sábado, 28 de marzo de 2020

OFERTAS



(un árbol de Ramon para sentarse a su sombra mentalmente)
Seguimos en el confinamiento, no exactamente el encierro. Para mí, estas dos palabras tienen significados distintos y al mismo tiempo ambiguos y convergentes. Pienso que un encierro implica que alguien o algo (en este caso, uno mismo) no puede salir de algún sitio: una casa, una cárcel. Es un acto individual. Se encierra a las personas de una en una. En cambio, un confinamiento implica que alguien o algo (en este caso la sociedad) te obliga a no salir. Puedes salir, pero no debes salir. El confinamiento es un acto colectivo. Por eso creo que ahora estamos “confinados”, no “encerrados”. Y en este nuevo estadio, los confinados de la era del bicho, tenemos muchas cosas que aprender. Por ejemplo el valor de las distancias. Ayer me dí cuenta de lo lejos que está el metro. En mi vida cotidiana, ir al metro me lleva siete u ocho minutos. Ahora, es una distancia enorme, imposible. Todo es relativo. También me he dado cuenta de otra cosa. Esta pandemia mundial es una cura de humildad para los países ricos que siempre (al menos en mi tiempo de vida) han estado libres de desgracias. Las guerras, las catástrofes naturales, los grandes disturbios, siempre pasaban lejos o en la historia pasada. Quizá esto empezó a ser diferente con el cambio climático. De repente, los huracanes azotaban nuestro paisaje, o las inundaciones o los grandes fuegos. Ahora, nos toca el turno de la distopía que creíamos reducida al mundo de la ficción. Aquí estamos, metidos de lleno en una nueva vida. La única ventaja que seguimos teniendo sobre el resto del mundo, es que, quizás, estemos mejor preparados para afrontar el reto (la sanidad pública nunca será suficientemente aplaudida) que en países menos cuidadosos de sus ciudadanos. Es un rayo de esperanza.
Bueno, ya basta de pensamientos. Aunque estoy un poco saturada de ofertas de todo tipo en la red, esta semana me sumo a la saturación con una variedad de temas que se pueden encontrar desde casa. No se qué pasará cuando volvamos a una cierta vida normal. La gente se (nos) habrá (habremos) acostumbrado a consumir cultura gratis y en casa. ¿Seremos capaces de volver a ir a una sala de cine, a un teatro, a una librería, a un concierto? Espero y confío que si, pero no estoy segura que suceda de forma inmediata. Volveremos a salir a la calle, pero ¿volveremos a consumir cultura pagando?

Mis cuatro recomendaciones (usar a discreción)



Un libro El cine que ens va obrir els ulls, (El cine que nos abrió los ojos), de Jaume Figueras y Gemma Nierga.
Publicado en catalán por Rosa dels Vents, espero que pronto, cuando la vida vuelva a ser la que era o parecida, se haga una traducción al castellano. Este no es exactamente un libro de cine. Es otra cosa. Una conversación de dos amigos que hablan con sinceridad. Dos amigos que se conocen hace mucho tiempo y se acercan al cine de maneras muy distintas, pero convergentes en el hecho de disfrutar de las películas. Las que les abrieron los ojos y muchas mas. Jaume Figueras cuenta con una memoria prodigiosa llena de anécdotas acumuladas en sus más de cincuenta años trabajando en “eso del cine”. La conversación con Gemma está trufada de recuerdos, historias, memoria privada y colectiva. Gemma Nierga, en cambio, se acerca al cine desde una perspectiva más personal, la de simple espectadora que descubre en la pantalla emociones, sentimientos, ideas. El diálogo entre el que “sabe” y la “que no sabe” es muy entretenido. Ninguno de los dos esconde o disimula sus gustos, sus preferencias. Son dos amigos que charlan de cine, como tantos otros hacen cada día. Al final, el libro es una especie de guía sentimental por las vidas de los dos, unas vidas en las que mucha gente puede verse reflejada. No busquen análisis, ni críticas, ni teorías. Solo el placer de recordar y compartir. Una recomendación, el libro tiene muchas ilustraciones, todas bonitas, pero no dejen de leer los pies de fotos, ¡son estupendos! Tal como están las cosas es difícil comprarlo, pero se puede adquirir en formato ebook en la web de la editorial. Aprovecho para recomendar una entrevista con Jaume Figueras que le ha hecho Marta Armengou y que ha publicado en este enlace del programa La Cartellera de BTV



Una serie animada. Simon’s Cat
Simon’ s Cat es una serie inglesa que se puede ver en Youtube. Creada por Simon Tofield, tuvo un primer episodio en 2007. El éxito de Cat Man Do le animó a seguir explorando el mundo gatuno teniendo como modelos los cuatro gatos con los que convive. Él mismo es uno de los personajes de la serie, un pobre humano siempre a merced de un gato con mucha personalidad. Se nota en los episodios que Simon conoce muy bien el comportamiento gatuno y sabe reflejarlo con un dibujo claro, sencillo, limpio, de líneas claras. El mundo del gato de Simon se enriqueció con la llegada de un gatito pequeño que muchas veces consigue robarle la comida y de paso el protagonismo al gato de Simon. Esta es la página web oficial de la serie. https://simonscat.com/ donde están todos los capítulos hasta el último del 14 de febrero pasado. Son episodios divertidos, ligeros, ingeniosos, muy cortos, en blanco y negro, sin palabras, pero con muchos sonidos, realizados todos por el propio Simon que tiene un maullido especial para su gato y otro para su gatito. A los que tienen gatos, les gustará mucho porque reconocerán las cosas que hacen los suyos. Los que no tienen o no les gustan los gatos, pueden disfrutrarla también. Ver a un animal inteligente sacando partido de la tontería humana, es algo que va mas allá del amor a los gatos. En estos tiempos de confinamiento forzoso puede ser un descanso entre trabajo y trabajo o entre peli y serie. Un regalo para una Kitten-Cat pause.
Este es el enlace al primer episodio Cat Man Do


Una película inesperada La máscara de cristal
Está dirigida por Ignacio Guarderas que la ha colgado directamente en una plataforma pública de consumo en abierto. Es un film muy especial. Cine Low Cost, desde luego, es un experimento atractivo. Antes de verla, yo solo sabía que tenía algo que ver con México, lo que a priori ya me gustaba, pero no intuía que podía haber detrás de ese titulo, un film de aventuras, una historia psicoanalítica… Empecé a verla y descubrí que, tras un prólogo desconcertante, la película empieza a girar en una espiral, abriéndose, no cerrándose, en otras historias que no sé si son o no son verdad. La de Rogelio, el adolescente precoz que escribe poesía en un orfanato mexicano; la de Omero, sin hache, que conocemos en dos lenguajes, el hablado y el dibujado; la de director del film intentando sacar adelante una película sobre Rogelio donde se habla de Omero, sin hache. Los tres relatos se van interrelacionando en una especie de making of de la pre producción de una película que nunca existió. Y se va construyendo como se hace con los proyectos para presentar a las subvenciones, ilustrándolo con referencias visuales, las secuencias que aportan no solo un punto de vista, sino un diálogo con el relato; las entrevistas con los posibles informantes, es decir, la documentación del proyecto; el casting de los futuros actores. Ensamblar todo esto no era fácil y no siempre funciona, pero el conjunto hace de La máscara de cristal un producto muy original. Al final, cuando se supone empieza el rodaje en serio de la historia de Rogelio y Oracio, sin hache, me doy cuenta de que me han contado tres historias de familias, todas ellas enmarcadas en el relato de la Penelopesea, un cuento de padre ausente (Ulises) hijo que lo busca (Telémaco) y madre que espera (Penélope). No es el cine habitual, pero precisamente por eso puede ser interesante verlo en estos tiempos tan poco habituales.

Un clásico inmortal: Horizontes de grandeza, de William Wyler.
Un western de la época dorada siempre es un buen refugio para olvidarse de dónde estamos. Desde el rincón de casa, podemos adentrarnos en los grandes horizontes de las praderas del oeste americano. Y ninguno mejor que Horizontes de grandeza, ese Big Country que nos envuelve en sus amplios y vacíos paisajes, donde la tierra se confunde con el cielo. “¿Ha visto usted algo mas grande que ésto?”, le pregunta a Jim McKay, un orgulloso texano. “Si, contesta, Jim, uno o dos océanos”. Para grandeza de verdad la de este hombre educado, inteligente, con sentido del humor, que sabe distinguir entre la verdadera ofensa y la broma estúpida de gente a la que mejor no hacer caso. Que respeta el derecho adquirido, que fomenta la convivencia, que entiende que esa tierra de grandeza es una oportunidad, siempre y cuando se acabe con los Terrils (arrogantes, prepotentes, que se creen superiores a los demás, propietarios de todos los derechos que no reconocen a los que no son de los suyos, es decir los Trump del mundo) y los Hannessys (incultos, brutales, incapaces de reconocer la belleza en nada ni en nadie, inmunes a cualquier sentimiento de compasión o de respeto, es decir los muchos dictadorzuelos que nos acosan). Uno y otro, el viejo Terril y el viejo Hannessy, deberían están condenados a desaparecer. Pero también sus herederos, esa Pat estúpida y gilipollas si me permiten la palabra, ese Buck, carne de fascismos. Pero, además de eso, Horizontes de grandeza es una película bonita, de las que te reconcilian con el cine, con la vida, con la civilización. Grandes horizontes para nuestro pequeño horizonte diario. La interpreta Gregory Peck, Charlton Heston, Carrol Baker y Jean Simmons. Es de 1958 y está en Filmin por si la quieren ver.

sábado, 21 de marzo de 2020

¿QUÉ HACER?



(un cuadro de Ramon para evocar el paisaje)
Me cuesta un poco ponerme a escribir esta entrada. Pero hay algunas cosas que tengo claras antes de hacerlo:
-No quiero hablar de libros, series, o películas sobre epidemias, contagios, distopías que estamos viviendo en directo, ya hay muchas recomendaciones en todas partes de este tipo de historias que yo, personalmente, no quiero consumir ahora mismo.
-No quiero contribuir a la depresión y la tristeza generalizada que se va extendiendo como una mancha de aceite.
-No quiero agobiarme por no poder consumir toda la oferta on line que se ha puesto a mi alcance. Ahora más que nunca, quiero aprender a ser selectiva. Si algo nos puede enseñar este bicho es a vivir de otra manera y mal lo haremos si trasladamos el consumo compulsivo de lo que sea a las redes y el ordenador.
-No quiero perder el contacto con la gente aunque sea distancia. Así que cada día, mando wasaps o mails a distintas personas, no siempre a las mismas, no hay que agobiar, pero sí a unos u a otros. Recordar que estamos aquí, aunque sea cada uno en su cubil.
Escribir este blog también es una manera de estar en contacto con la gente, pero eso no me impide preguntarme ¿De qué voy a hablar esta semana?
Aún no lo sé, por eso intento buscar como encarar esta entrada que escribo el viernes 20, día 5 de confinamiento. Y lo hago con algunas recomendaciones que me hago a mi misma cada mañana.
-No veré más que un Telediario al día. Dejo que cada uno decida con que se quiere des-informar. Pero de verdad que es bueno para la salud. Uno solo, al mediodía o por la noche.
-Leeré los periódicos on line en diagonal. Es decir de forma selectiva, escogiendo muy bien los periodistas de los que me fio, no leyendo el periódico de arriba abajo. Y en ese sentido una recomendación. Ver las viñetas de El Roto y de Peridis en El País, es una buena manera de empezar el día.
-Intentaré trabajar en la medida de lo posible. Yo estoy acostumbrada a trabajar en casa, para mí, es lo normal. Pero estos días me encuentro con una enorme dificultad para hacerlo. No me puedo concentrar, no tengo la capacidad de abstracción necesaria para escribir, para pensar. Es algo insólito y con lo que no contaba. Pensaba que durante este aislamiento, tendría todo el tiempo del mundo para hacer lo que tengo que hacer e incluso para hacer lo que me apeteciera hacer. Cada mañana, como he hecho siempre, escribo en un papel las tareas que tengo para ese día (mi vida laboral es tan dispersa, que si no me organizo así es difícil cumplirla). Pero cada noche me doy cuenta de que prácticamente no he hecho nada de todo lo que me había propuesto. Y no he salido de casa más que a comprar al super tres cosas que me faltaban. ¿En qué se me ha ido el tiempo? Esa es otra consecuencia indirecta que seguro me (nos) pasará factura en algún momento: el tiempo perdido, que no es lo mismo que el tiempo dedicado a no hacer nada. No hacer nada porque quieres, es bueno, pero no hacer nada porque no puedes, genera frustración.
-No quiero colgarme de las plataformas. Me he impuesto un régimen de series. Solo dos o máximos tres capítulos al día. No más, (reconozco que no siempre lo cumplo, pero eso no quita para que me lo proponga). Este es el momento de descubrir series nuevas escondidas en las profundidades de las plataformas o de rescatar series míticas y volver a verlas. Pero no con glotonería. Apreciando cada capítulo como apreciamos la comida cuando comemos por placer y no solo para alimentarnos.
-Ver películas. Una al día, no más. Y lo digo yo que en ni vida cotidiana, la de antes, podía ver hasta cuatro películas al día. Pero ahora no. Ahora, como mucho una. Y si es posible un clásico, entendiendo por clásicos desde los del Hollywood dorado, (Ford, Hitchcock, Hawks, Wilder...) a los europeos (Truffaut, Tarkovski, si se está de humor, Visconti, ...) o los españoles (buen momento para recuperar a Berlanga o a Fernán Gómez). Pero también los clásicos más contemporáneos: Spielberg, Coppola, Scorsese, o el cine más cercano que ayuda a vivir, pienso en Wes Anderson, por ejemplo. O lo que cada uno quiera y necesite: un día una comedia, otro día una película de guerra…
-Leer libros, artículos o textos relacionados con mi trabajo para no perder el ritmo profesional. Pero también leer o releer novelas de las que ayudan a vivir. Hay muchas, aunque para eso, como para todo lo demás, hay que tener la cabeza tranquila y, de momento, es lo que me cuesta más. Es algo nuevo que tengo que aprender. Aprender a dejar de lado el “tengo que…”, e intentar centrarme en el  “quiero”.
No “tengo que…” hacer nada de todo esto, pero “quiero” hacer cada día algo de todo esto para conservar el equilibrio.
Veo que al final me ha salido una entrada para este primer domingo de primavera.

EL RINCÓN DE LAS SERIES



Ahora, más que nunca, esta sección del blog se convierte en necesaria. Ahí va mi recomendación de esta semana.
Un libro y una serie: La verdad sobre el caso de Harry Quebert, de Joël Dicker. La serie se llama igual y se puede ver en Movistar. El libro es muy interesante en su construcción y lenguaje. Hay un misterio, el pasado y el presente se entrelazan. Hay escritores que escriben y escritores que no escriben. Una casa en la playa, una amistad, un crimen y una crisis. La serie está dirigida por Jean-Jacques Annaud y sigue bastante fielmente el libro. Los actores elegidos están bien. Patrick Dempsey asume el rol del personaje principal, Harry Quebert, en dos edades distintas. Mejor en el pasado que en el presente, consigue de todos modos hacernos entender las contradicciones de un escritor que esconde un doble secreto. Ben Scnetzer es el escritor joven envuelto en el misterio del asesinato que es el centro de la historia. El libro es muy adictivo (no sé si puede encontrar en Internet) y muy entretenido, algo que se agradece en estos momentos. La serie, sin ser una obra maestra, es de las que te invitan a seguir viéndola. Sus diez capítulos son perfectos para la recomendación de dos diarios. En una semana de confinamiento, la vemos entera.
Y de momento nada más. Intentemos que de todo esto salga algo bueno.


sábado, 14 de marzo de 2020

CANADÁ


Los cines están cerrados, la gente se queda en casa, no hay estrenos. En rigor no debería hablar de películas. Bueno, eso será la semana que viene en la que comentaré libros, series, estrenos on line. Pero esta semana absurda en la que vivimos sumidos en una película de pre apocalipsis, quiero seguir manteniendo un mínimo de normalidad y comentar dos películas canadienses que se habrían estrenado este viernes. Cuando los cines vuelvan a abrir, pueden recuperar este texto si les apetece.


Canadá es uno de los países con menos casos de contagio del dichoso virus, (aunque su presidente lo ha pillado, otra cosa no sé, pero el virus de marras es muy democrático y ataca a todos por igual). La recomendación de mantener distancias prudenciales entre los seres humanos en ese país se practica habitualmente: está casi deshabitado.
La primera película se titula Y llovieron pájaros, de la directora Louise Archimbault. Está basada en una novela de Jocelyn Saucier y pasa en los grandes bosques del Canadá francés donde viven tres ermitaños, tres ancianos que se han retirado del mundo, no por miedo a ningún bicho maligno, sino simplemente porque quieren vivir y morir en libertad, sin reglamentos, sin horarios, sin falsas consideraciones que los reduzcan a vegetales en las residencias. La historia empieza cuando uno de ellos desparece, muere, dejando un legado de hermosas pinturas que recogen la memoria de los grandes incendios del siglo XX. Su muerte coincide con la llegada de dos mujeres, una joven fotógrafa que busca sobrevivientes de esos grandes incendios y así descubre, casi por casualidad, a los ancianos y la obra pictórica del muerto (es preciosa la secuencia en la que la chica ve por primar vez a uno de ellos cantando una canción de Tom Waits). La otra mujer que llega a ese perdido, idílico y libre paisaje, es una mujer de más de 80 años. Confinada en una residencia de ancianos, en la que seguro contraía el virus de la corona, decide escapar con la ayuda de un sobrino que la lleva hasta el refugio de los viejos en el bosque. Allí vivirá un renacer de amor, de vida, de libertad, de alegría. La gente mayor sabe (sabemos) que hay que aprovechar todos los momentos y disfrutarlos porque cualquiera puede ser el último. Lo único que da miedo a estos hippies de la cuarta edad, es que llegue una asistente social y les obligue a volver a la residencia, a la muerte en vida. Es una historia bonita, simple, sencilla, positiva, con personajes que se hacen querer, con paisajes extraordinarios. Un film de buenos sentimientos que produce rechazo en los que piensan que el cine debe estar denunciando cosas todo el tiempo. Este film libre de virus, no acusa a nadie más que a la sociedad que intenta que no existan islas de libertad de pensamiento. Y lo hace de una manera muy convencional, muy normal. La transgresión está en los personajes y lo que hacen. La película se pone a su servicio. No sé si la fórmula de estos viejos ácratas se puede extender como contrapeso al agobio del aislacionismo al que nos empuja esta crisis. En todo caso, es una película bonita y feliz. Ya es mucho.


Antología de un pueblo fantasma, de Denis Coté, es otra cosa. Pasa en un pueblo de 215 habitantes perdido en los paisajes nevados y helados de los bosques de Quebec, un ejemplo del Canadá vaciado y olvidado, como lo es la España vaciada y olvidada, donde seguro que el bicho no hará estragos a no ser que la invadan los urbanitas insolidarios que llevarán hasta allí el contagio. En este lugar escondido, se produce una tragedia inesparada que conmociona al pueblo entero. Un joven de 20 años, se mata en un accidente de coche. Todo apunta a un suicidio. Nadie, ni sus padres, ni su hermano, ni sus amigos o la alcaldesa, saben como enfrentarse a esa pérdida. El duelo colectivo se extiende como un manto de dolor sobre el manto de la nieve y el silencio se impone en esa comunidad callada. El tiempo se detiene, la gente intenta seguir con su vida, pero algo se lo impide. Empiezan a pasar cosas extrañas, unos niños enmascarados juegan en los campos, se produce un milagro, aparecen seres fantasmales, siluetas recortadas en el horizonte que no hacen nada, no dicen nada, solo miran, observan. Nadie sabe quiénes son, nadie se extraña de verlos, nadie reacciona. Están paralizados. La película roza la ciencia ficción, pero tiene muchas mas lecturas interesantes. Se puede ver como una muestra del miedo a los extranjeros, los distintos, los otros; se puede entender como la muerte de una forma de cultura, de vida, propia del mundo rural; se puede pensar como la aceptación de lo extraño incorporado a nuestra cotidianidad. Como si el virus se hubiera instalado entre ellos y ellos estuvieran aprendiendo a vivir con él. Todas son válidas, todas funcionan en este film irregular que en su titulo original se llama Antología de las ciudades desaparecidas, lo que la hace mas globalizadora. Porque el fenómeno de la despoblación ocurre en todos los países, donde las grandes concentraciones urbanas están dejando deshabitados muchos pueblos y ciudades pequeñas. Pero también se puede ver simplemente como un film fantástico, de ciencia ficción cotidiana. Seguramente esa será la mejor manera de disfrutarla.


Una buena noticia
En medio del cúmulo de noticias tremendas con las que nos bombardean inmisericordes los medios de comunicación, esta semana ha habido una noticia buena. Al menos para los que hacemos La Cartellera de BTV. el programa de cine de la cadena local barcelonesa, que es en estos momentos el único de las televisiones en Catalunya (y uno de los pocos que hay en toda España). La gente que trabajamos en él, lo hacemos con muchas ganas, nos gusta hablar de cine, hablar de la gente que hace cine. Y nos gusta que nos reconozcan el trabajo hecho. Por eso agradecemoss mucho el artículo de Tomás Delclós en el Quadern de El País, publicado el 12 de marzo. Está en catalán, pero seguro que se puede entender bien.
“I l’altre argument és La cartellera, una excel·lent agenda cinematogràfica, perquè no solament explica què fan, sinó que també suggereix si paga la pena anar-ho a veure. No practiquen, ni de lluny, l’antològic sarcasme que lluïa Antonio Gasset a Días de cine, però tampoc es limiten a dir que s’ha estrenat tal film. La informació televisiva de cartellera acostuma a ser un ganivet que ni punxa ni talla. No serveix per a res. En canvi, a La cartellera pots endevinar clarament si la pel·lícula de què parlen els sembla recomanable.
Al darrer programa, tot i estar dedicat a les cineastes amb motiu del 8-M, aquesta condició no les eximia de ser elegantment renyades. Al film de Haifaa Al-Mansour La candidata perfecta, per exemple, tot i admetre que és un retrat interessant d’un país desconegut, hi troben una trama simple i previsible i l’absència de conflictes greus i de complexitat. Precisament perquè no són ressenyes neutrals, haurien d’anar signades. Al final apareix l’equip de redacció (Marta Armengou, Raül Ruiz Miquel i Núria Vidal), però seria més orientador per a l’espectador saber qui és el responsable de cada comentari. Perquè pot ser que l’opinió que es manifesta no sigui unànime a la redacció, i sempre va bé identificar qui et parla. Saps de quin peu calça, i això t’orienta tant si t’hi avens com si en discrepes. En crítica —com deia, exagerant, Guillermo Cabrera Infante—, no hi ha altra expressió que dir si m’agrada o no m’agrada, la resta és literatura, bona, regular o dolenta... però literatura.
L’altra part del programa són reportatges que acostumen a tenir el seu punt d’interès o curiositat. Fins i tot amb excessos que mostren la poètica que hi ha al darrere. Per exemple, dedicar quatre minuts a un curt de 17. Això sí, és del gran David Lynch, interrogant un mico i preguntant-li si és del partit comunista. Quatre minuts totalment justificats. En fi, “sigueu bons i aneu al cinema” (La cartellera).»

La crisis del bicho hará que sea más difícil que nunca hacer el programa, si no hay estrenos, no podremos hablar de pelis. Puede incluso que ni siquiera haya programa al tener que enviar a los trabajadores de BTV a casa. En todo caso, intentaremos seguir con series, estrenos on line, libros, reportajes, si nos dejan claro. Mientras tanto, se pueden recuperar programas anteriores y piezas emitidas en la  web del programa. Así que, estos días de confinamiento forzoso, puede ser una buena ocasión para verlo. 
Este es el enlace.

He dudado mucho en publicar este texto escrito en tres tiempos. El primero el jueves, cuando todo parecía controlado; el segundo el viernes, cuando el apocalipsis llamaba a las puertas, el tercero hoy sábado. Y he pensado que lo mantenía. Una de las pocas cosas que podemos hacer entre todos, a parte de seguir las recomendaciones de sentido común que han dado, es intentar mantener la serenidad, el equilibrio, la libertad. Dejarse amedrentar por el miedo, caer en la vorágine de la insolidaridad y la desconfianza, no sirve de mucho. Por eso publico esta entrada igual que siempre. Es mi manera de contribuir a la “normalidad” tan necesaria en medio de la “excepcionalidad” de la situación.

 




sábado, 7 de marzo de 2020

CHICAS ... Y ALGO MAS





Esta semana en la que parece obligado tratar temas de mujeres, voy a hablar de dos películas hechas por, pero no solo para, mujeres. Las dos son periféricas, es decir de cinematografías no dominantes; las dos son retratos de mujeres que existen de verdad, las dos son muy diferentes. Hay una frase de Tarkovski, lo siento es un hombre pero un hombre inteligente y muy lúcido, que resume una idea muy sencilla no siempre bien entendida: “En el cine hay dos tipos de directores. Por un lado están los que imitan e intentan recrear el mundo en que viven. Por otra parte están los que crean su propio mundo...” Aunque él sin duda está entre los segundos,  creo que es posible entenderla mas como una distinción descriptiva que valorativa y utilizarla para hablar de dos películas interesantes que se han estrenado esta semana.


La candidata perfecta (la que imita y recrea el mundo)
Haifaa Al-Mansour es una rareza. Es la única mujer directora, (al menos conocida) en un país tan poco dado a respetar a las mujeres como es Arabia Saudí. La descubrimos hace unos años con la emocionante La bicicleta verde. Tras vivir un tiempo en Estados Unidos, Al-Mansour ha vuelto a Arabia Saudi para hacer La candidata perfecta. Si digo que pertenece a la categoría de los que imitan o recrean la vida, es porque la directora, que es también guionista, tiene más urgencia en mostrar o denunciar las injusticias de todo tipo que sufren las mujeres en su país, antes que hacer una obra personal sobre esa realidad. Y es lógico. La candidata perfecta es cine de agitación, político, útil y necesario. Y es, sobre todo, honesto. Sin cargar las tintas, sin querer impartir lecciones de nada, nos cuenta la historia de una joven doctora empeñada en conseguir que se asfalte la entrada a la clínica de urgencias donde trabaja. Y el camino que encuentra, de una manera fortuita, casi como en un cuento, es el de presentarse para ser alcaldesa de su ciudad. Esta es la lucha de Maryam, la doctora, apoyada por su hermana Selma que entiende su batalla, aunque ella la plantea otra forma, e incomprendida por su hermana Sara que tiene miedo a las consecuencias sociales de la actitud de su hermana mayor. Pero hay mas cosas en este curioso y casi antropológico film que nos enseña un país moderno y viejo a la vez, que mira adelante, pero está anclado en una tradición muy reaccionaria. En paralelo al combate que establece Maryam contra el sistema que la margina y la religión que la infravalora, está el de su padre, músico de profesión que intenta conseguir que la música se pueda tocar en público sin coacciones ni restricciones. Y es en esta historia paralela donde la directora deja ver su propia reivindicación: conseguir que la cultura sea libre tanto como conseguir que las mujeres sean respetadas. La candidata perfecta es una película sencilla pero no simple, muy apropiada para que, desde occidente, valoremos lo que hemos conseguido en igualdad y derechos frente a lo mucho que queda por hacer en otras partes del mundo no tan lejanas.


La camarista (la que crea su propio mundo)
La opera prima de Lila Avilés, una actriz y directora de teatro muy conocida en México,  es la adaptación al cine de su propia obra de teatro, La camarera, que a su vez nace de un libro de fotos de Sophie Calle titulado Hotel. La verdad es que me cuesta un poco imaginar como esta película hecha de silencios y miradas, en la que la camarista esta prácticamente sola en las habitaciones del hotel que limpia, podía ser una obra de teatro. Pero, en cambio, no me cuesta nada imaginar la fuente de inspiración de las fotos de Calle en esos planos frontales de las camas deshechas, la ropa tirada, la basura acumulada. ¿Por qué si es el retrato minucioso de una mujer de la limpieza, una de esas famosas y explotadas Kellys que trabajan a destajo en los grandes hoteles de lujo, pienso que forma parte de la segunda categoría y no de la primera? Por la mirada de la directora. Era mucho más fácil hacer una película casi documental sobre Eve. De hecho, la directora habló mucho con los trabajadores del Hotel Presidente de Ciudad de México donde se rodó el film, incluso incorporó a algunos de ellos como actores en sus propios papeles. Pero al plantearse como abordar a este personaje, escogió una mirada personal, Eve existe solo en el hotel, nunca la vemos fuera de sus espacios habituales de trabajo. Eve existe como espejo de la indiferencia, el desprecio, incluso el abuso, (nunca sexual, pero si abuso) de ella por parte de esos habitantes de una galaxia lejana que son los ricos huéspedes de la que para ella es una cárcel de alto estanding. Pero si Eve es transparente para los huéspedes, no lo es para Lila Avilés que la usa como un pincel para contar su historia: la historia de una mujer que tiene sueños y esperanzas y lucha por conseguirlos, aunque sea sacrificando a su hijo pequeño al que apenas ve. La historia de Eve en manos de directores del primer grupo, habría sido la de una mujer explotada y despreciada. Pero ella escoge otro camino. Minimalista en su puesta en escena, la película nunca cae en el miserabilismo o en la simple denuncia social. No hay buenos ni malos en esta historia que refleja la realidad de un México mucho más rico que el que podemos imaginar. La camarista ofrece una lección colateral que nos incumbe a todos. Después de ver la película, tendré mas cuidado en como dejo las habitaciones de hotel que utilizo. Pensemos que siempre hay una Eve que tendrá que limpiarla y que a través de todos los objetos, la basura, la ropa, los restos abandonados de nuestra vida en la habitación, descubrirá lo que en realidad somos.


AMERICANA
Este año he ido por primera vez a la Americana, un pequeño pero potente festival que se celebra en Barcelona desde hace unos años dedicado al cine norteamericano, al principio entendido como de Estados Unidos, ahora ampliado a México y Canadá. Tiene una programación muy cuidada que se reparte entre ficciones, documentales, una retrospectiva y sesiones de cortos. Se proyectan películas que se estrenarán, pero también films difíciles de ver en nuestro país. Me ha gustado mucho comprobar que había mucha gente joven en el cine, que las salas estaban llenas, que las películas se discutían con entusiasmo. Está muy bien que exista este tipo de festivales oportunos, ambiciosos, pero sin pretensiones. No he podido ver todo lo que quería, cuestión de horarios y de trabajo, pero he aprovechado bien la oportunidad. De todo lo que he visto destaco tres películas que espero se estrenen pronto.
Chicuarotes, segunda película de Gael García Bernal, una puesta al día contemporánea de Los olvidados en un México muy lejano del de La Camarista, pero igual de real, con un personaje femenino que es bastante inesperado en un contexto como el que retrata el film.
Saint Frances, de Alex Thompson, cine indie clásico centrado en una mujer en situaciones muy difíciles a las que se enfrenta con mucho humor, y sobre todo con una total normalidad. Hay conflicto, si, pero no hay nunca tragedia y tiene dos personajes estupendos: Bridget, la niñera y Franny, la niña de cinco años que tiene que cuidar. Cine muy positivo.
Honey Boy, de Alma Har’el, aunque dirigida por una mujer este es un proyecto personal del actor Shia LaBeouf con tintes autobiográficos en el que el propio LaBeouf asume el papel de su padre en un intenso psicodrama de cine en el cine hecho con un gran rigor y sin ninguna concesión.