(no es Mallorca, pero estoy segura que este mar también le
gustaba a Agustí)
Agustí
Casi no me había recuperado del golpe de la muerte de Jorge de Cominges, cuando me llegó la triste noticia de la muerte de Agustí Villaronga. Me cogió por sorpresa, no porque no supiera que estaba enfermo. Agustí y yo nos escribíamos con frecuencia, su último mail es del 30 de enero de 2022, casi un año antes de su muerte. En él me comentaba, como hacia muchas veces, un texto del blog que le había interesado y acababa diciendo: “En fin, veo que te preocupas por mi salud y te quiero decir que estoy bien, estoy saliendo adelante bien y rápido y espero que pronto nos veremos porque ya voy saliendo al mundo. Te mando un abrazo grande.”
A lo largo del año supe que estaba rodando una película y pensé: ¡bien!. Me llegaban noticias de que estaba en tratamiento, pero aguantaba. Y me confié. Pensé que sería capaz de superar la enfermedad. Pero no, al final la mort le llegó antes de la primavera (1). Cuando alguien como Agustí muere, desaparece un trocito de mi historia. Agustí era un amigo desde que le conocí en 1986, en el rodaje de la extraña, perturbadora e inclasificable Tras el cristal. Durante todo este tiempo he seguido su carrera muy de cerca, apoyándole, felicitándole, compartiendo ideas. Siempre le dije lo que pensaba de su cine cuando me preguntaba o me enseñaba una película en fase de montaje. Agustí apreciaba la sinceridad por encima de los elogios. Él también me seguía y recuerdo con gran cariño las palabras que me escribió después de leer mi novela La piedra negra. En particular una frase: “Llevo a todos los personajes conmigo y el que me flipa más es el gato, o los dos gatos, porque están muy bien observados.” A los dos nos gustaban los gatos. Podría seguir recordando momentos, encuentros, charlas, festivales, como aquella helada noche berlinesa durante el festival de Berlín donde se presentó Tras el cristal; o la vuelta en taxi desde Navarcles donde había recibido el premio de honor del Festival Clam, o la estupenda charla que dio en la ESCAC, Son muchas vivencias, son muchas memorias compartidas. Agustí y Jorge estarán unidos para siempre a este frío enero barcelonés. Pero me consuelo al hacer mías las palabras de Lola Salvador. “Triste, pero no tan triste porque valoro, por encima de todo, la suerte que tenemos de haber sido y ser amigas de los mejores, haber trabajado con ellos, haber reído y peleado juntos.” Si, juntos.
(1)
La
mort i la primavera es una novela de Mercé Rodoreda
que Agustí intentó llevar al cine muchas veces. Al final consiguió hacer una
preciosa exposición con los bocetos de los decorados que tenía preparados.
EL RINCÓN DE LAS SERIES
El
último artefacto socialista
Filmin
En
esta semana de estrenos potentes e importantes, Tar de Todd Field y La
ballena de Darren Aronofsky, dos películas que no he podido ver todavía, me
refugio en una serie que me ha llegado por los conductos que más me gustan: las
recomendaciones de amigos. La primera que me habló de El último artefacto socialista fue mi amiga Elena Posa. Entonces yo
estaba sumergida en El submarino y no
la vi de inmediato. Pero unos días después, fue Carles Bosch el que me dejó un
mensaje: “tienes que ver esta serie croata, no se parece a nada”. La suma de
las dos sugerencias me impulsó a verla. Y tengo que reconocer que los dos
tenían razón. El último artefacto
socialista es una serie completamente inesperada, con una carga de
profundidad emocional y social. Pero también con una calidad cinematográfica enorme,
con imágenes de un impacto visual que no se olvidan fácilmente. Adaptación de
la segunda novela de Robert Perisic, para mí un desconocido escritor croata, la
historia sucede a finales de la pasada década en un pequeño pueblo de los
montes de Transilvania. Un lugar como tantos otros en cualquier país europeo donde
han visto como su modo de vida, basado en este caso en una gran fábrica de
turbinas, ha ido cayendo en la más profunda decadencia desde que se cerrara la
fabrica a finales del siglo pasado. A ese pueblo perdido llegan Oleg y Nikola
con la intención de volver a poner en funcionamiento la fábrica. Su llegada es
un revulsivo para todos los habitantes del pueblo que empiezan a encontrar un
sentido a sus vidas al tener algo por lo que luchar. Cada uno de los seis
capítulos de la serie está contado a partir de un personaje: Oleg, el
empresario lleno de energía, devuelve la esperanza a los habitantes de Nustin
aunque nadie entienda muy bien cuáles son los motivos que le mueven: Nikola, su
socio, encuentra en ese lugar y en esa fábrica, una razón para salir de su
apatía; Seila, la joven que escapó del pueblo, pero no ha podido resistir la
atracción de volver, es la mirada de la modernidad que respeta el pasado y sabe
reconocer lo que vale (y dar con las soluciones); Janda, el ingeniero jefe de
la antigua fábrica, alma de la renacida factoría, es la encarnación de la
dignidad proletaria, del orgullo de haber sido y seguir siendo; Branos, el hombre
que fue a la guerra y volvió transformado, asume la tarea de la continuidad, de
mantener la esperanza sembrada; y Lipsa, el personaje más marginal, pero al
mismo tiempo el más frágil, es la imagen del futuro. En las primeras reseñas que
encontré de la serie se hablaba de comedia surrealista. La verdad es que me
sorprendió esta mirada fruto, quizás, de haber visto solo el primer capítulo,
el que protagoniza Oleg el entusiasta, en contraste permanente con Nikola, el
taciturno. Pero a partir del segundo capítulo, la serie entra en un terreno que
no es el del drama, ni el del cine social, ni el de la denuncia política, ni el
de la tragedia. Entra en un espacio emocional que te envuelve y te hace seguir
viéndola sin parar, aunque se vaya haciendo casa vez más oscura, no negra, porque
la esperanza está ahí presente incluso en los momentos más duros, pero si melancólica.
El último artefacto socialista está
dirigido por Dalibor Matanic,
un director croata al que no conozco, pero al que me gustaría descubrir mejor
por su enorme capacidad de crear imágenes de una belleza sugerente. Ha sido una
sorpresa anunciada gracias a los dos mensajes, pero hay en ella muchísimo más
que lo que yo he podido contar en estas pocas líneas.
Hay un excelente artículo de Mar Renton sobre la serie publicado en (serializados). Recomiendo leerlo después de verla, hay muchos spoilers que, leídos a posteriori ayudan a entender y disfrutar mejor la serie, pero descubiertos antes, pueden condicionar su visionado.Este es el link
https://serielizados.com/critica-el-ultimo-artefacto-socialista-la-dignidad-de-la-turbina/
El regalo de esta semana es un cuadro de la Negrita dedicado a Agustí.
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