(tengo pocas fotos de México,
pero a esta le tengo especial cariño,
mi hermana y yo en nuestra calle, unas Navidades
antes de las que viven los niños de Roma)
Desde que se empezó a hablar
de Roma tenía ganas de verla. Eran
muchas las cosas que me apetecían de la nueva película de Cuarón: pasaba en
México, en una colonia (los barrios en DF se llaman colonias) muy parecida a
Narvarte, donde yo nací y viví hasta los doce años; pasaba en el año 1970, solo
ocho años después de que yo me fuera de México para venir a vivir a Barcelona; era
en blanco y negro (tengo debilidad por el blanco y negro desde siempre); y
además, estaba producida por Netflix, lo que significaba que millones de
personas (si querían, claro) la podrían ver y disfrutar. Así que en cuanto la
estrenaron hace unos días en solo cinco salas de cine de toda España fui a
verla.
Roma me
gustó mucho. Y voy a explicar porqué.
Es una historia de mujeres. Aunque
está claro que es un homenaje a Livo, la Cleo de la película, esa joven
indígena entregada a los niños de la casa a la que todos adoran, hay en la
narración dos mujeres más que me parecen muy interesantes: la madre de los
niños, la señora de la casa que reacciona de una manera inteligente a una
situación personal que en otros contextos provocaría un melodrama y que
mantiene con Cleo, la nana, la criada, una relación de amistad y respeto que no
es habitual encontrar en el cine, aunque si en la realidad de la vida
cotidiana. La otra mujer es la abuela, siempre presente aunque al mismo tiempo marginal.
Estas tres mujeres rodean a los cuatro niños, les construyen el paisaje, les
ofrecen seguridad.
Es una historia de las calles
del DF. Los travelings horizontales que siguen a los personajes cuando caminan
por México retratan espacios que puedo identificar: las tiendas, los cines, la
calle. Me vuelve a la memoria el aroma de las tortas, de las frutas. No hace
falta que Cleo y Adela entren en ninguna tienda para sentir su olor y su color.
Están dentro de mí.
Es una historia de un momento
de la historia. Después de la Matanza de la Plaza de Tlaltelolco del 2 de
octubre de 1968 (yo ya vivía en España, pero mi hermana y toda su familia
estuvieron allí, en primera persona) México sufrió varios momentos más de
confusión y enfrentamientos violentos. Uno de ellos es el que se cuenta en esta
película, pero Cuarón no hace de él un tema, sino un contexto. No es eso lo que
le preocupa, él quiere contar la aventura de Cleo y de su familia.
Me parece muy interesante que haya momentos en los que se roza la tragedia, el fuego, el parto, el mar, pero nunca
se llega a ella, porque en la vida, rozamos muchas veces las grandes
desgracias, pero casi siempre (por suerte) se solucionan sin dramatismos. Me
gusta mucho que nunca se caiga en el sentimentalismo y mucho menos en el
miserabilismo que a veces planea en este tipo de historias. Agradezco las pinceladas de humor que subyace, sobre todo, en la relación con el enorme coche, el Galaxy,
que se convierte en metáfora del padre y marido desaparecido, al que se maltrata
impunemente por mediación del maltrato al coche. Me gusta mucho Roma.
Y sobre todo Roma, me ha provocado una contradicción.
Pensaba que sería un film que me emocionaría, que me llevaría incluso a la
congoja del recuerdo. Y me encontré con un fragmento de vida que podía ser la mía
(o parecida, aunque en mi casa nunca hubo criadas y mucho menos nanas) o aun
mejor, la de mi hermana que en 1970 vivía muy cerca de la Colonia Roma y tenía
dos niños como Toño y Pepe. No me emocionó, pero eso es lo mejor de todo. No
necesito emocionarme para acordarme de mi casa, mi familia, el colegio, la
calle, los troles las tolvaneras, el temblor… Eso lo tengo dentro de mí y me
acompaña siempre. Por eso le agradezco a Cuarón que no me haga emocionarme con
sus recuerdos sino volver a los míos. Es una sensación muy potente. Ver y
recordar, superponer mis imágenes a las suyas. Es un regalo.
Una última nota. Voy a volver
a ver la película en Netfix cuando se estrene el próximo 14 de diciembre. Y la
voy a ver para disfrutarla del todo. Porque Cuarón es muy inteligente y ha
construido toda la película pensando donde se va a ver, cuidando que el centro
concentre y expanda la imagen de forma que en el cine se pueden perder cosas,
pero en una pantalla de televisión o de ordenador se pueden ver mucho mejor. Si
no pueden ir a uno de los cinco cines que la hacen, no se preocupen. Véanla en
la plataforma. Sobre todo eso: véanla.
(excelente evocación del cine
negro de los cincuenta)
Otro barrio (que no colonia)
Un apunte para un película que
es un apunte. El nuevo trabajo de Leon Siminiani, Apuntes para una película de atracos, es un producto (¿ficción,
documental, reportaje, diario, crónica?) absolutamente recomendable. El
entramado de la vida personal del director con la del Robin Hodd de Vallecas a
lo largo de casi seis años, produce este film sobre atracos que de un lado enlaza
con una tradición muy importante en el cine español de los cincuenta y sesenta
y por otro se hermana con el trabajo de Isaki Lacuesta y su Entre dos aguas. Hay que dejarse llevar
por el relato, a veces se pierde, otras veces te atrapa sin dejarte respirar.
Siempre te entretiene y acabas compartiendo con el director y este enmascarado
de Vallecas una amistad que se abre a nuevas propuestas. Una rareza.
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