El cine francés puede ser irritante, convencional, independiente, atrevido, comercial, innovador. Vaya, como cualquier otro cine europeo. La prueba la tenemos en tres films franceses que se estrenan esta semana: una espectacular adaptación literaria, una bonita película, un thriller político.
La
adaptación literaria. Los tres
mosqueteros: D’Artagnan de Martin Bourboulon.
Los
tres mosqueteros de Alejandro Dumas, es uno de esos libros que identifico
con mi infancia. Lo leí en México antes
de cumplir los 12 años. Me gustó muchísimo, me encantaban las aventuras del
gascón deslenguado D’Artagnan, su amor por Constance, la lealtad del Todos para
uno y Uno para todos, la maldad de Milady de Winter, la traición del Cardenal
Richelieu, el rey, la reina, los palacios. Todo era bonito y sin referentes
para mi que era incapaz de imaginar un palacio o una reina como no podía
imaginar que el castillo de Cenicienta existiera de verdad. La historia
europea quedaba muy lejos en ese México de los primeros sesenta. De pronto, un
día, en la televisión, todos esos personajes y lugares adquirieron caras en una
película musical inolvidable Los tres
mosqueteros de George Sidney con Gene Kelly bailando espada en mano
enamorado de June Allyson y la rubia y malvada milady que hacía Lana Turner.
Desde entonces he visto más dartagnanes, mas miladys y mas constances, pero esa
primera película musical es para mí la mejor de todas. Hasta ahora. Al empezar
a escribir sobre esta versión de la eterna novela de Alejandro Dumas, me he
dado cuenta de que siendo un libro tan profundamente francés, y siendo los
franceses tan aficionados a adaptar sus clásicos, no hay en el cine francés
ninguna película recordable sobre los mosqueteros del rey. Hay varias versiones
americanas o inglesas mas o menso fieles, más o menos interesantes (la de
Richard Lester es quizás la mejor), pero ninguna francesa. No le encuentro
explicación. Por eso, quizá, me ha gustado tanto esta aproximación al libro.
Empezando por el casting, en especial el papel del rey al que Louis Garrel le
da toda su ironía y humor y al que se nota que está disfrutando con el disfraz
de monarca absoluto. Disfrutar, esa es la palabra clave de esta película.
Disfrutan los actores haciéndola, Vincent Cassel taciturno y callado como un
atormentado Athos, Romain Douris, un libertino, elegante y contradictorio Aramis,
Pio Marmai, un Porthos humano, cercano y leal y D’Artagnan, encarnado en una
versión de Gene Kelly menos saltarina por François Civil. Sin olvidarnos de la
misteriosa y conspiradora Milady de Winter en el cuerpo y la mirada de Eva
Green. Todos se divierten en las peleas, en los bailes. Cada generación tiene
su Mujercitas y cada generación tiene
sus Mosqueteros, podríamos decir. Y ésta,
siendo fuel en la historia, en las localizaciones, en el vestuario, en todo, (los
franceses juegan con ventaja, tienen el Louvre) es también un reflejo de
nuestro tiempo. He dicho muchas veces que las películas tienen dos tiempos: el
tiempo que retrata la historia que se cuenta; el tiempo de cuando se ha hecho la
película. Por eso los mosqueteros de Kelly son felices y saltarines, y estos de
ahora mismo, en cambio, son más abiertamente políticos. No recuerdo si en la
novela tenía tanta importancia las guerras de religión entre católicos y
protestantes, cuando la leía no tenía ni idea de que hubiera católicos y
protestantes. Pero ahora esta conspiración política, casi un golpe de estado,
se cuela en la película de una manera orgánica haciendo que la aventura de
recuperar el collar de la reina para salvar su reputación, sea algo mas que un
simple folletín. Yo también he disfrutado y estoy deseando ver la segunda parte
de este díptico aventurero.
La
bonita película: Scarlet de Pietro
Marcello
No conozco la novela en la que
se basa este precioso film, obra de un escritor neoromántico ruso, Alexsander
Grin, del que no había oído hablar y al que me han entrado ganas de conocer. La
novela se llama El velero rojo. La
película Scarlet. Rojo de las velas
en este caso de un avión, rojo del vestido de Juliette. Pietro Marcello tiene una
manera de filmar inconfundible. Utiliza como nadie el material de archivo
manipulado, coloreado, como fondo de sus historias. Ya lo hizo en la estupenda Martin Eden y lo vuelve a hacer ahora en
Scarlet. La historia comienza al
final de la primera guerra mundial, cuando Raphael, un soldado francés, vuelve
a su pueblo para descubrir que su mujer ha muerto y tiene una hija pequeña,
Juliette. Raphael se instala en la granja de
Madame Adeline y empieza a trabajar de carpintero. Porque Raphael tiene
un don en las manos. Viendo la película pensaba si Marcello habría hecho un
casting de manos y de ojos azules mientras buscaba a su Raphael, porque tanto
las manos como los ojos son fundamentales en el personaje. El actor escogido se
llama Raphael Théry, y Julliette se llama Juliette Jouan, una desconocida
adolescente de largas piernas y voz envolvente, convencida de que las velas
rojas la sacarán de ese pueblo donde ha crecido. Delicada y poética, musical en
el mejor sentido de la palabra, ( a Jacques Demy le habría gustado mucho) Scarlet es un cuento de hadas moderno
con príncipe azul que llega del cielo y un ligero pero importante sesgo
reivindicativo de las mujeres: la soñadora y rebelde Juliette, la fuerte y
cálida Madame Adeline, la inquietante maga del bosque. De todo lo que se ha
publicado sobre este film me quedo con una frase de Variety : “No llega a ser
un cuento de hadas pero, ciertamente, a veces lo parece. Es más pequeña, dulce
y sensible que los trabajos previos de Marcello”. Lo dicho, es bonita.
El
thriller político: Novembre de Cédric
Giménez
El noviembre del título es el de los atentados en París la noche del 13 de noviembre del 2015. Se puede decir que es el contraplano de Un año, una noche de Isaki Lacuesta. Allí eran las victimas las que contaban su historia, aquí son las fuerzas de seguridad de la lucha antiterrorista metidos en una incansable búsqueda de los responsables del atentado. Durante cinco días seguimos a Fred, Heloise, Inés y los muchos policías que se entregaron en cuerpo y alma a llegar hasta el corazón de los yihadistas que dejaron más de 130 víctimas en una noche de terror. No hay misterio ni hay intriga en este trhiller de acción más americano que francés. No hay espacio para la empatía, no hay lugar para la reflexión, hay acción y decisiones equivocadas y acertadas, dudas, decepciones, intuiciones y urgencia. Tiene pulso y tiene fuerza para mantenerte sentado en la butaca. Y al acabar de verla, te permite recordar tanto el emocionante film de Lacuesta, como el impresionante documental de Gedeon Naudet 13 de noviembre. Atentados en París. Los tres films juntos componen un retrato estremecedor de uno de los atentados más trágicos del siglo XXI.
El regalo de esta semana es especial. Es una acuarela de nuestra gata, La Negrita, no tiene nada que ver con nada, pero me gusta mucho.
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