Las de la última fila, Daniel Sánchez Arévalo Netflix
La serie de Daniel Sánchez
Arévalo Las de la última fila se
acaba con esta frase tan contundente “Esto
también pasará”. Es una frase definitiva, de las que quedan. Es una frase
que redimensiona toda la serie y le da un aliento de esperanza. Es una frase
que he decidido incorporar a la vida diaria para superar los escollos,
personales, colectivos, imaginarios o reales, con los que nos enfrentamos cada
día. “Esto también pasará.”
Daniel Sánchez Arévalo ha
demostrado a lo largo de una filmografía corta en largos, cinco en 15 años,
pero larga en cortos, 24 si no me he descontado desde el primero de 1999 hasta
el último de este mismo año, que es uno de los mejores contadores de historias
generacionales. (Por cierto, ¿para cuándo un ciclo en alguna Filmoteca dedicado
a los cortos de Sánchez Arévalo, quizás el director español que mejor ha
entendido lo que significa contar una historia corta?) Sus personajes han crecido
con él, se han ido construyendo ante su cámara. Suelen ser personajes
masculinos, tratados con una cercanía y una ternura casi femenina. En la
combinación de estos tres elementos: saber contar historias, dominio del relato
corto y ternura, creo que está el secreto de Las de la última fila, su primera incursión en el terreno de las
series. Sin olvidarnos de que ya en su novela La isla de Alice, Sánchez Arévalo se atrevía a meterse en la cabeza
de una mujer y en un entramado de secretos. Con la serie, va un paso más allá y
se mete, literalmente, en la cabeza rapada de cinco amigas treintañeras durante
un pequeño viaje liberador a una playa del sur. Las cinco se conocen desde el
colegio, las cinco son distintas, las cinco comparten un secreto, las cinco
saben que esto también pasará, pero es importante que estén juntas. Y sobre
todo, es importante que sean capaces de enfrentarse a sí mismas a través de los
retos que se han planteado durante ese paréntesis en sus vidas. Es evidente que
sin la complicidad de sus actrices: Itsaso
Arana, Mónica Miranda, María Rodríguez Soto, Mariona Terés y Godeliv Van den Brand, la serie no habría
existido. Desde el primer plano en el que las vemos rapándose el pelo, sabemos
que han establecido entre ellas y el director un pacto de absoluta confianza, pero
también entre ellas como colectivo, entre ellas como individuos. Pero esto, que
ya es mucho, no sería suficiente para hacer de esta serie algo, además, innovador.
En un balance equilibrado entre la risa y el llanto, en un equilibrio entre lo
que hacen y lo que piensan, en un estar siempre en presente, en futuro y en
pasado, los seis capítulos de la serie nos van dejando ver como estas mujeres
crecen y se liberan de pesadas cargas. Las incursiones en su pasado nunca se
plantean como clásicos flashbacks, sino como párrafos del mismo relato; las
conversaciones con los personajes que no están presentes se hacen visibles no en forma de fantasmas, sino de
realidades integradas. Y los personajes que sí están presentes; un excelente
Javier Rey, una divertida Macarena García o una arisca Michelle Jenner, son el
contrapunto perfecto de las conversaciones que sin censuras surgen entre ellas.
Y a eso hay que añadir una banda sonora que acompaña, ilustra, ilumina el
relato. Todo ello en el paisaje lleno de sol de esa playa gaditana, escenario
ideal para que las figuras en el cuadro se vayan dibujando. Creo que queda
claro que me ha gustado mucho esta serie de Netflix en la que se demuestra que también
hay hombre capaces de entender el mundo femenino. Basta con saber escuchar, con
saber mirar, con no juzgar y con tener buenas consejeras (Daniel confiesa
tenerlas) para que el resultado sea un producto, aparentemente igual a muchos,
pero profundamente distinto. ¡Y además, las cinco están muy guapas con el pelo rapado!
Tres nits fora de casa, Marta Romagosa
La serie de Sánchez Arévalo me
ha recordado Tres nits fora de casa
de Marta Romagosa, una novela que leí este verano gracias a la recomendación de
un buen amigo. Aquí también hay un grupo de cuatro amigas que se conocen desde
pequeñas y también se encuentran cada verano. Pero la manera de acercarse a
ellas es muy distinta. Romagosa las mira en conjunto y una a una por separado,
de esta manera va conformando una figura nueva que surge de los relatos no
enfrentados sino complementarios de las cuatro. Lo que si comparten estas cenas
liberadoras fuera de casa, con las chicas de la última fila, es la sensación de
poder hablar de todo sin miedos, sin engaños, sin vergüenzas. Y ahí si se nota
que Marta es una mujer hablando de mujeres que son ella misma o que conoce muy
bien. Porque no necesita quererlas (aunque las quiere) no necesita explicarlas
(aunque las explica), le basta con exponerlas para tener un alto grado de
verdad. Tres nits fora de casa en una
novela con la que se podrán sentir identificadas muchas mujeres entre los 30 y
los 50 años. Esos 50 años que hasta hace muy poco eran el símbolo del final de
todo y que, gracias a la batalla de muchas mujeres, y de muchos hombres
también, han dejado de ser un The End para ser un Beginning, es decir el
principio de una nueva vida. La menopausia ha dejado de ser un escollo
insalvable para disfrutar de la vida. Aunque ese tema aun está lejos de las
chicas de la última fila que antes deben enfrentarse a un problema mucho más
cercano.
El regalo de esta semana,
repartido a lo largo del texto, son cinco chicas de Ramon dedicadas a las cinco
chicas de Dani y a las cuatro de Marta.
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