D de danza
No soy muy aficionada a la
danza, lo que no quiere decir que no sepa apreciar un buen ballet clásico o
contemporáneo. Tampoco me gustan demasiado los biopics de personajes que aun
viven y pueden haber influido en la manera más o menos complaciente de
mostrarlos en la pantalla. Estas dos cosas juntas me preocupaban al ir a ver la
película de Iciar Bollain Yuli, sobre
la vida del bailarín cubano Carlos Acosta. Pero tengo que reconocer que al
acabar de verla respiré tranquila: la danza era espectacular; el biopic era
sincero, pero sobre todo y eso era lo más importante para mí, me di cuenta de
que Iciar y supongo que Paul Laverty desde el guión, habían sabido contar una
vida con dos lenguajes distintos. La combinación entre el humanismo naturalista
de la vida del niño Yuli y sus sacrificios para llegar a ser Carlos Acosta, las
dudas del joven Yuli para asumir que ya era Carlos Acosta; y la madurez del
bailarín consagrado al asumir que representa una isla, pero no debe cargar con
el peso de lo que esa isla representa, se cuentan en paralelo con coreografías
de una gran belleza que van ilustrando como cuadros bailados los episodios que
vamos viendo. Todo junto le da cuerpo a un film que si solo fuera el biopic
podríamos calificar de convencional y bien intencionado y si solo fuera el
ballet podríamos decir que era demasiado abstracto y artificial. Juntos los dos
lenguajes producen una película mucho mas interesante en la que resalta una
figura por encima incluso del propio Carlos Acosta, su padre, heredero de las
tradiciones africanas, un hombre que por su machismo y autoritarismo debía
estar en contra de la idea de tener un hijo bailarín y que sin embargo, supo
ver el potencia que aquel niño de once años tenía dentro. El que sea el propio
Carlos Acosta el que asuma el rol del padre en los ballets que está montando,
es un claro homenaje al hombre que con su tozudez le ayudó a ser quién es. Enmarcado
todo, el antes y el ahora, en la Cuba de los Castro, presente pero no
obsesivamente, con los problemas que genera en la gente normal la falta de
libertad, la falta de medios, la falta de todo, pero sin cargar las tintas en ningún
sentido. Yuli no es una historia de
la Cuba revolucionaria, es la historia de un niño que hizo su propia revolución
para convertirse en un artista indiscutible. Quizás por eso me sobra una de las
piezas de baile a la que se le concede demasiado protagonismo. El ballet antiimperialista
que aparece como un bolet (como una
seta) en medio del bosque del relato y que no pinta nada en la historia. Pinta
tan poco, que incluso una de las bailarinas le pregunta a Carlos que hace ese
ballet ahí, en su espectáculo, Carlos parece no saber qué contestar y al final
le dice, piénsalo tú misma. Yo lo he pensado y he llegado a la conclusión de
que, a lo mejor, al darse cuenta el guionista que la historia no era política
sino humana o artística, sintió la necesidad de dejar clara cuál era su postura
(no sé si la de Carlos, a lo mejor si la de Iciar) respecto al imperialismo
yanqui. Y colocó el ballet. Si somos capaces de abstraerlo del conjunto, como
baile autónomo, es realmente bueno; en el contexto de la historia me molesta un
poco porque me saca del tono que tiene todo el film. Un tono que me gusta,
vuelvo a decirlo.
D de los dibujos de Nuria Díaz
para el precioso libro El Gran Hotel Wes
Anderson. Hay muchas maneras de
acercarse a la obra y la vida de un director que te (nos) gusta. La joven
dibujante gallega lo ha hecho de una forma original que seguro le encantará al
autor de películas inolvidables como Los
Tennenbaums, Moonrise Kingdom o
Fantastico Mr. Fox- Diaz ha construído un hotel de muñecas con distintas habitaciones
en las que se aloja Anderson, su familia, sus amigos, sus personajes, sus manías,
sus objetos, todo lo que uno se pueda imaginar. No es una imitación ni es un
homenaje, se puede decir que es la traducción de las imágenes de cine de un
director melancólico, entrañable y absurdo a las imágenes dibujadas de una
andersoniana convencida tan melancólicas, entrañables y absurdas como él mismo.
Un regalo para todos los que adoran a Wes Anderson y para cualquiera que
disfrute con un libro/hotel donde no me importaría pasar las Navidades.
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D de los dibujos de Karishma
Chugani Nankai, en otro libro, una joyita escondida que hay que buscar para
disfrutarla. Se titula Las visitas de
Nani, lo ha publicado Ediciones Ekaré y cuenta la vida de una familia
india, de la India, que extiende sus ramas por los cinco continentes. Nani es
la abuela de la autora, tiene 91 años y “ha viajado por el mundo viviendo una vida
de mudanzas y aventuras”. La autora, su nieta, la utiliza como hilo conductor
para hacer un viaje que es una versión imaginada, dibujada y soñada de la vida
de Nani. Cada página del libro requiere ser mirada con mucho cuidado para no
perder ninguno de los pequeños detalles de los pequeños dibujos, una palmera,
un pájaro o los ingredientes indispensables para hacer las recetas de Nani.
Porque éste es, también, un libro de recetas de postres tradicionales que Nani
ha transmitido a sus hijos y a sus nietos. Las
visitas de Nani es un libro muy especial, único, diferente, hermoso que
despierta en mi el deseo de contarle a Karishma mi propia vida para que me la
dibuje con el mismo amor. Búsquenlo, es un regalo precioso.
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