Camino 1
Esta semana hay una película
que me apetece destacar y recomendar, Un
asunto de familia, la última obra de Hirokazu Kore-eda. A riesgo de
repetirme, ya que lo escribo cada vez que se estrena un film de japonés, tengo
que decir que es sin duda uno de los grandes directores del cine contemporáneo
mundial. Y lo es con historias humanas, cercanas, muy orientales, muy
japonesas, pero entendibles desde cualquier latitud. La familia, siempre la
familia en el centro de lo que cuenta. Pero una familia muy especial. Una
familia que busca caminos particulares para construirse al margen de los
políticamente correctos y los convencionalmente establecidos. Ladrones de tiendas (ese es su título original)
es el retrato neorrealista (pero amable) de una parte de la sociedad que cuando
aparece en el cine lo hace siempre con tremendismo, con miserabilismo, con
cargas de denuncia social, con fealdad. Kore-eda en cambio no cae en ninguno de
estos adjetivos. Ni es tremenda, ni es miserable, ni es una denuncia, ni es
fea. Y no será porque lo que pasa no sea tremendo, porque la miseria no aceche en
cada rincón de esa vivienda abigarrada, ni porque la denuncia se entienda sin
necesidad de subrayarla. Pero sobre todo, sin que ese espacio minúsculo, esas
calles heladas, esas gentes que sobreviven como pueden, que en manos de otros
serian feos y desagradables, en manos de Kore-eda son figuras llenas de ternura
y de empatía. Me doy cuenta mientras escribo estas líneas que es muy adecuado
estrenar este film ahora, víspera de Navidad, porque el japonés ha hecho un
precioso cuento de Navidad en el que se afirma que la familia no siempre es la
que tienes más cerca por la sangre, sino la que te buscas para sentirte
confortado, protegido y también seguro en una economía solidaria donde todos
aportan lo que saben y lo que pueden. Puede ser una buena reflexión para estos
días.
Camino 2
La semana pasada se celebró en
Barcelona el 30 aniversario de la fundación de la ACCEC, la Associació Catalana
de la Crítica i l’Escriptura Cinematogràfica. ¡Treinta años ya! Aun me acuerdo
cuando empezamos con esta aventura. La iniciativa fue de José Luis Guarner que
fue elegido por unanimidad primer presidente de la Asociación. Éramos muy
pocos, yo era la única chica. Era el año 1988 y la idea que la impulsó fue la de “dignificar” la profesión,
sacarla del limbo de los gacetilleros y reconocer a los críticos la categoría
de periodistas especializados. Fue un hecho importante al que no se le prestó
demasiada atención sumidos como estábamos en la vorágine de los ochenta. Para
conmemorar estos treinta años, la Junta Directiva de la ACCEC organizó una
jornada con tres mesas redondas y la proyección en la Filmoteca de la película Wanda. Yo asistí a las dos primeras mesas. En la
primera se reunieron tres de los seis presidentes que ha tenido la Junta de la
ACCEC más la actual presidenta, Marta Armengou. Fue una mesa interesante que
permitió recorrer estos treinta años viendo como los cambios en la sociedad y
en el lenguaje habían ido marcando los ritmos y los tiempos de la crítica. Si
esta mesa miraba hacia atrás para ver de dónde venimos, la segunda mesa redonda
en cambio quería mirar hacia el futuro. En ella se reunieron cinco críticos de
distintos medios que eran apenas unos niños hace treinta años. Para mí, esta
mesa fue más útil y reveladora que la primera. En definitiva, la historia no me
la tenían que contar: la viví. Pero en cambio el futuro sí, el futuro me interesa,
me preocupa, me estimula. De las intervenciones de los que estaban allí
debatiendo me quedo con dos ideas importantes. La primera: no vale la pena ir
de víctimas. Eso me encantó, no lloraron/lloramos (y no será que no hay motivos
más que suficientes) pero no podemos ni debemos perder el tiempo lamentándonos de
lo mal pagados que estamos y de la falta de respeto de los medios en los que trabajamos.
Este año ha habido ejemplos muy claros: Fotogramas
en julio y ahora mismo La Cartellera de
BTV que pende de un hilo. Pero son cosas que ya sabemos, así que me pareció
inteligente dedicar esa mesa a ver dónde estamos y que podemos aportar y
recibir de un mundo donde el consumo del cine y de la crítica ha cambiado de
forma radical. Y entonces surgió la segunda idea que se desprendía de esa mesa:
el reto de la ACCEC en 2019 vuelve a ser el mismo que movió a Guarner y al
pequeño grupo de críticos en 1988: dignificar la profesión. Dignificar significa un reconocimiento
profesional en medio de la avalancha de informaciones que circulan por las
redes sociales; dignificar significa una
profesionalidad que solo se podrá alcanzar con una remuneración económica que
permita vivir de la crítica, de la escritura, de todo lo que hay alrededor;
dignificar de nuevo una tarea que sigue siendo necesaria y quizás mas que
nunca, porque en el inmenso y enmarañado bosque de informaciones múltiples, de
estrenos acumulados, de movimientos efímeros, es imprescindible gente que haga
de correa de transmisión entre los creadores y el público y de guía que abra
caminos que sirvan para que esa transmisión sea útil. Me gustó mucho que no
hubiera lamentos y si conciencia de que hay una tarea por hacer y debemos
hacerla. O deben hacerla, porque el futuro es de ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario