Cuando llega la primavera
Barcelona se llena de festivales. La inesperada, Americana, Ohlalà!, Brain Film Fest. La
traca final es la celebración del D’A
Festival Internacional de Cine de Autor y del BCN Film Fest. Este año no he podido ir todo lo que me habría
gustado a estos festivales. Pero en todos ellos había cosas interesantes. Del
D’A no he escrito nada en el blog porque estuve de Jurado de la Critica y solo
pude ver las películas que me tocaban de las que no me parece bien opinar. En
el BCN si he podido ver algunas cosas, tampoco todo lo que habría querido, pero
si unas cuantas.
BCN
Film Fest
Las buenas compañías, de Silvia Munt
Hay que mirar el pasado para
entender el presente. Hay que contar lo que se hizo para apreciar lo que se
tiene. Silvia Munt se marcha a Rentería el año 1976 para recordarnos que hubo
en esos años de transición grupos de mujeres que lucharon por la legalización
del derecho al aborto. Es en este marco donde Silvia inscribe la historia de
Bea, una adolescente de 16 años que se suma a los colectivos feministas al
mismo tiempo que descubre su propia personalidad.
El cazador de recompensas, de Walter Hill
Casi cincuenta años lleva
Walter Hill haciendo películas. Su estilo es inconfundible y todas sus
historias son de una violencia estilizada. A sus 81 años, Hill nos regala un
western tan clásico como atípico. Clásico porque resuenan en este cazador los
ecos de Los profesionales de Richard
Brooks; atípico porque su elegante puesta en escena, en tonos sepia característicos
de los viejos daguerrotipos de finales del XIX, te sumerge en una atmósfera de
cine primitivo. Historia de amor, de amistad, de venganza, de rebeldía y de justicia,
El cazador de recompensas me
reconcilia con género que me gusta mucho.
Los colores del incendio, de Clovis Cornillac
Basada en una novela de Pierre
Lemaitre, esta es una de las mejores películas del festival. Empieza en 1929,
cuando Madeleine pierde a su padre y al mismo tiempo lo pierde todo en el crack
financiero por culpa de una retorcida trama contra ella orquestada por tres
hombres detestables. Cinco años más tarde, Madeleine encontrará la manera de
vengarse de ellos con la ayuda de un chófer muy especial y una cantante de ópera
maravillosa.
Els encantats de Elena Trapé
Después de dos películas
corales y generacionales, después de años haciendo televisión de calidad, Elena
Trape ha decidido contar la historia de una mujer sola, aislada del mundo en
medio de un paisaje montañoso absolutamente hermoso y abrumador. Irene es Laia
Costa, una mujer que se separa por primera vez y durante unos días de su hija
pequeña. Enfrentada al vacío y la ausencia, Irene se marcha a un pueblo de
montaña. Pero nada conseguirá llenar el agujero emocional que siente en su
interior. Fría y cálida a la vez, asistimos al viaje de Irene hacia si misma y
la acompañamos en un proceso de duelo y aceptación de una nueva vida.
La impaciencia del corazón, de Bille August
Una clásica historia de amor
basada en un relato de Stefan Zweig. ¿Dónde está la tenue línea que separa la
compasión del amor, la cobardía del miedo? Anton se enfrentará a ese dilema
cuando conozca a Edith. Él es un oficial de caballería; ella es una rica
heredera condenada a una silla de ruedas tras un trágico accidente. Estamos en
1914 y el mundo se derrumba a su alrededor.
The Lost King, de Stephen Frears
Un film inesperado en la
filmografía de Frears basado en la historia real del descubrimiento de la tumba
del rey Ricardo III gracias a la tozudez e insistencia de una mujer menuda,
empeñada en desmontar la leyenda negra de este rey al que Shakespeare pintó con
crueldad. Fantástica y reivindicativa, es una comedia ligera, suave, llena de complicidades entre Philippa
y su marido y entre Philippa y el fantasma del rey.
Mi
crimen, de François Ozon.
Un delicioso film que parece
casi un remake salvaje de Los caballeros
las prefieren rubias, sin música y con crimen. Una de las mejores películas
del festival. Divertida, libre, feliz con una Isabelle Huppert en plena forma
en una parodia de la Gloria Swanson de El
crepúsculo de los dioses, con un juicio que parece el de Testigo de cargo. Hawks y Wilder en el
París de 1935.
Los osos no existen, Jafat Panahi
Desde hace años el director iraní
desafía a sus carceleros y represores haciendo un cine en libertad desplegando
una enorme imaginación para sortear toda clase de obstáculos y poniéndose siempre
en primera persona. Con estos osos inexistentes, Panahi da un paso más y nos
cuenta dos historias, las dos reales, las dos ficticias, las dos de amor frustrado,
las dos narradas por él. Panahi se va a un pueblo en la frontera turca para dirigir
un film en la distancia que se rueda justo al otro lado. Y mientras sus
protagonistas viven su historia (real y ficticia), el asiste a un drama local
(real y ficticio) en ese lugar donde nadie sabe quién es el extraño de Teherán
que se dedica a hacer fotos peligrosas de la gente de la aldea. Un juego de
espejos, cine en el cine, libertad en todos los sentidos y, sin embargo, cargada
de un enorme pesimismo.
Sica, de Carla Subirana
Película gallega, hablada en
catalán, ambientada en los agrestes acantilados y playas de la Costa de la
Morte. Una adolescente en busca de un padre perdido en el mar. Olas, cielos, la
tormenta real y emocional, agua por todas partes. Sica camina por los
acantilados donde escuchará la voz de su padre en una grieta. Misteriosa y
lejana.
La uruguaya, de Ana García Blaya
Desde el principio sabes que
Lucas acabará mal esa noche. No hay misterio. El relato comienza veinte horas
antes de esa primera imagen. Veinte horas en las que Lucas lo va a perder todo
aunque paradójicamente, acabe encontrando lo que más necesita. La mirada de una
mujer sobre la crisis de los cuarenta años de un escritor sin ideas.
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