sábado, 6 de mayo de 2023

DE CRÍMENES Y REYES

 

Hace una semana hablaba en la crónica del BCN de algunas películas que me habían gustado. Dos de ellas se estrenan esta semana.

 



Mi crimen, de François Ozon.

 Un delicioso film que parece casi un remake salvaje de Los caballeros las prefieren rubias, sin música y con crimen. Una de las mejores películas del festival. Divertida, libre, feliz con una Isabelle Huppert en plena forma en una parodia de la Gloria Swanson de El crepúsculo de los dioses, con un juicio que parece el de Testigo de cargo. Hawks y Wilder en el París de 1934.” Creo que vale la pena explicar todas estas referencias y añadir algún comentario a la originalidad de la propuesta de Ozon. Ozon es un director ecléctico, cambiante, dúctil, que lo mismo te hace un melodrama fassbinderiano que un trhiller político, un drama romántico o un film rohmeriano. O como en este caso, una comedia hawksiana/wilderiana. Todo eso sin dejar de ser siempre él mismo. En la presentación de la película en Barcelona Ozon dijo que Mi crimen se podía entender como la tercera entrega de una trilogía sobre la mujer que empezó en el 2002 con el musical Ocho mujeres, siguió en el 2010 con la crónica vitriólica de Potiche, mujeres al poder y continua (no se cierra) con Mi crimen, una comedia de enredos muy negra. Entre las tres películas hay un hilo subterráneo que las enlaza en su protagonismo femenino, en la potente presencia de las mujeres en distintos ámbitos, el familiar, el político, el público. Mi crimen se sitúa en París en 1934, año del estreno de la obra de teatro de Georges Berr y Louis Verneuil que adapta la película. No tengo idea si los autores conocían el libro de Anita Loos Los caballeros las prefieren rubias publicado en 1925, pero lo que sí es seguro es que Ozon se sabe de memoria la película que Howard Hawks hizo con Marilyn Monroe y Jane Russell en 1953 y la ha utilizado de “plantilla” para  dibujar a sus dos deliciosas protagonistas, la rubia actriz sin un pelo de tonta, Madeleine y la morena abogada, la inteligente Pauline. Cuando las conocemos, las dos amigas intentan sobrevivir como pueden en ese París de entreguerras. Madeleine acaba de escapar por los pelos de un claro abuso de poder por parte de un productor que se supone la quería contratar. Un productor que aparece asesinado a la mañana siguiente. Crimen del que se acusa a Madeleine. Y es ahí donde entra en juego la inteligencia de Pauline que ve en ese crimen que la rubia no cometió la posibilidad de convertirla y convertirse en estrellas mediáticas. Si  Hawks flota en las relaciones de Madeleine con su estúpido novio y su poderoso padre (la secuencia con el padre en su despacho es exactamente igual a la de Lorelei con el padre de su tonto y rico novio), Wilder se cuela no solo en una referencia directa en la película que Madeleine y Pauline van a ver, Curvas peligrosas, debut de Wilder como director, rodada en Francia y estrenada en 1934, sino en toda la secuencia del juicio en el que Testigo de cargo es el referente evidente, aunque los discursos feministas de Madeleine y Pauline corresponden mas a nuestros días que a 1934. Ozon sabe mezclar todo esto, teatro de bulevard francés, comedia americana, reivindicación feminista, y hacer un film absolutamente personal en el que la guinda la pone Isabelle Huppert en un personaje de los que alegran la vida al intérprete que los encarna y a los espectadores que la contemplan. Su Odette Chaumette, olvidada actriz del cine mudo, es una parodia arrolladora de la Gloria Swanson de El crepúsculo de los dioses. Las tres mujeres, la rubia Nadia Tereszkievicz, la morena Rebecca Marder y la veterana Isabelle Huppert, se meriendan el film con regocijo y desparpajo. Y en el camino se encuentran con tres caballeros que no saben si las prefieren rubias o no, pero si saben que este film es un regalo para ellos: el despistado y estúpido juez que hace Fabrice Luchini, el empresario bienintencionado que interpreta Dany Boon y el superado padre del novio, André Dussollier.

(En Filmin se pueden ver Ocho mujeres y Potiche, de Ozon y Testigo de cargo, de Wilder. En Amazon están Los caballeros las prefieren rubias, de Howard Hawks y El crepúsculo de los dioses de Wilder. ¡Todo un banquete de cine!)

 



The Lost King, de Stephen Frears

“Un film inesperado en la filmografía de Frears basado en la historia real del descubrimiento de la tumba del rey Ricardo III gracias a la tozudez e insistencia de una mujer empeñada en desmontar la leyenda negra de este rey al que Shakespeare pintó con crueldad. Fantástica y reivindicativa, es una comedia  ligera, suave, llena de complicidades entre Philippa y su marido y entre Philippa y el fantasma del rey”. La noticia saltó a los diarios en el año 2012, cuando se descubrió la tumba del Rey Ricardo III bajo el suelo de un sórdido aparcamiento de Leicester. Nadie creía en ello, solo una mujer, Philippa Langley, se empeñó en encontrarla para darle al rey más odiado de la historia inglesa, los honores que se merecía. Cuando Philippa, la menuda ama de casa, madre de dos chicos y esposa separada, una mujer sin grandes atractivos, nerviosa e insegura, asiste a una representación de Ricardo III en un teatro local, descubre no solo su pasión por este rey maltratado sino su complicidad con el fantasma que se le aparece solo a ella. Desde ese momento, Philippa se propone reivindicar al rey y a pesar de su falta de preparación y de la oposición y trabas que le ponen los burócratas estamentos académicos de la Universidad y el ayuntamiento, conseguirá sus objetivos: rehabilitar al rey. Frears sabe como nadie contar estas historias pequeñas, llenas de encanto y de complicidades. Las de Philippa con el fantasma en primer lugar, pero también y muy importantes, las de Philippa y su marido y sus hijos. Sally Hawkins es una Philippa perfecta tan adorable como odiosa, Steve Coogan autor del guión, es ese marido presente en sus ausencias y Harry Lloyd es el taciturno fantasma que acompaña y guía a Philippa. Una joyita sin grandes pretensiones y cargada de optimismo.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES



La diplomática, Netflix

Esta serie tiene todo para ser buena. Su creadora es Debora Cahn, una guionista forjada en las salas de redacción de El ala oeste de la Casa Blanca; sus protagonistas son Keri Russell, la inolvidable espía rusa de The Anericans y Rufus Sewell, un rostro inconfundible y memorable en El hombre del castillo. La historia pasa ahora mismo, literalmente, la guerra de Ucrania, la presidencia de Joe Biden, una vicepresidenta desaparecida de la escena, las extravagancias de Boris Johnson. Todo está ahí. Pero convertido en una inteligente comedia de enredo político centrada en Kate Wyler, la recién nombrada embajadora americana en Gran Bretaña en unos momentos particularmente delicados, con una crisis internacional que amenaza con hacerlo estallar todo en pedazos. Kate tendrá que aguantar a su carismático y entrometido marido Hal, ganarse la confianza del inteligente Ministro de Exteriores británico, armarse de paciencia frente al imbécil Primer Ministro inglés, y aceptar la ayuda y colaboración de dos elementos indispensables, su resignado ayudante y la jefa de la CIA en Londres. El  humor, la mala leche y una ironía inteligente, se cuelan en La diplomática mientras va desarrollando una intriga absolutamente verosímil de gravísimas consecuencias entre iraníes, rusos, mercenarios, políticos estúpidos y políticos oportunistas. Cada capítulo de los ocho que la integran te deja con ganas de saber más, de querer más. Sin duda es una de las mejores series del año de la que ya estoy deseando ver la segunda temporada.  

El regalo de esta semana no sé si tiene algo que ver con las pelis, pero me gusta mucho y hace tiempo que lo quería poner.

 


 

 

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