En esta semana que hemos
vivido un episodio de espionaje digno de Mortadelo y Filemón; que hemos sabido
más cosas del camarote de los hermanos Marx de la conexión rusa del
independentismo; esta semana en la que Putin se ha dado un baño de multitudes
patrióticas y banderiles de corte coreanos y el horror de la guerra llega a su
doceava semana; esta semana los astrónomos han logrado fotografiar un inmenso
agujero negro en el centro de nuestra galaxia llamado Sagitario A*. Un agujero
negro que parece el Ojo de de Saurón (¿o será el de Dios como sugirió Ramon al verlo?) alrededor del cual
orbita nuestra galaxia. Esta es la noticia de la semana más importante para mí.
Siento como si el universo quisiera recordarnos nuestra pequeñez y nuestra estupidez
y no puedo dejar de pensar que ojala se tragara a tantos indeseables que hay en
el mundo que nos rodea.
Pero este es un blog de cine.
Y de cine quiero hablar en esta semana en la que se estrenan diecisiete
películas. Nada más y nada menos que diecisiete películas. Como en los peores
tiempos prepandémicos. Es una barbaridad. Muchas no las he visto (¡y si no las
he visto yo que veo tantas, me imagino el público normal!). Otras me sabe mal
que se estrenen entre el barullo de la acumulación que las condena a pasar
desapercibida (por ejemplo Hit the Road
de Panah Panahi de la que hablé la semana pasada). Algunas conseguirán
singularizarse por algo y sobrevivirán a la avalancha de la semana que viene.
En fin, volvamos a la tierra y al cine para constatar que la ley de la selva en
la exhibición se ha vuelto a imponer.
De las diecisiete películas
que se estrenan este fin de semana, hay tres que quiero destacar para que, a
ser posible, no se pierdan en el marasmo cinematográfico.
La conferencia, de Matti Geschonneck,
Premio a la Mejor Película en
el último BCN Film Fest La conferencia
es un duro film sobre la maldad de los que tienen el poder de matar o no matar.
El film recrea la reunión que tuvo lugar el 20 de enero de 1942 en una villa de
las afueras de Berlín donde un grupo de destacados representantes del régimen
nazi tomaron, en tan solo una hora y media, la decisión de llevar a cabo la
llamada “solución final”, es decir, el exterminio sistemático de millones de
judíos en toda Europa. Contada en tiempo real con una frialdad y falta de
sentimientos que estremece, sin salir prácticamente nunca del claustrofóbico
salón de reuniones, el film es un depurado y riguroso trabajo de teatro de
cámara, o mejor de cine de terror puro y duro.
Un mundo nuevo, de Stéphane Brizé
Es raro ver películas
políticas como esta. La historia es muy simple. El director de una fábrica filial
de una gran multinacional norteamericana en una ciudad de provincia francesa,
debe enfrentarse a la terrible decisión de un recorte de personal que le obligará
a despedir a 50 trabajadores. El hombre sabe que la empresa le va a exigir esos
despidos, pero intenta por todos los medios que no se lleguen a producir. No es
que sea un “buen patrón”, simplemente sabe que los recortes repercutirán en la
calidad de la producción, pero sobre todo, repercutirán en la calidad humana de
su vida. En realidad lo que plantea este film francés es la diferente manera de
entender el capitalismo: por un lado los americanos que solo buscan el máximo
beneficio; por otro lado los europeos que aunque también quieren el máximo
beneficio, no pueden quitarse de encima el peso de una concepción más humanista
que mercantilista de las relaciones laborales. Vincent Lindon le da a este
personaje la ambigüedad necesaria para que no acabe de caerte bien pero quieras
que consiga alcanzar un equilibrio. Quizás un tanto convencional en su puesta
en escena y rozando en algunos momentos el buenismo (por suerte sin caer en
él), Un mundo nuevo es un film
profundamente contemporáneo, de una actualidad aplastante. Viéndolo no pude
menos que sentir que estaban hablando de algo muy cercano a mí. Las razones
dadas para el despido de 21 trabajadores en el reciente conflicto de BTV, la
televisión pública de Barcelona, se parecen como dos gotas de agua sucia a las
que se esgrimen en el film. Pero aquí no había un Philippe que defendiera a los
trabajadores y si había muchos burócratas y accionistas dispuestos a plegarse a
las órdenes del amo/ayuntamiento. Reconozco que sentirme parte del conflicto
puede haber influido en mi apreciación del film.
Ennio: el maestro de Giuseppe Tornatore
Ennio:
el maestro fue uno de los grandes éxitos del pasado BCN Film Fest. Si
solo pueden ver una película a la semana, les recomiendo que sea ésta. Ennio es
Ennio Morricone y el documental de Giuseppe Tornatore son muchas películas en
una. Porque Morricone le ha puesto música a más de quinientas historias desde
que firmó su primera partitura para el cine en 1961. Tornatore utiliza como
columna vertebral del documental una larga, divertida, musical y muy exhaustiva
entrevista con Morricone que realizó él mismo cuando el compositor ya tenía 90
años y conservaba una mente lúcida y clara.. Como contrapunto, muestra testimonios
recogidos en todo el mundo con directores de cine, actores, amigos, compañeros,
compositores. Y lo ilustra con fragmentos de films inolvidables que están en la
memoria de todos, músicas evocadoras de imágenes unidas para siempre, gracias a
Morricone, al imaginario colectivo de varias generaciones. El documental de
Tornatore transcurre como una sinfonía, con sus distintos movimientos (
infancia, juventud, la música melódica de la canción italiana, los primeros
trabajos, Estados Unidos…) y los distintos instrumentos (las entrevistas y los
fragmentos de cine). Es una pura delicia escuchar a Morricone tararear las músicas
escritas cincuenta o cuarenta años atrás. Es divertido y para mí un
descubrimiento, saber que estaba detrás de tantas canciones famosas de los años
sesenta. Es impresionante escuchar como directores tan distintos como
Bertolucci o Tarantino, hablan de él. Pero lo mejor es que, a pesar de tanto
halago y alabanza, el film nunca cae en la hagiografía. Tornatore deja ver
algunos de los defectos de carácter del músico intransigente, nos muestra un
hombre un tanto intolerante, riguroso y con una mente matemática y científica,
tanto como musical. Víctima de una cierta cultura que durante años despreció la
música del cine, Tornatore apuesta abiertamente por reivindicarlo como uno de
los grandes compositores del siglo XX y XXI. Ennio: el maestro es una lección de cine con música, un auténtico
regalo.
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