Los
cines están cerrados, la gente se queda en casa, no hay estrenos. En rigor no
debería hablar de películas. Bueno, eso será la semana que viene en la que comentaré
libros, series, estrenos on line. Pero esta semana absurda en la que vivimos
sumidos en una película de pre apocalipsis, quiero seguir manteniendo un
mínimo de normalidad y comentar dos películas canadienses que se habrían
estrenado este viernes. Cuando los cines vuelvan a abrir, pueden recuperar este
texto si les apetece.
Canadá
es uno de los países con menos casos de contagio del dichoso virus, (aunque su
presidente lo ha pillado, otra cosa no sé, pero el virus de marras es muy
democrático y ataca a todos por igual). La recomendación de mantener distancias
prudenciales entre los seres humanos en ese país se practica habitualmente:
está casi deshabitado.
La
primera película se titula Y llovieron
pájaros, de la directora Louise Archimbault. Está basada en una novela de Jocelyn
Saucier y pasa en los grandes bosques del Canadá francés donde viven tres
ermitaños, tres ancianos que se han retirado del mundo, no por miedo a ningún
bicho maligno, sino simplemente porque quieren vivir y morir en libertad, sin
reglamentos, sin horarios, sin falsas consideraciones que los reduzcan a
vegetales en las residencias. La historia empieza cuando uno de ellos
desparece, muere, dejando un legado de hermosas pinturas que recogen la memoria
de los grandes incendios del siglo XX. Su muerte coincide con la llegada de dos
mujeres, una joven fotógrafa que busca sobrevivientes de esos grandes incendios
y así descubre, casi por casualidad, a los ancianos y la obra pictórica del muerto
(es preciosa la secuencia en la que la chica ve por primar vez a uno de ellos
cantando una canción de Tom Waits). La otra mujer que llega a ese perdido,
idílico y libre paisaje, es una mujer de más de 80 años. Confinada en una residencia
de ancianos, en la que seguro contraía el virus de la corona, decide escapar
con la ayuda de un sobrino que la lleva hasta el refugio de los viejos en el
bosque. Allí vivirá un renacer de amor, de vida, de libertad, de alegría. La gente
mayor sabe (sabemos) que hay que aprovechar todos los momentos y disfrutarlos
porque cualquiera puede ser el último. Lo único que da miedo a estos hippies de
la cuarta edad, es que llegue una asistente social y les obligue a volver a la
residencia, a la muerte en vida. Es una historia bonita, simple, sencilla, positiva,
con personajes que se hacen querer, con paisajes extraordinarios. Un film de
buenos sentimientos que produce rechazo en los que piensan que el cine debe
estar denunciando cosas todo el tiempo. Este film libre de virus, no acusa a
nadie más que a la sociedad que intenta que no existan islas de libertad de pensamiento.
Y lo hace de una manera muy convencional, muy normal. La transgresión está en
los personajes y lo que hacen. La película se pone a su servicio. No sé si la fórmula
de estos viejos ácratas se puede extender como contrapeso al agobio del
aislacionismo al que nos empuja esta crisis. En todo caso, es una película
bonita y feliz. Ya es mucho.
Antología de un pueblo fantasma, de Denis Coté, es otra cosa. Pasa en
un pueblo de 215 habitantes perdido en los paisajes nevados y helados de los
bosques de Quebec, un ejemplo del Canadá vaciado y olvidado, como lo es la
España vaciada y olvidada, donde seguro que el bicho no hará estragos a no ser
que la invadan los urbanitas insolidarios que llevarán hasta allí el contagio.
En este lugar escondido, se produce una tragedia inesparada que conmociona al
pueblo entero. Un joven de 20 años, se mata en un accidente de coche. Todo
apunta a un suicidio. Nadie, ni sus padres, ni su hermano, ni sus amigos o la
alcaldesa, saben como enfrentarse a esa pérdida. El duelo colectivo se extiende
como un manto de dolor sobre el manto de la nieve y el silencio se impone en
esa comunidad callada. El tiempo se detiene, la gente intenta seguir con su
vida, pero algo se lo impide. Empiezan a pasar cosas extrañas, unos niños
enmascarados juegan en los campos, se produce un milagro, aparecen seres fantasmales,
siluetas recortadas en el horizonte que no hacen nada, no dicen nada, solo
miran, observan. Nadie sabe quiénes son, nadie se extraña de verlos, nadie
reacciona. Están paralizados. La película roza la ciencia ficción, pero tiene
muchas mas lecturas interesantes. Se puede ver como una muestra del miedo a los
extranjeros, los distintos, los otros; se puede entender como la muerte de una
forma de cultura, de vida, propia del mundo rural; se puede pensar como la
aceptación de lo extraño incorporado a nuestra cotidianidad. Como si el virus
se hubiera instalado entre ellos y ellos estuvieran aprendiendo a vivir con él.
Todas son válidas, todas funcionan en este film irregular que en su titulo
original se llama Antología de las
ciudades desaparecidas, lo que la hace mas globalizadora. Porque el
fenómeno de la despoblación ocurre en todos los países, donde las grandes
concentraciones urbanas están dejando deshabitados muchos pueblos y ciudades
pequeñas. Pero también se puede ver simplemente como un film fantástico, de
ciencia ficción cotidiana. Seguramente esa será la mejor manera de disfrutarla.
Una buena noticia
En
medio del cúmulo de noticias tremendas con las que nos bombardean
inmisericordes los medios de comunicación, esta semana ha habido una noticia
buena. Al menos para los que hacemos La Cartellera de BTV. el programa de cine
de la cadena local barcelonesa, que es en estos momentos el único de las
televisiones en Catalunya (y uno de los pocos que hay en toda España). La gente
que trabajamos en él, lo hacemos con muchas ganas, nos gusta hablar de cine,
hablar de la gente que hace cine. Y nos gusta que nos reconozcan el trabajo
hecho. Por eso agradecemoss mucho el artículo de Tomás Delclós en el Quadern de
El País, publicado el 12 de marzo. Está en catalán, pero seguro que se puede
entender bien.
“I
l’altre argument és La cartellera, una excel·lent agenda
cinematogràfica, perquè no solament explica què fan, sinó que també suggereix
si paga la pena anar-ho a veure. No practiquen, ni de lluny, l’antològic
sarcasme que lluïa Antonio Gasset a Días de cine, però tampoc es limiten
a dir que s’ha estrenat tal film. La informació televisiva de cartellera
acostuma a ser un ganivet que ni punxa ni talla. No serveix per a res. En
canvi, a La cartellera pots endevinar clarament si la pel·lícula de què
parlen els sembla recomanable.
Al
darrer programa, tot i estar dedicat a les cineastes amb motiu del 8-M, aquesta
condició no les eximia de ser elegantment renyades. Al film de Haifaa
Al-Mansour La candidata perfecta, per exemple, tot i admetre que és un
retrat interessant d’un país desconegut, hi troben una trama simple i
previsible i l’absència de conflictes greus i de complexitat. Precisament
perquè no són ressenyes neutrals, haurien d’anar signades. Al final apareix
l’equip de redacció (Marta Armengou, Raül Ruiz Miquel i Núria Vidal), però
seria més orientador per a l’espectador saber qui és el responsable de cada
comentari. Perquè pot ser que l’opinió que es manifesta no sigui unànime a la
redacció, i sempre va bé identificar qui et parla. Saps de quin peu
calça, i això t’orienta tant si t’hi avens com si en discrepes. En crítica —com deia, exagerant,
Guillermo Cabrera Infante—, no hi ha altra expressió que dir si m’agrada o no
m’agrada, la resta és literatura, bona, regular o dolenta... però literatura.
L’altra
part del programa són reportatges que acostumen a tenir el seu punt d’interès o
curiositat. Fins i tot amb excessos que mostren la poètica que hi ha al
darrere. Per exemple, dedicar quatre minuts a un curt de 17. Això sí, és del
gran David Lynch, interrogant un mico i preguntant-li si és del partit
comunista. Quatre minuts totalment justificats. En fi, “sigueu bons i aneu al cinema” (La
cartellera).»
La
crisis del bicho hará que sea más difícil que nunca hacer el programa, si no
hay estrenos, no podremos hablar de pelis. Puede incluso que ni siquiera haya
programa al tener que enviar a los trabajadores de BTV a casa. En todo caso, intentaremos
seguir con series, estrenos on line, libros, reportajes, si nos dejan claro.
Mientras tanto, se pueden recuperar programas anteriores y piezas emitidas en
la web del programa. Así que, estos días
de confinamiento forzoso, puede ser una buena ocasión para verlo.
Este es el enlace.
He dudado mucho en publicar
este texto escrito en tres tiempos. El primero el jueves, cuando todo parecía
controlado; el segundo el viernes, cuando el apocalipsis llamaba a las puertas,
el tercero hoy sábado. Y he pensado que lo mantenía. Una de las pocas cosas que
podemos hacer entre todos, a parte de seguir las recomendaciones de sentido
común que han dado, es intentar mantener la serenidad, el equilibrio, la
libertad. Dejarse amedrentar por el miedo, caer en la vorágine de la
insolidaridad y la desconfianza, no sirve de mucho. Por eso publico esta
entrada igual que siempre. Es mi manera de contribuir a la “normalidad” tan
necesaria en medio de la “excepcionalidad” de la situación.
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