela The Beguiled
de Thomas P. Cullinan, publicada en 1966 y que Don Siegel convirtió en vehículo
estelar para Clint Eastwood en 1971 bajo el título de El seductor.
No
hay que caer en la tentación de comparar las dos versiones por que no tienen
nada que ver más allá de la anécdota: un soldado de la unión herido, acogido en
un internado de señoritas sureño, desata los demonios sexuales escondidos entre
las paredes. Eso es igual en las dos películas porque el argumento viene del
libro. Pero nada más. Porque Sophia hace “otra” película. Una película
tremendamente romántica, desde los paisajes brumosos de esos húmedos bosques,
hasta los primorosos vestidos de sus protagonistas. La seducción es una película “dibujada” si me permiten la
expresión. No hay nada físico en ella: no hay sangre, no hay suciedad, no hay
violencia, casi no hay sexo, Solo los trazos de una fina línea sobre la
pantalla que nos permiten imaginar todo eso más allá de lo que vemos. Esta
seducción coppoliana es un film preciosista, y que cada uno decida si este
adjetivo es bueno o malo. Para mi es bueno, muy bueno, y aún gustándome mucho
el film de Siegel, tengo que reconocer que me gusta mucho también esta nueva
mirada.
Coda
1
La
historia de The Beguiled, el libro y
las dos adaptaciones, sucede durante la guerra civil norteamericana. No conozco
el libro, pero en la película de Siegel, la guerra está muy presente. En
cambio, en la versión de Coppola, la guerra es algo lejano que pasa más allá de
las puertas de ese castillo encantado poblado de hadas maliciosas. La guerra no
existe, pero si existe el espíritu del sur, el respeto reverencial por el
General Robert Lee. Escribo esto después
de leer lo que ha sucedido en Charlottesville provocado por la reacción de los
supremacistas nazis ante la retirada de una estatua del general sudista (no
quiero entrar en las lamentables palabras del payaso Trump). Pero esta noticia me lleva a pensar en lo absurdo
que puede ser intentar reescribir la historia a partir de criterios
contemporáneos. La historia es la que es y hay que asumirla, no borrarla. Y
esto viene a cuento también del dichoso informe del ayuntamiento de Sabadell
que propone eliminar de las calles (de la enseñanza ya los han eliminado hace
mucho) figuras como Machado, Goya, Quevedo, Góngora,… en aras de una limpieza
de sangre catalana. La limpieza de sangre es muy peligrosa. Arrogarse quien
debe y no debe estar en las calles y en los museos y en los libros, es propio
de regímenes fascistas y dictatoriales. Es un ejemplo de exclusión y sobre todo
es un ejemplo de estupidez y estrechez de miras. De incultura en definitiva. (No
estoy en contra de que se revisen los nomenclátores, pero no para sustituir
unos personajes por otros que dentro de nada podrán, a su vez, ser barridos)
Coda
2
Y
ya que hablamos de remakes y de limpieza, no puedo evitar hacer una referencia
al horroroso cartel de la CUP que se ganó portadas la semana pasada. Horroroso
más que nada por lo feo y lo mal hecho que está. Todavía nadie se ha puesto de
acuerdo en quien es la mujer de rojo ¿Rita Barberá, Ana Patricia Botín? Por
favor, si quieren provocar que
lo hagan un poco mejor. Lo de remake viene a cuento no por el antecedente
leninista que tanto se ha aireado estos días y del que parecen sentirse tan
contentos y orgullosos. El remake me viene a la cabeza por otro cartel, mucho
menos publicado en la prensa, todo hay que decirlo. Se trata de un cartel
franquista que tiene mucho que ver con su idea de barrer a los que no les
gustan. Y es que ya se sabe que los pensamientos totalitarios, los cupismos,
stalinismos y franquismos excluyentes y autoritarios, tienen mucho en común.
Sus ideologías no están tan lejos.
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