Ya he comentado en otra
ocasión el fenómeno de las películas largas, desmesuradas en su duración.
Parece que la industria del cine piensa que la mejor manera de combatir la
competencia de las plataformas es haciendo films que duren lo mismo que una
miniserie de tres o seis capítulos, de esas que se ven de un tirón. Creo que es
un error, el ritmo en el cine es otro muy distinto que el ritmo en una
televisión o un ordenador. Pero es una de las cosas que explicarían las
duraciones de dos y tres horas de algunas películas que no lo necesitan. Es el
caso de estas dos, Babylon dura 188
minutos, tres horas y ocho minutos; Decision
to Leave dura138 minutos, dos horas y 18 minutos. Las dos saldrían ganando
con un recorte ajustado. Son dos films recomendables, de los que se deben ver y
disfrutar, pero eso no me impide pensar que serian mucho mejores si duraran un
poco menos.
Babylon de Damien Chazelle
Entre los muchos y
terroríficos paralelismos que hay entre nuestros nada felices años 20 y los relativamente
felices años 20 del siglo pasado, hay uno que no existe ni de lejos. Los años
20 del siglo XX fueron los de Babilonia pura, los del desmadre a todos los
niveles, cuando la libertad y el libertinaje imperaban tanto en el Berlín de la
República de Weimar, el Paris de entreguerras o el Hollywood incipiente. Algo
que en la puritana, conservadora, represiva y muy poco tolerante sociedad actual
no sucede, dominada por el miedo, la cazas de brujas, la autocensura permanente
y el temor a salirse de los marcados caminos de lo políticamente correcto en
los que coinciden las nuevas inquisiciones de izquierdas y de derechas.
Por eso esta Babylon de Damien Chazelle es tan
apetecible. Aunque no se dice en ningún sitio, está claro que el film se
inspira en el Hollywood Babilonia de
Kenneth Anger, la crónica escandalosa y negra del mundo del cine entre
starlettes, magnates, actores y mafiosos. En esta Babylon hay de todo esto en abundancia y hay sexo y hay drogas y
hay crímenes y hay escándalos y hay jazz. Pero también hay una cierta nostalgia
por un tiempo en el que el cine era más ingenuo, menos reglamentado, más
creativo. Todo se estaba inventando, todo era posible, la fábrica de sueños
funcionaba a pleno rendimiento. El arranque del film es espectacular: un elefante
en una camioneta subiendo una colina para ser el juguete de una fiesta
orgiástica en la que se conocen los cuatro principales protagonistas de la
historia. Manuel, Manni, Torres, el actor mexicano Diego Calva en el papel de
un chico para todo que intenta abrirse camino en el cine; Jack Conrad, al que
llena de glamour Brad Pitt, gran estrella del cine mudo que no sabrá adaptarse
a la revolución del sonoro; Nellie LaRoy, una excesiva Margot Robbie imagen de
todas esas estrellitas que se acercaron demasiado a las luces de Hollywood
hasta quemarse en la hoguera de las vanidades; y Sidney Palmer, el músico Jovan
Adepo que imagina triunfar en el cine sonoro antes de asumir que ese no es su
lugar. La fiesta que abre el film dura media hora y es realmente un prodigio de
realización. A partir del momento en que Manny, Jack, Nellie y Sidney se
conocen, el film los sigue en su ascenso y en su decadencia, en paralelo a la
de la propia industria que pasa de filmaciones en barracones al aire libre, con
una curiosa presencia de una mujer directora, algo muy habitual en el cine mudo
antes de convertirse en una industria millonaria, hasta las complejas
filmaciones en los grandes estudios. Homenaje nada disimulado a Cantando bajo la lluvia, que incluso se
convierte en una coda lógica y sentimental de la historia, el film transcurre
entre fiestas, rodajes, rumores, divorcios, muertos, música y canciones. Un
alarde de poderío por parte de Chazelle al que un buen productor, como los de
antes, los de ese Hollywood Babylon que nos retrata el film, debería haber
quitado por lo menos una hora. Y entonces sería perfecto.
Decision to Leave, Park Chan-wook
Cine negro, cine
románticamente negro, cine construido como una figura de varios lados, cine
cubista en negro. Y poético. La nueva película del más original de los
directores coreanos contemporáneos, es un desafío al espectador, un laberinto
de emociones con sentimientos a flor de piel. “Arriesgado, absorbente, sensual,
misterioso, íntimo, clásico”, son algunos de los adjetivos que se han utilizado
para describir este film inclasificable. Es un thriller sin duda, un detective
de Busan investiga la muerte, supuestamente accidental, de un hombre que ha
caído desde una alta y magnífica montaña. Pero nada es tan sencillo como parece
y muy pronto el policía empieza a sospechar que esa muerte ha sido en realidad
un asesinato y que detrás del asesinato está la hermosa mujer china del muerto,
una mujer tan misteriosa como atractiva que acabará por desequilibrar la vida y
los sentimientos del joven detective. Narrada en una continuidad rota por
incisos de pensamientos, imaginaciones y deseos, la película se mueve en el
terreno del más puro romanticismo asociado al más puro cine negro. No es una
coincidencia que varias críticas hayan coincidido en citar como referente Perdición de Billy Wilder. Sin parecerse
en casi nada, los dos films son retratos de una obsesión. Decision to Leave es envolvente y no puedes dejar de verla seducido
por su atmósfera, pero es desmesurada. El cine clásico duraba una hora y media.
No hacía falta más para contar la historia. 138 minutos son, quizás, excesivos.
El regalo de esta semana es
una extraña foto de una inquietante figura de ocho lados, un buen símbolo de
los muchos matices que tienen estas dos películas.
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