Hoy,
11 de septiembre, se cumplen veinte años
del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York. ¡20 años! Si me paro a
pensarlo me entra un vértigo terrible. Me acuerdo perfectamente dónde y con
quién estaba cuando la televisión transmitió casi en directo el terrible choque
de los aviones en las torres, su derrumbe y su muerte extendida. El agujero que
quedó en el sur de Manhattan fue un aviso del agujero en el que se ha sumido
este siglo XXI que no levanta cabeza. Porque el vértigo me viene sobre todo de pensar
que en ese momento se acabó una forma de entender el mundo que había durado
casi cincuenta años y comenzó a nacer una sociedad desorientada, descentrada,
en la que hemos ido de guerra en guerra, de crisis en crisis, de tsunamis en
epidemias. No sé hacia donde irá el siglo XXI, pero la verdad es que no me
apetece nada lo que se ve venir.
En
fin, esta semana en la que todo el mundo habla del 9/11, en la que nos agobian
con documentales, reportajes, me van a perdonar que yo también me
acerque a ese día que cambió el mundo, pero desde el punto de vista de la
ficción, a través de dos películas y una serie sobre el antes, el después, y un
durante que me sirven para intentar entender lo que pasó ese día espantoso en
el que murieron 3000 personas y de paso, murió una forma de vida.
Antes:
THE
LOOMING TOWER, Amazon
Esta
miniserie del 2018, disponible en 10 capítulos en Amazon, es una auténtica
lección de cómo la estupidez humana puede llegar hasta extremos casi asesinos.
A ver, dicho así, suena un poco tremebundo. Pero es verdad. Porque la insensata
y estúpida rivalidad entre agencias de seguridad, en este caso la CIA,
representada por el arrogante e insoportable Martin Schmidt, y el FBI,
encarnado en el arrollador pero muy poco diplomático John O’Neill, fue una de
las causas (no la única) de que no se descubriera a tiempo la célula durmiente
que al final despertó para sumir al mundo en una pesadilla. Schmidt es un
personaje semi inventado, basado en un auténtico agente de la CIA; O’Neill es
un personaje real, un agente especial del FBI especializado en contra espionaje,
que murió el 11 de septiembre del 2001 cuando acababa de empezar a trabajar
como Jefe de Seguridad del World Trade Center. Sobre el papel, FBI y CIA eran
agencias que colaboraban en la lucha antiterrorista, en la práctica, se
dedicaban a ocultarse información, dificultar las investigaciones y procurar
que el otro quedara mal ante la administración. Y esa es la tercera pata del
entramado del 11S, el gobierno de George Bush Jr que no solo permitió que esta
rivalidad ridícula creciera. Lo peor que hizo la presidencia de Bush fue aprovecharse
del atentado para lanzar su ofensiva contra Irak, desoyendo lo que todos, CIA y
FBI, le decían sobre la autoría de los atentados. Por más que el Secretario de
Defensa afirmara que Irak nada tenía que ver, que los responsables eran los
terroristas de Al Qaeda, con Osama Bin Laden al frente, Cheney y Rumsfeld
decidieron que había sido Irak. Los efectos devastadores de aquella rivalidad y
de aquellas decisiones, se siguen sintiendo en la actualidad (Afganistán es la
prueba). Pero lo que me hizo estremecer viendo esta estupenda serie basada en
una novela de Lawrence Wright y protagonizada por Jeff Daniels, Tahar Rahim y Peter Sarsgaard, es la idea de que esta rivalidad
estúpida sigue ahí y no solo en Estados Unidos. No me costó nada recordar las
envidias, trabas, ocultaciones y falta de cooperación que se produjo en el
atentado de agosto del 2017 en Barcelona entre Mossos y Guardia Civil. El
resultado, lo sabemos todos.
Durante:
EL
VICIO DEL PODER, Filmin
El
final de The Looming Tower, me sonó
muy familiar y entonces recordé una película del 2018 de la que había hablado
en el blog. La busqué y la encontré en Filmin. La volví a ver y volvió a
provocarme la sensación de impotencia que da de estar en manos de mediocres e
incompetentes (por desgracia no solo en Estados Unidos, los mediocres e
incompetentes nos rodean por todas partes en nuestro propio país). La película
se titula El vicio del poder, está
dirigida por Adam McKay y la protagoniza Christian Bale como Dick Cheney,
vicepresidente de George Bush Jr en el momento del ataque al World Trade
Center. Lo que escribí de ella en el blog del 12 de enero del 2019, creo que
sigue siendo vigente: “El vicio del poder cuenta el auge y esplendor de un personaje siniestro,
mediocre, un gris burócrata que supo ver las oportunidades que le pasaban por
delante gracias a lo que su inteligente y manipuladora esposa le susurraba en
voz baja. Estamos hablando de Dick Cheney, el hombre en la sombra que fue
todopoderoso vicepresidente de Estados Unidos en el mandato de George W. Bush,
entre el año 2001 y el 2008, es decir , los años del ataque a las Torres
Gemelas, la guerra de Irak y el auge de Al Qaeda y del EI. El excelente guión
de Adam McKay, que firma también la dirección, sigue la vida de este hombre
gordo y sin corazón (literalmente) a través del relato de un narrador anónimo
que acaba siendo fundamental en la historia. Las elipsis, los giros, los
cortes, los diálogos, nos enseñan poco a poco la formación de este hombre
terrible, que convirtió la administración de Bush hijo en una oficina siniestra
con la ayuda de personajes aun más siniestros que él, cómo Donald Rumsfeld o el
propio Bush, retratado sin piedad en toda su estupidez. Es un espectáculo como
cine, es una lección como historia, es una prueba de en manos de quien estamos
y es, también, una explicación de la propia figura de Donald Trump. Cuando la
vean, no se vayan antes de que acaben los créditos: hay una secuencia
imprescindible.” Afganistán y su guerra interminable son solo el último
coletazo, habrá más, de los actos irresponsables de esos años. Biden solo puede
intentar que los daños sean los menos posibles, pero no podrá contrarrestar el
peso de tanta manipulación. (Y eso me vuelve a traer a nuestro contexto
político, plagado de mentiras, falsedades, alianzas peligrosas y decisiones
equivocadas).
Después:
WORTH,
Sara Colangelo 2020 (en Netflix muy pronto)
El después del 11S nos lo cuenta esta película estrenada en
salas esta semana. Literalmente la palabra Worth significa Valor, no el de
salvar una vida, sino lo que cuesta esa vida. El prestigioso abogado de
Washington Kenneth
Feinberg se dedica a valorar fríamente y con criterios matemáticos, las indemnizaciones
que se deben pagar a los familiares de víctimas de todo tipo planteándose la
incómoda pregunta, ¿Cuánto vale la vida de una persona? Pero Feinberg se verá
obligado a replantear sus fórmulas cuando acepte hacerse cargo de las
valoraciones que la administración debe pagar a las familias de los 3000
muertos ese día de septiembre. Michael Keaton se mete en la piel de este hombre
que pasa de la pura y aséptica profesionalidad, lo que él quiere es evitar que
las familias pongan una demanda millonaria contra las compañías aéreas, a la
auténtica batalla contra el cinismo, la burocracia y los poderes económicos en
un intento de hacer justicia a todos y cada uno de los que murieron en las
Torres Gemelas y a bordo de los tres aviones secuestrados. Basado en hechos
reales, el personaje de Feinberg y su trabajo al frente del Fondo de
Compensación de Víctimas del 11S es absolutamente real, la película juega de
manera inteligente a mostrar lo particular de los casos personalizados de algunas
de estas víctimas, para llegar a lo general: ¿cuánto vale una vida? Si la
película funciona narrativamente es gracias al contraste entre Kenneth Feinberg
y Charles Wolf, interpretado por Stanley Tucci. Wolf también es un personaje
real, un hombre que perdió a su mujer en el atentado, muy crítico con el programa
y la manera de aplicar el Fondo de Compensación. Wolf se convierte en el espejo
donde Feinberg se ve reflejado y el enfrentamiento/colaboración entre el que ve
la vida solo en términos de dinero y el que la ve en términos de justicia es lo
que consiguió que este Fondo fuera lo más justo posible. Sin ser una gran película,
Worth es un buen ejemplo de cine
político, ese cine que los americanos saben hacer muy bien jugando con lo
personal y emocional para desnudar el cinismo del poder. En definitiva, la
lección que se extrae del film es muy clara: el dinero sin justicia, es un
insulto; la justicia sin dinero, es un error. Verla después de ver The Looming Tower y El vicio del poder, convierte este aniversario terrible en una
tragedia en 3 actos, cuyo epílogo aun estamos viviendo.
El
regalo de esta semana es un homenaje a las torres
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