Sigo
en modo “cueva”. Es decir, sin salir de casa. Estoy haciendo una especie de
vacaciones interiores en las que desconecto casi tanto como si estuviera en la
otra punta del mundo. En este autoexilio vacacional leo, escribo y veo series.
No películas. Curioso fenómeno. Me he dado cuenta de que las películas, el
cine, es para el invierno. Al menos para mí. Ahora, en medio de este extraño
verano que convierte Barcelona en un horno, me refugio en casa y veo series
españolas.
Si,
españolas. Porque estos días he estado poniéndome al día de dos series
españolas recientes que no había visto: El
día de mañana, en Movistar y Fariña
en Netflix. Y me he dado cuenta de que sin quererlo estoy haciendo una revisión
cronológica de un fragmento de la reciente historia de España. Empezando con El día de mañana que va del año 1966 al
1977; enlazando con el año 1981 cuando empieza Fariña que se prolonga hasta 1990.
Son
dos series muy diferentes en todos los sentidos. Las dos son muy interesantes,
ambas son muy buenas. Vamos una por una
(en
una playa como ésta me pude cruzar con Justo y Carme en 1966)
El día de mañana,
Basada
en una novela de Ignacio Martínez de Pisón que no conozco, es una de las
mejores series españolas en mucho tiempo. Por tema, por actores, por
ambientación, por la dirección y los espacios. Para los que vivíamos en Barcelona
en esos años, es un viaje en el tiempo. Yo recuerdo muy bien esa Barcelona de
1966, el año de la Capuchinada, o la de 1969, el año del estado de excepción.
Recuerdo el año 1970 con la fuga de El Lute y los juicios de Burgos y el 73
cuando saltó por los aires Carrero Blanco y el 74 cuando el peso del franquismo
moribundo nos aplastaba contra la pared. También recuerdo el año 1975 y su
mezcla de miedo y esperanza y el 76 con los neonazis desatados y el 77 con la
llegada de aire fresco. Todo eso se ve en esta serie reflejado en el rostro de
Justo Gil, es decir de Oriol Pla, un actor capaz de dotar a sus ojos azules del
candor, el cinismo, el miedo, la venganza, y el dolor en cada episodio. El día de mañana sirve para revivir
nuestra propia memoria, pero lo más importante, sirve para recordar a los que
no habían nacido aun que Barcelona era una ciudad compleja y diversa, que
acogía distintas capas y que devolvía una vitalidad que ahora parece haber perdido.
Hay una declaración de Mariano Barroso sobre la serie que me dejó pensando en
lo relativo de la historia. Cuenta Mariano que paseando con el guionista de la
serie Alejandro Hernández por la Vía Laietana, pasaron delante de la comisaría central
y le pidieron al guardia de la puerta si les dejaba entrar. Esa comisaria daba
tanto miedo en los años sesenta, yo lo sé porque estuve ahí tres días en un
calabozo, que durante años cruzábamos la acera para no pasar por delante y si
podíamos, ni siquiera por la acera de enfrente. Pero en cambio la reacción de
Alejandro fue muy distinta. “A Alejandro le impresionó el edificio de Vía
Laietana. “Nunca he visto una comisaría tan bonita”. Alejandro, que viene de
Cuba y ha conocido muchas comisarías, me hizo pensar: ¡cómo pueden ocurrir
cosas tan horribles en un lugar tan bello! Es uno de los enigmas de nuestra
historia. Uno de los enigmas de nuestro país y de la serie.” Y de esta ciudad,
Barcelona, donde pueden pasar cosas horribles en un lugar muy hermoso. No se la
pierdan, de verdad.
(años 80,
en esta costa gallega se empezaba a desembarcar la fariña mientras Ramon y
yo la mirábamos inocentemente)
yo la mirábamos inocentemente)
Fariña
Sabía
que era buena. Sabía que era importante, pero no la había visto hasta ahora.
Estoy de acuerdo, es buena y es importante. Basada también en un libro que no
he leído, Fariña de Nacho Carretero
protagonista de una estúpida acusación que obligó a su retirada del mercado
donde por suerte ha vuelto, esta serie es una de las mejores que se han
realizado en España en muchísimo tiempo. Sobre todo por su historia. No es
normal ver en la televisión la historia
reciente de España contada con tanta valentía, con tanta crudeza, con tanta
seguridad. La conversión de Galicia en el paraíso del narcotráfico europeo en
los años 80 se relata sin dejar cabos sueltos, con todas sus vinculaciones
políticas, judiciales y policiales. Es una historia ejemplar. Pero con todo y ser
eso importante, la serie no sería tan buena si no contara con unos actores
espléndidos y perfectamente ajustados a sus personajes, con unos escenarios
privilegiados, un guión bien construido que nunca cae en el sensacionalismo y
un ritmo sostenido en todo momento. Dividida en diez capítulos, cada uno
centrado en un año entre 1981 y 1990, Fariña
es un repaso a la historia reciente de España. Muchas cosas se entienden
viéndola. Y muchas más se echan de menos. Me encantaría ver una serie como ésta
que contara los años del pujolismo en Catalunya, con sus tramas de corrupción institucional
y los laberinticos caminos que se siguieron para sembrar la semilla del procés. Me gustaría que alguien hiciera
un trabajo de investigación tan minucioso como el de Nacho Carretero sobre las
implicaciones del 3%, en la manipulación de los medios de comunicación y sus
ramificaciones en todos los terrenos. Una serie con la misma valentía de este
libro y esta producción que desde aquí les invito a no perderse. Es una lección
de historia y de cine. (Al margen de su excelente reparto casi todo compuesto
por actores gallegos poco conocidos fuera de la comunidad, quiero destacar el
trabajo de los directores Carlos Sedes y Jorge Torregrossa, que han sido los
responsables de la dirección de los diez capítulos).
La
actualidad de las dos series es absoluta. El
día de mañana anuncia de alguna manera esta Barcelona que sufre una
degradación imparable si no lo remediamos pronto; la detención el miércoles
pasado de Manuel Charlín, capo de unos de los clanes de mafiosos protagonistas
de Fariña que a sus 85 años sigue
controlando el tráfico de droga, demuestra que la serie no es solo reciente
pasado. Y eso me da pie a comentar algunas noticias de la semana.
Tirar de las noticias
No
veo mucho la televisión normal a pesar de estar en “modo cueva”. Pero estos
días nos ha llamado la atención, a Ramon a y mi, como se dan algunas noticias.
¿Por qué nadie tira del hilo que nos ofrecen para investigar algo más, para ver
que hay detrás de lo que se cuenta, en lugar de quedarse en la mera superficie
de la historia? Esto vale para varios temas:
-El
famoso máster de Pablo Casado. Ya sabemos que se lo regalaron, que es un
aprovechado, etc. Pero ¿Por qué ningún periodista se plantea ver qué pasa con
el negocio de los másters en España? Hacer un máster es carísimo y su utilidad
no siempre está clara. Pero todo el mundo los quiere hacer. ¿Qué hay detrás del
trapicheo mastergeneralizado en nuestro país? ¿Qué beneficios obtienen las
universidades con ellos? ¿Cuáles son los auténticos máster de prestigio y los
que solo sirven para ganar dinero? ¿Quién se puede pagar un máster? Hay muchas
cosas a investigar junto al fraude y la corrupción y los regalos interesados.
-Los
manteros.
Ponerse a favor o en contra parece que es lo único que se puede hacer con este
problema, inmenso problema, no solo en Barcelona. Están los que los defienden, están
los que los acusan, pero no he visto (perdón si lo hay y no lo conozco) ningún
artículo que investigue las mafias industriales de productos falsificados que
son los auténticos malos de la función, los que no pagan impuestos y roban los
productos copiándolos y poniendo a los manteros en la línea de fuego,
abandonados a su suerte, siempre violenta. Tanto contra ellos, como desde
ellos. ¿Quién les proporciona la mercancía, de dónde la sacan, cuánto les
pagan, que les exigen a cambio a los manteros? Si no se ataca la raíz del
problema no se arreglará nunca.
-La
inmigración.
Es imposible no sentirse cerca de los pobres hombres y mujeres que arriesgan
sus vidas en el mar. Es imposible no pedir que se les ayude y se les acoja.
Pero ¿no sería interesante preguntarse a quien se está enriqueciendo con este
trato de esclavos del siglo XXI? Subirse en una patera no es gratis, cuesta
mucho dinero. ¿De dónde lo sacan? ¿Por qué no lo invierten en sus países? ¿Por
qué se endeudan de por vida para conseguirlo, quién se lo presta, con qué
intereses, a cambio de qué? Entiendo perfectamente que quieran huir de países donde
impera la miseria o el terror o las dos cosas juntas, pero entonces, ¿por qué
no se organiza una inmigración ordenada, legal, controlada desde los consulados
y las embajadas, como se hacía en España en los años cincuenta cuando tantos
españoles se iban a trabajar a Alemania? ¿Saben cuántos inmigrantes legales se
podrían canalizar desde cada país subsahariano hacia todos los países europeos?
Muchos y los queremos porque Europa está vieja y necesita la sangre nueva y la energía
y la diversidad cultural que nos pueden aportar. Pero no necesita esclavos sin
papeles. No creo en la eficacia de un Plan Marshall. A los países africanos se
los está ayudando desde hace muchos años y el dinero nunca llega a la gente, se
queda en la enorme corrupción política, militar y religiosa que controla el
continente, mejor dicho que está matando el continente. Pero canalizar la
salida de una forma lógica, con un
destino asegurado, no creo que fuera tan difícil. Claro que así se acabaría con
un suculento negocio que deja miles y miles de euros a mucha gente. Allí, aquí,
y entre medio.
(Que
conste que no quiero dar lecciones de nada, me imagino que solucionar estos
problemas es tan complejo como difícil y para mi es muy sencillo decir lo que
pienso desde la cueva. Pero hacerse preguntas es humano ¿o no?)
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