viernes, 11 de agosto de 2017

REYES ARTUROS


En esta semana un poco tonta que marca la mitad del verano, los estrenos no son particularmente atractivos. Siempre se puede recurrir a películas estrenadas hace unas semanas y que aún están ahí, esperando ser vistas, pero de lo nuevo, poca cosa.
Entre eso nuevo se ha estrenado una versión de la historia del Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda.
Al margen de recomendar que se recuperen los preciosos libros de Chretien de Troyes sobre los caballeros andantes, la fundacional narración de Geoffrey de Monmouth o la casi olvidada obra de Thomas Malory, La muerte del rey Arturo; al margen también de volver a leer La tierra Baldía de T.S. Elliot, la divertida novela de Mark Twain Un yanqui en la corte del Rey Arturo o la indispensable obra de Steinbeck Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, sin olvidarnos de la entretenida versión del origen del mito de Valerio Manfredi en La última legión. Al margen de todos estos libros, que se pueden leer escuchando el Parsifal de Wagner, siempre se puede revisar alguna de las muchas versiones cinematográficas que se han hecho de la leyenda artúrica.

Estos días han salido publicadas varias recopilaciones de las películas de caballeros de la mesa redonda. Esta es una más, pero mi particular aproximación la voy a hacer desde un punto de vista del contexto en que se estrenaron.

Un yanqui en la corte del Rey Arturo, Tay Garnett, 1949.
En plena recuperación tras la guerra, tocaba reírse un poco de los caudillos y los reyes absolutos, aunque fueran tan amables como el Rey Arturo. La novela de Mark Twain era perfecta para demostrar que los yanquis siempre estaban al lado de los buenos. Incluso en épocas tan remotas como la baja edad media. Está en Filmin.


Los caballeros del Rey Arturo, Richard Thorpe 1953
Versión clásica y canónica del cine de aventuras de la Metro, con un Lancelot/Robert Taylor enamorado de una Ava Gardner guapísima como Ginebra. Los años cincuenta son los de la consolidación de Hollywood como fábrica de sueños en decorados y colores magníficos. ¿Y qué mejor sueño que el de ser un caballero andante salvando princesas? Varias generaciones descubrieron al rey Arturo y sus caballeros gracias a esta película.

Un español en la corte del Rey Arturo, TVE Escala en HIFI 1964
Una rareza bastante difícil de soportar ahora mismo. Solo apta para muy nostálgicos del programa Escala en HIFI. La traigo aquí  por lo extravagante y por lo representativa de la imaginación dentro de la miseria. Se puede ver en Youtube. Aténganse a las consecuencias.


Camelot, Joshua Logan 1967
En pleno auge del movimiento hippie, el amor libre, la liberación sexual, y las drogas, el magnífico film de Logan se erige como un manifiesto involuntario de ese movimiento. Fue un éxito indiscutible en su época, no solo por el amor que surgió entre Ginebra/Vanessa Redgrave y Lancelot/Franco Nero en la vida real, también por la música y por el impecable mensaje de tolerancia que tenía todo el film. Sigue siendo una película estupenda.


Lancelot du lac, Robert Bresson, 1974
Los primeros años setenta, en cambio, no estaban para romanticismos, ni para aventuras, ni para flores, ni para tolerancias. En medio de una crisis mundial que los que tengan memoria recordaran como terrible (a la que podemos añadir el plus del oscurantismo de los últimos años del dictador en España) el film de Bresson proponía una mirada calvinista, austera, desencantada con un Lancelot vencido, una Ginebra culpable, un rey Arturo manipulado por el malvado Mordred. Era el retrato de la derrota de la búsqueda del Grial. En la Europa de los primeros setenta no había un Grial que conquistar, solo sobrevivir.


Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, Monty Python 1975
Tan solo dos años más tarde, los Monty Python decidían reírse a fondo del mito del rey Arturo en su segunda incursión en el cine. La delirante visión de un rey sin caballo en un reino sin súbditos, respondía plenamente a la necesidad de tomarse con sentido del humor la historia, pasada y presente. Las ideologías, las reglas establecidas, los mitos, todo se podía cuestionar (en nuestro país un poco menos, Franco agonizaba y mataba). La película está en Youtube y si no quieren verla entera, les recomiendo que vayan al minuto nueve mas o menos donde se encontrarán con un discurso muy de actualidad.

Los caballeros de la moto, George Romero, 1981.
Esta es una rareza escondida en los pozos sin fondo de Filmin. No la he visto (pero la veré) así que me limito a copiar lo que ponen en Filmin: “Las aventuras de una peculiar banda de moteros que viajan por pequeños pueblos estadounidenses vestidos como si de caballeros de la Mesa Redonda se tratara. Allí donde paran, organizan fiestas medievales en las que la gente puede comer y beber, comprar artesanía y disfrutar de torneos a bordo de espectaculares motos. Su vestimenta no es lo único peculiar, sino sus reglas y estilo de vida, que procuran mantener según seguían los hombres de Camelot.” 


Excalibur, John Boorman, 1981
La mejor adaptación al cine del ciclo de novelas artúricas. John Boorman hacía una lectura simbólica y se adentraba en el núcleo fantástico y espiritual de la idea de una mesa redonda donde nadie era más que nadie. La idea de un mundo de iguales y unidos, sin fronteras, sin diferencias y exclusiones, está en el origen del mito artúrico. Pero igual que ahora, ni Merlín, ni Morgana, ni Mordred estaban dispuestos a dejar que Arturo construyera su legendario reino con ayuda de la espada Excalibur. El final de la película, con Perceval arrojando la espada para que la dama del lago la recogiera y la volviera a esconder, anunciaba que empezaba una época en la que iba a triunfar el todo vale, el final de la utopía.

La espada en la piedra, Disney, 1983
Quizás era el momento de recurrir a la inocencia de los dibujos animados. Disney así lo entendió con su adaptación de la historia de Arturo niño, antes de convertirse en rey. El film estaba dominado por un divertido y soñador Merlín y una bruja, Madame Mim que bien podía asimilarse, viendo el film en perspectiva, a Margaret Thatcher. Solo es una idea.

El primer caballero, Jerry Zucker, 1995
Sean Connery y Richard Gere encarnan al Rey Arturo y a Lancelot en esta mirada aséptica, sin magia, tan prosaica y sin alma como un mal videoclip, muy apropiada para unos años en los que el mundo dejaba atrás el idealismo y se adentraba en la era del triunfo del materialismo mas feroz, los años yuppies (¿se acuerdan del término?) de los brokers, de Wall Street, Instinto básico, o Días de furia (por citar tres de Michael Douglas). Arturo ya no tenía espacio para vivir y pasaba la espada a un Lancelot salido de esa nueva cultura.


El rey Arturo, Antoine Fuqua, 2004
En el año 2004, el mundo había vuelto a cambiar. La caída del Imperio (Occidental) empezaba a ser evidente; las invasiones bárbaras comenzaban a asolar el mundo civilizado y el auge de los nacionalismos y los movimientos excluyentes, estaba a la vuelta de la esquina. En ese contexto se estrena El rey Arturo que parte sin declararlo del último capítulo de la novela de Manfredi. En la lejana Bretaña, al pie del muro de Adriano (este muro existió mucho antes que el de Juego de Tronos), Arturo se da cuenta de que es inútil volver a Roma y que lo que tiene que hacer con sus compañeros, Lancelot, Gauvain, Galahad y Tristán, es defender Britania de la invasión sajona con ayuda de la magia y la imaginación. Juego de tronos se inspira en esta historia más de lo que se suele decir.

El rey Arturo, la leyenda de Excalibur, Guy Ritchie, 2017
No he visto la película que se estrena esta semana, pero por los clips y el tráiler disponibles en la red y por las críticas que he leído, me temo que será un rey Arturo a la altura de su tiempo: un rey Arturo de la era del twitter, una idea en 140 caracteres, la rapidez, la acumulación de imágenes que se olvidan a los treinta segundo porque ya te han bombardeado con trescientas más. Un Arturo de los tiempos de Trump. O a lo mejor no. Peligros de hablar de algo sin haberlo visto. 

(Todos los cuadros son representaciones de la leyenda artúrica. La mayoría son prerafaelitas)

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