(la explicación de este bonito
dibujo de Ramon, con un vaso de vino y un pan, la encontrarán cuando vean El irlandés)
Martin Scorsese tiene 77 años;
Robert de Niro y Joe Pesci tienen 76; Al Pacino tiene 79. Es probable que la
edad de estos cuatro gigantes del cine sea una de las claves de porque El irlandés es como es; es decir porque
es tan buena. Hay más explicaciones, por ejemplo la inteligencia de Scorsese a
la hora de plantear la película sabiendo dónde y cómo se va a ver. Puede que
haya unos cuantos privilegiados en el mundo que verán El irlandés en un cine, pero la gran mayoría de los miles o cientos
de miles de espectadores que tendrá, la verán en Netflix cuando se estrene
dentro de muy poco. Scorsese, que ha hecho de todo en los más de cincuenta años
que lleva trabajando en el cine, sabe que la televisión tiene un ritmo
distinto, una planificación distinta, una manera de contar distinta. Por eso
sus tres horas y media (que pasan sin darte cuenta) en la tele tendrán todo su
sentido dilatador del tiempo; por eso tiene una planificación mucho más serena
que la habitual; y por eso, también, los rostros, no solo los de su trío
protagonista, todos los rostros de secundarios que la pueblan, son tan
importantes. El irlandés es una
película de mafiosos que enlaza, no formalmente pero si narrativamente, con Uno de los nuestros o Casino. Pero la serenidad que aporta la
edad le permite a Scorsese dejar de juzgar a sus personajes, dejar de mostrarlos
violentos y crueles. Hay mucha violencia en este irlandés, hay muchos muertos,
pero no los vemos tanto. Sentimos la violencia amoral que ejercen estos hombres
acostumbrados a mandar y a ser obedecidos, pero a Scorsese ya no le hace falta
enseñárnosla. Basta con que la imaginemos. El
irlandés adapta una obra de no ficción de Charles Brandt titulada, I Heard You Paint Houses, basada en un
oscuro personaje, Frank, el Irlandés, Sheeran que fue considerado el principal
sospechoso en la desaparición del líder sindical Jimmy Hoffa. Frank tiene en el
film el rostro cambiante de Robert de Niro que, gracias a milagros de la
tecnología, es él ahora y hace cuarenta años en una historia que abarca desde los
años cincuenta hasta principios del siglo XXI. Toda la vida de sus actores y
director; medio siglo de historia de Estados Unidos. Frank es el hombre que
pinta paredes de rojo, siempre al servicio de su amigo el escurridizo jefe de
la cosa nostra Russell Buffalino al que da vida un Joe Pesci soberbio. El tercer
vértice de este triángulo infernal es Al Pacino en la piel de Jimmy Hoffa, el
sindicalista mafioso que se consideraba a si mismo el rey del poderoso
sindicato de camioneros. Jugando con distintos tiempos narrativos: el presente
de un viejo Frank en una residencia de ancianos donde murió en el año 2003; el
viaje que en 1975 realizan Buffalino y Frank con sus esposas con un objetivo
muy concreto y la evocación de cómo se conocieron los tres implicados en este
drama shakesperiano de amistad, conciencia, poder, y destrucción, el film
avanza y retrocede descubriendo una trama de corrupción mucho mas profunda y
oscura de lo que podíamos imaginar en el seno de la mafia. Una mafia que
extiende sus tentáculos hasta muy arriba. Basta para explicarlo una frase de
Buffalino a Frank: “La orden viene de arriba, si fueron capaces de callar al
presidente del país, ¿crees que no podrán callar al presidente de un
sindicato?” Una película mayúscula, cine de alta calidad, clásico en todos los
sentidos. Hay quien la acusa de demasiado lenta (grave pecado viniendo de
Scorsese) o discursiva, o dicen que se estanca en una parte central. Yo no
estoy de acuerdo. No es lenta, tiene el ritmo que tiene que tener; sí es
discursiva, pero hace falta que lo sea para entender el proceso por el que pasa
Frank y para que el espectador tenga todos los datos necesarios; no se estanca,
discurre como un profundo río que arrastra todo tipo de impurezas en su fondo
dejando ver una superficie en la que nunca pasa nada. Una Obra con Mayúsculas,
que se podrá ver en todas partes (si tienes Internet y Netflix, claro).
EL RINCÓN DE LAS SERIES
Ya que estamos hablando de
grandes actores de una cierta edad, he pensado que era un buen momento para recordar
de una serie estupenda protagonizada por dos actores… de una cierta edad. Se
trata de El método Kominsky que se
puede ver en Netflix. La protagonizan Michael Douglas a sus 75 años y Alan
Arkin a sus 85 años. Muchos años, mucha experiencia, mucha inteligencia y
sentido del humor para reírse de si mismos y de su profesión. Porque El método Kominsky habla de actuar, de
interpretar. Sandy, es decir Michael Douglas, dirige una escuela de interpretación en
Los Ángeles; Norman, su mejor amigo, dirige una agencia de actores, aunque está
pensando en retirarse. Los dos no paran de hablar, de pelearse, de ayudarse, de
quererse, mientras comparten su vida con sus hijas respectivas Mindy y Phoebe,
y con las mujeres que se cruzan en su camino. Hay dos temporadas de la serie,
cada una con ocho episodios de 20-25 minutos. La historia no termina, hay un
continuará, pero si no continua no pasa nada. Ni Sandy ni Norman son
especialmente simpáticos ni confortables ni recomendables, pero acabas por
tomarles cariño y, sobre todo, les agradeces a ambos que sean capaces de reírse
de sí mismos, de su edad y de su situación.
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