(Jorge con dos de sus nietas en una imagen de felicidad)
Hace más de un año que sabía
que llegaría el día en que tendría que escribir este texto. Lo sabía desde que
Jorge, a finales del año 2021, dio un bajón de salud inesperado después de
volver del que iba a ser su último y feliz viaje a Venecia. Lo sabía y deseaba
que nunca llegara el día de tener que hacerlo. Hubo momentos en este largo y
horrible año 2022 en los que me pareció que lo conseguiría, que su fuerza y su
voluntad acabarían por doblegar la enfermedad. Pero al final, demostrando una
inteligencia y una capacidad de saber siempre cual era su lugar, Jorge cedió y dejó
de luchar. Desde hace veinte años, Jorge y yo comíamos juntos cada mes, no
fallamos nunca, incluso en los momentos más duros de su tratamiento. Hablábamos
de cine, hablábamos de libros, hablábamos de exposiciones, hablábamos de sus
nietas a las que adoraba, hablábamos, poco, de política que a los dos nos
aburría mucho, y a veces nos callábamos porque no hacía falta hablar. Cuando yo
escribía algo, Jorge era de las primeras personas a la que se lo enseñaba. Su
criterio y su mirada crítica siempre me fueron muy útiles. No era dado a los elogios
fáciles. Tampoco le gustaba recibirlos. Jorge era elegante, culto, inteligente,
como un personaje de otro mundo, de ese mundo proustiano que tanto le gustaba y
con el que se sentía identificado. Pero también era cariñoso, respetuoso,
amable, muy tolerante y con ideas muy progresistas respecto a todo. Lo
conocimos juntos Ramon y yo hace casi 50 años, en 1977, cuando coincidimos en
Comisiones Obreras. Nos hicimos amigos entonces, de él y de Margarita Riviére,
su mujer. Luego, en 1986, Jorge me abrió las puertas de Fotogramas y me dio la oportunidad de trabajar a su lado en la
revista de cine y en Qué leer durante
20 años. Mi relación con Fotogramas
terminó, pero mi amistad con él no solo se mantuvo, creció. Jorge adoraba la
pintura de Ramon y desde el principio, en el lejano 1982, fue una de las
personas que le apoyó comprando cuadros, dibujos, siendo siempre fiel en las
exposiciones. Veníamos de sitios muy distintos, de espacios muy alejados, pero
encontramos entre los dos un lugar donde sentirnos muy unidos. Le he echado de
menos este último mes que ha estado mas recluido por la enfermedad, pero aun
podía hablar con él. Le voy a echar mucho de menos a partir de ahora que ya no
podré hablar con él.
Jorge era Jorge de Cominges,
mi amigo.
Este cuadrito de granadas era
uno de los que más le gustaba a Jorge, lo tenía en su casa y lo veía desde el
sillón donde pasó tantas horas este último año.
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