Dos películas sobre la
tristeza, las dos muy diferentes entre sí, las dos altamente recomendables
aunque no sean del gusto de todos.
(Falsa)Tristeza:
El triángulo de la tristeza de Ruben
Östlund
Creo que se llama triángulo de
la tristeza a la expresión que aparece en el rostro cuando las arrugas van marcando
los surcos de la edad. No sé muy bien porque ha escogido este título el
cineasta sueco Ruben Östlund, pero sí sé lo que encierra el triángulo narrativo
que constituye este film divertido y chabacano, agudo y basto, implacable
retrato de una sociedad y un mundo dominado por el dinero, la fama, y el ajuste
de cuentas, auténtico triángulo de la tristeza colectiva. Tras un prólogo de un
casting humillante, Östlund traza la línea de un primer lado del triángulo: Carl
y Yaya son una joven pareja de guapos influencers y modelos a los que conocemos
en una cena que debería ser íntima, pero que acaba siendo una auténtica lección
sobre el capitalismo salvaje, los abusos de poder, las humillaciones y en
definitiva la famosa guerra de los sexos que hace más de ochenta años
representaron brillantemente en el cine Katharine Hepburn y Spencer Tracy.
Estos dos estúpidos y ególatras son más guapos, sí, pero ni mucho menos más
listos que ellos. La segunda cara del triángulo nos muestra a Carl y Yaya en un
crucero de lujo al que han sido invitados por su calidad de influencers. Es
este largo segmento el que centra el discurso del film con su lucha de clases
representada por los trabajadores de más baja categoría, los trabajadores entregados
al servicio del poder y la clase dirigente, los pasajeros del barco. Hilarante
por momentos, desagradable en otros, Östlund no ahorra ninguna posibilidad de
burlarse de todos con una crueldad que a veces genera la empatía y otras
el rechazo. Las dos líneas del triángulo que empezaron a separarse desde el
vértice del casting, acaban en la tercera línea, la de la base en la que
encontramos a los personajes abandonados en una isla desierta donde lo que se
impone es otro tipo de poder. Hasta llegar a un final abierto que si me lo permiten,
enlaza con una serie con la que sin quererlo El triángulo de la tristeza tiene
mucho que ver, The White Lotus. Palma
de Oro discutida en Cannes, reconozco que yo me posiciono a favor de los que
defienden y apoyan el film del sueco más transgresor del momento. Me divierte en
su burla despiadada de la lucha de clases y
me parece muy inteligente utilizar el humor menos sutil para desmontar
los mitos superfluos de nuestra sociedad.
(Esperanzada)Tristeza:
Ellas hablan de Sarah Polley
La tristeza en este film inclasificable es muy distinta. Es una tristeza que tiñe toda la historia de estas mujeres enfrascadas en una larga discusión: ¿deberían quedarse y seguir como están; deberían plantar cara y luchar; deberían marcharse?
Primero la
noticia.
“La tranquilidad y la
confianza mutua que caracteriza a la colonia menonita de Manitoba, situada al
este de Bolivia, se ha convertido en miedo y confusión después de que se
confirmaran las sospechas sobre una violación sexual masiva que se ha
continuado durante los dos últimos años. Los menonitas, una comunidad cristiana
de cerca de 2.000 habitantes, se caracterizan por ser religiosos conservadores
que rechazan cualquier tipo de indicio de modernidad en su vida. Pero la calma
dio paso al terror cuando el pasado 24 de junio siete hombres, la mayoría de
ellos jóvenes, fueron detenidos de forma preventiva acusados de la presunta
violación de sus propias vecinas. Utilizaban una sustancia química para dormir
a sus víctimas. En los últimos años, muchas niñas amanecían desnudas y notaban
hechos extraños, pero no se atrevían a contárselo a sus padres. Algunas mujeres
de la comunidad atribuían los hechos a "un acto del diablo", por lo
que las violaciones continuaron sin que nadie las denunciara.” (de los
periódicos de 2009)
Segundo, el libro Ellas hablan de Miriam Toews
Publicado en el 2018, la
novela de la canadiense Miriam Toews es en sus propias palabras “una reacción a
través de la ficción a estos hechos reales como un acto de imaginación
femenina”. Hay dos datos que creo explican el interés de esta novelista por
esta noticia y este tema. El nombre de Manitova, tan propio del Canadá, en una
remota comunidad menonita de Bolivia, debió llamarle la atención; su propia ascendencia
menonita tuvo que despertarle recuerdos, ideas, vivencia de las mujeres de
estas comunidades. La historia empieza un día en el que, ante la inminente
vuelta a la colonia de los hombres acusados de las violaciones, ocho mujeres se
reúnen en un pajar para decidir que tienen que hacer: quedarse y aguantar, quedarse
y pelear o marcharse. Durante dos días, discuten, hablan, se enfrentan,
valoran. Todas estas discusiones son recogidas en las actas por August Epp, el
maestro de la comunidad que es el narrador de la historia. Utilizar a August,
un hombre marginado en la colectividad, le permite a la escritora ofrecer un
punto de vista distanciado, no carente de humor, más que de humor, de ironía.
Ella sabe muy bien de lo que habla y eso le da la libertad de reírse de lo que dicen y lo que hacen estas ocho mujeres de dos familias y de
tres generaciones. Las acotaciones de August en el texto, siempre entre
paréntesis, su amor incondicional por Ona, la más inocente, la más inteligente,
la menos previsible de las ocho mujeres, marcan el ritmo y el tono de esa
reunión en la que se tratan temas terribles como la violación sistemática, los malos
tratos, las relaciones de poder y una religión opresiva que no les permite
respirar, de una manera sencilla, simple, cotidiana. La novela se lee de un
tirón como si estuvieras con ellas en ese granero compartiendo sonrisas, risas,
miedos y esperanzas.
Tercero, la película de Sarah
Polley
Sarah Polley es una de las
actrices favoritas de Isabel Coixet, protagonista inolvidable de La vida secreta de las palabras y Mi vida sin mi. Polley ha aprendido
mucho de Isabel. Y en esta película se nota desde el guion en el que se permite
muchas variaciones respecto a la novela. De entrada, en la película no se dice
nunca donde estamos, aunque la referencia a la constelación de la Cruz del Sur
sitúa la historia en el hemisferio sur; no sabemos cuando pasa la acción hasta que oímos
una voz que llama al censo del 2010; tampoco tenemos idea de las relaciones
familiares entre estas mujeres, tan solo vemos sus distintas maneras de aproximarse
al tema que las ha llevado a reunirse en ese pajar. Pero para mí, las diferencias
más importantes son dos: el cambio de narrador, August está ahí como escribiente
y testigo, pero no tiene voz propia y el tono más trascendente de las discusiones. No hay ni una
gota de humor, de ironía, de distancia. Todo es importante, todo es solemne. El
film es en ese sentido mucho mas teatral que literario, mucho más abstracto que
realista. Se convierte en una metáfora de la situación de las mujeres en el
mundo y las tres opciones que tienen frente a una sociedad que las margina o
las humilla o las violenta. Esta trascendencia es lo mejor y lo peor de una
película que se sostiene en sus personajes, Greta y Ágata, las dos ancianas, Mariche
y Ona, las dos hijas mayores, Mejal y Salomé, las dos hijas menores, Autje y
Netje, las dos adolescentes. Son las actrices que las interpretan las que
llenan sus vidas de sentimientos, de rabia, de esperanza, de deseo de venganza,
de ansia de paz. Es curioso que una película
tan discursiva sea al mismo tiempo tan envolvente. No puedes dejar de verlas,
de escucharlas, de tomar partido con ellas, de ponerte ahora con una, ahora con
otra. Todas van pasando en uno u otro momento al papel de líder, pero está
claro que tanto la novela como la película tienen una favorita. Yo también. Ona
es mi favorita no solo por su condición de outsider en la colonia, sobre todo
porque su discurso es el que más me gusta. Frente al quedarse sin hacer nada,
el quedarse y luchar, o marcharse, Ona plantea una cuarta opción: un futuro
esperanzador y que es por el que yo apostaría: “Hombres y mujeres tomarán las decisiones de la colonia
colectivamente. Las mujeres tendrán derecho a pensar. Las niñas aprenderán a
leer y a escribir. Debe colgarse un mapamundi en la escuela para que podamos
empezar a entender que lugar ocupamos en el mundo.” Esto último me encanta.
Saber dónde estamos en el mundo es una de las cosas más importantes que se pueden aprender.
(Cariñosa)
Tristeza: Carlos Saura
No voy a añadir nada a lo
mucho que se ha escrito y hablado de Carlos Saura desde que murió el viernes 10
de febrero. Lo que dijo su hijo Antonio Saura en los Coya me pareció precioso.
A Carlos le habría gustado ver su carrera explicada a partir de sus mujeres,
sus amores. Me quedo con el agradecimiento de haberle conocido, de haber
compartido con él algunos momentos tranquilos en festivales: cuando se estrenó La noche oscura en Berlín, una de sus
películas que mas me gustan; cuando se pasó Buñuel
y la mesa del rey Salomón en San Sebastián y comentamos lo complicado que
iba a ser que se entendiera el film como él quería; una de las veces que
coincidimos en Historia de Nuestro Cine,
donde su inteligencia y sentido del humor sirvió para desmitificar el festival
de Cannes; o una exposición de fotos suyas en Barcelona en la que tuve el placer de que me contara la historia
de algunas de esas fotos. Momentos, pocos, pero siempre ricos. Memoria que permanece.
El regalo de esta semana es un
cuadro abstracto que, no sé por qué, me parece que ilustra muy bien estas
tristezas.
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