La Guerra en Ucrania produce a
veces la extraña sensación de un paralelismo con la Guerra Civil Española. No
por las circunstancias que provocaron una y otra, muy diferentes en ambos casos,
pero sí porque la guerra española fue en cierto modo un prólogo de la Segunda
Guerra Mundial y un campo de pruebas para que unos y otros ensayaran las armas
y los argumentos ideológicos que alimentarían la contienda que se avecinaba. No
quiero decir que Ucrania juegue el mismo papel, pero tampoco puedo dejar de
pensarlo y estremecerme. Uno de esos días en los que estás perturbado por la
realidad, me llegó un regalo. Era un DVD con la última película de Paco Betriu
que me mandaba su mujer Nieves. Me hizo ilusión recibirla y me hizo ilusión
verla. El último aviador me devolvía
a una mañana de diciembre en Sant Pol en el ya lejano 2015, cuando le hice a
Paco una larguísima entrevista de casi tres horas para la SGAE y la Academia de
Cine de España donde me explicaba que estaba sumergido en este nuevo proyecto. Poco
después descubrí que la película estaba en Filmin lo que quiere decir que quien
quiera verla, la tiene a su disposición.
El último aviador, Paco Betriu Filmin
En la entrevista del 2015,
Paco me habló mucho del documental en el que estaba trabajando. “El ultimo aviador es una historia muy
poco conocida que llegó a mis manos por casualidad. Durante la guerra, la
aviación republicana tenía pocos aviones y menos aviadores, por eso el ejército
republicano tenía un acuerdo para formar pilotos en Rusia. Hubo un grupo de
gente muy joven, tenían poco más de 20 años, que salió de España en enero del
39. Cuando estaban a mitad de curso, se acabó la Guerra Civil. La vida de esta
gente fue muy difícil porque no podían volver a España, ni podían ir a México,
porque México no tenía relaciones con la Unión Soviética en aquel momento. Así
que se tuvieron que quedar en Rusia. Al principio fueron muy bien tratados por ser
republicanos. Pero cuando empezó la Segunda Guerra Mundial y les propusieron incorporarse
al ejército ruso, hubo un grupo que no quiso. Ellos, lo que querían era volver a
España o irse a Sudamérica. Estuvieron un par de años semi abandonados hasta
que les volvieron a plantear su incorporación al ejército ruso cuando Rusia entró
en guerra después de romper el pacto con Alemania. Unos 30 o 40 pilotos
españoles dijeron que no y acabaron confinados en un Gulag. Desde 1942 hasta 1954,
estuvieron en Siberia en campos de concentración, donde, a partir del 44 o 45,
coincidieron con los prisioneros españoles de la División Azul. A todos los
trataron igual. Allí se olvidaron los enfrentamientos entre ellos porque todos
eran víctimas de la terrible represión del Gulag. El problema para hacer este
documental es la edad de estos aviadores, son muy mayores. Solo he encontrado
uno que pudiera participar y con cierta dificultad. Era muy joven cuando fue a
Rusia y trabajando en el Gulag, perdió cuatro dedos de una mano. Hemos podido
entrevistarle gracias a su hijo. Los aviadores volvieron a España en El
Semiramis, el barco de la División Azul. Volvieron 229 divisionarios y 34 civiles
que eran ellos y algunos marinos, porque hubo un barco de guerra republicano al
que le pasó lo mismo. Se quedó en Odesa y los marinos fueron a parar al Gulag.
Aquí no hay ficción, es su testimonio junto con otros entrevistados,
especialistas, historiadores, supervivientes. He rodado con algunos niños de la
guerra que son más jóvenes y he podido entrevistar a Alejandra Soler que estuvo
30 años en Rusia y ahora tiene 102 años.”
No supe nada más del
documental hasta que me lo envió Nieves. Cuando acabe de verlo le escribí un
mail. “Es muy emocionante y descubre un mundo muy desconocido. Antes de
hablar con Paco hace unos años, cuando le hice la entrevista para la Academia,
yo no tenía ni idea de esta historia, pero no ha sido hasta ver el documental
cuando me he dado cuenta de su valor. !Qué suerte haber podido hablar con los
supervivientes y que estuvieran tan lúcidos! Y que terrible su historia.
Perdieron los mejores años de su juventud en los campos por culpa de una
ideología malvada o mejor dicho, como dice la viejecita del PC, una ideología mal
entendida. Me gustó que se hablara también de los prisioneros de la División,
Azul, víctimas de una instrumentalización política terrible. Hay en el
documental el germen de varias novelas o ficciones apasionantes. Pero sobre
todo tiene el valor de la memoria en primera persona de los que vivieron y
sufrieron esos hechos. y me encantó la desfachatez de Santiago Carrillo
afirmando que no había aviadores de la República en los campos de Siberia. Las
mentiras de Putin las ejercían los aparatchik desde siempre. Para mí es un film
imprescindible.”
El
último aviador es un documental, pero también es una película
de aventuras, y una denuncia de la hipocresía y la cobardía del PCE que dejó
abandonados a estos hombres. Es una muestra de la intolerancia y la brutalidad
de un régimen que la emparenta con la actualidad. El estalinismo que tantos añoran
en Rusia y algunos fuera de Rusia, fue un régimen salvaje y brutal. Pero sobre
todo, El último aviador es una
emoción, la del hijo de Vicente Montejano, el último aviador, preguntándole a
su padre por su vida; la de Alejandra Soler, la militante comunista de toda la
vida, crítica con la historia y con una capacidad de entender lo que debe ser
el comunismo en el siglo XXI; la de las imágenes de la llegada del Semiramis a
Barcelona y las lágrimas que le asaltan a Vicente Montejano recordando ese
momento. Es un fragmento de historia muy desconocida que merece ser divulgada y
sobre todo merece ser vista en estos momentos. La última película de Paco
Betriu, es un broche perfecto a su vida.
Cinco Lobitos de Alauda Ruiz de Azúa
Entre los muchos estrenos de
esta semana merece destacarse Cinco
Lobitos. No solo por los muchos premios en Málaga o por haber cosechado
éxitos en sus proyecciones en Berlín, Málaga o el D’A Film Festival. Cinco Lobitos vale la pena porque la opera
prima de Alauda Ruiz de Azúa es un fragmento de vida. Cinco lobitos es una canción de cuna muy conocida que las madres
llevan cantando a sus hijos desde tiempo inmemorial. Como eterno es el dilema
al que se enfrenta la protagonista del film, Amaia, una mujer que acaba de ser
madre y siente que no está preparada para asumir ese nuevo rol que la vida le
ha puesto delante. Porque de eso va esta emocionante y al mismo tiempo seca
película (difícil combinación que la novel directora consigue), cómo el hecho
de ser madre transforma radicalmente a Amaia. Los cinco lobitos de Amaia que se
esconden detrás de la escoba de la realidad a la que se enfrenta, se pueden cantar:
Primer lobito, el bebé. De repente Amaia es consciente de que es responsable de
otra persona, su hija Ione, y de que eso significa que ya nunca será Amaia sola
sino Amaia madre; Segundo lobito la madre. En ese trance traumático para Amaia,
se da cuenta también de que nunca dejará de ser hija, que la relación con su
madre es para toda la vida y que a partir de ese momento ella siempre estará en
medio de esos dos lobitos dominantes, hija y madre. Tercer lobito, el trabajo.
El nacimiento de su hija la obligará a enfrentarse con la decisión, al menos en
un primer momento, de dejar de ser una profesional, los primeros mese después
del nacimiento de un hijo, ser madre se convierte en un trabajo a tiempo
completo, lo demás pasa a segundo plan. Cuarto lobito, la pareja. La vida a dos
que se había podido establecer, con sus rutinas y sus concesiones, deja de
existir: nunca más volverán a ser dos, a partir del nacimiento de su hija,
siempre serán tres (cuando sean cuatro o cinco, la cosa cambiará, los problemas
serán otros). El quinto y último lobito es el más complicado, porque ese lobito
es ella misma. Si Amaia no acepta sus nuevos papeles, estará en lucha
permanente con el mundo, con su entorno, con su familia, con todo. Ese es el
lobito mas difícil de domesticar y sacar de detrás de la escoba. Todo esto, lo
cuenta la joven directora con una sencillez exquisita, sin pasarse nunca de la
ralla en sensibilidad y emoción. Dejando espacio para que Amaia descubra que su
madre, la autoritaria y dominante Begoña, tuvo una vida al margen de la ella y
de la familia, para entender el dolor escondido de un padre que siempre se ha
mantenido al margen. Sin tomar partido por ningún personaje, sin juzgar a
nadie. El pueblo, el mar, la casa, todo forma parte de el cuadro que Amaia
empieza a pintar con los lobitos que le ha tocado jugar. Para que todo fluya
casi sin darnos cuenta es fundamental el trabajo de los actores. Amaia es una
Laia Costa enfadada, llena de dudas, asustada. Begoña es la excelente Susi
Sánchez, con rasgos de humor casi negros y con un papel duro lleno de matices.
Ramón Barea le da a Koldo, el padre, una ternura y un desvalimiento que solo un
gran actor puede alcanzar. Mikel Bustamante tiene el personaje más
desagradecido, el de pareja de Amaia, padre de Ione, un hombre ausente superado
por los acontecimientos. Cinco lobitos
es un film que provoca identificaciones inmediatas porque aunque no todo el
mundo ha sido madre o padre, todos hemos sido hijos y todos, en un momento u
otro nos hemos visto obligados a entender que en definitiva nuestras vidas se
parecen a las de nuestros padres. Cinco lobitos la cantaban las abuelas, la
cantaban las madres y la cantarán las hijas. Esa es una de las grandes y
bonitas lecciones de esta película estupenda: la vida no se inventa, sigue.
El regalo de esta semana es
una mujer que podría ser una madre con los cinco lobitos en su mano abierta.
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