Esta
semana toca hablar de dos bombas: la bomba rosa de Barbie; la bomba naranja de Oppenheimer.
Dos bombas de cine que han dominado la actualidad y han dividido a la crítica y
me imagino que al público. O las adoras o las detestas. Yo, lo reconozco, estoy
entre los primeros. Soy consciente de que no son redondas, que tienen algunas
cosas que no funcionan, pero es mucho más lo que Si funciona, lo que Si me
gusta, que lo que puedo ponerles como pegas.
(está
a punto de producirse el momento más crítico en la vida de Barbie)
La Bomba Rosa, Barbie, de Greta
Gerwig
Antes
que nada, una pequeña historia personal. Nunca fui una niña Barbie. Aunque
nació en 1959, supongo que llegó a México cuando yo ya no vivía allí, y en mi
vida en España no estaba ya para jugar con muñecas. La conocía claro, pero o la
ignoraba o la menospreciaba. Hasta que en un viaje de mi hermana Flora, me
convenció para que la ayudara a buscar una biografía de Barbie y una serie de
complementos que no se encontraban en México. Por lo visto, su hija y sus dos
nueras, las tres veinteañeras inteligentes, eran fans totales de la muñeca
rubia. Descubrí entonces que no había una sola Barbie, sino muchas y que había
un Ken y que había un perro y todo un mundo. La verdad es que eso me hizo pensar
que a lo mejor me había perdido algo interesante. Pero, cuando mi hermana
volvió a México, me olvidé de las Barbies y los Ken. Hasta que Greta Gerwig la
ha vuelto a traer a mi vida en esta película veraniega, musical y llena de colores
pastel ligeramente envenenados. Desde la primera secuencia en la que una
Barbie/Monolito en bañador a rayas, se aparece a las niñas con muñecas bebés
para anunciar la llegada de una Odisea de la Muñeca Rubia, yo ya estoy rendida
a sus pies. Luego empieza la historia que a grandes rasgos se puede explicar en
cuatro capítulos: Barbie y las Barbies en Barbielandia, un mundo de felicidad y
plenitud de barbies donde los Ken existen como simple complemento necesario del
que no es necesario ni siquiera saber donde viven. Barbie y Ken en el mundo
real. El choque cultural y emocional de Barbie y Ken con el mundo real es de
unas consecuencias inesperadas que acaban con Ken de vuelta a Barbielandia y
Barbie intentando encontrar a la niña que es, o ha sido, su dueña. El tercer
fragmento es la vuelta de Barbie a Barbielandia que ahora es Kendom, el reino
de Ken con todas las barbies convertidas en servidoras de los Ken. El cómo conseguirá
Barbie reconducir ese desastre es la cuarta parte que no cuento, pero que a mi
es sin duda la que me parece más interesante, aunque es, también, la que ha
polarizado mas a la crítica. Inteligente, divertida, bonita, musical y con
múltiples capas, casi tantas como vestidos tiene Barbie, la película es, sin
duda, el mayor spot publicitario de un producto, la más grande campaña de
marketing jamás pensada. Pero Barbie
es también una historia que habla de ahora mismo y nos obliga a pensar o
repensar en qué mundo queremos vivir. Solo una nota final. No creo que pueda
haber en el mundo una Barbie mejor que Margot Robbie, ni un Ken tan entrañable
como Ryan Gosling.
(está
a punto de producirse el momento decisivo en la vida de Oppenheimer)
La Bomba Naranja: Oppenheimer, de Christopher Nolan
Este anti-blockbuster veraniego también tiene múltiples capas y muchas lecturas. Christopher Nolan se enfrenta a la biografía de J. Robert Oppenheimer, el director del Proyecto Manhattan, considerado el padre de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, desde múltiples miradas. Todo este film hablado y de rostros que son paisajes emocionales, se estructura, o mejor dicho se desestructura en torno a dos juicios: el que sufrió el físico nuclear J. Robert Oppenheimer, cuando fue acusado de ser un espía soviético en 1954, y el que colocó a su némesis, el rico senador Lewis Strauss, frente a una comisión que debía decidir sobre su nominación para Secretario de Comercio de los Estados Unidos en 1959. Continuos saltos en el tiempo, desde la juventud de Oppenheimer obsesionado con sus visiones de lo que hay más allá de lo que vemos, hasta el presente de ambos juicios, van reconstruyendo paso a paso como fue gestándose la idea y la realidad de una bomba atómica en un lugar absurdo llamado Los Álamos, en una remota meseta tejana donde, bajo la protección y control del ejército al mando del General Groves, se reunió a los mejores científicos de la época. Nolan ya ha demostrado que no es un director realista ni lineal, su cine tiene siempre un componente de la abstracción cubista de Picasso, de la estridencia musical de Stravinski, dos influencias claramente visibles en Oppenheimer. En este caso, esta abstracción se compensa con un torrente de palabras que les recomiendo no intenten entender del todo. Más vale dejarse llevar por el ritmo del film y por las expresiones de los rostros, en especial el de Oppenheimer, y quedarse con un mensaje muy claro: ¿Dónde están los límites éticos de la ciencia? ¿Es lícito el uso político que se da los avances de la ciencia? Dos preguntas que siguen teniendo una vigencia enorme ahora, cuando la Inteligencia Artificial está a punto de convertirse en la próxima bomba de destrucción masiva. Aquí también tengo que hacer una nota final para reconocer el trabajo de sobriedad y contención de Cillian Murphy como Oppenheimer; la sibilina interpretación de Robert Downey Jr como Lewis Strauss y la perplejidad con la que Matt Damon se enfrenta al personaje del General Groves, la tercera pata de este apasionante puzle político.
EL RINCÓN DEL RECUERDO
Unas
líneas, pocas, para recordar a Jane Birkin, una actriz maravillosa, una mujer
estupenda, amable, cariñosa, respetuosa y feliz a la que entrevisté varias
veces. Jane Birkin está en el paisaje de mi vida desde siempre.Tres años mayor
que yo, Jane Birkin apareció en Blow Up
y nunca más se fue. Había una Birkin de Gainsborough, una de Doillon, una de
Varda, una de Charlotte. Hubo muchas Janes, la que cantaba, la que actuaba, la
que estaba comprometida con su tiempo. Jane Birkin era un símbolo de una época
de libertad del pensamiento que echo mucho de menos. Un tiempo donde no había
tanta autocensura, tanto miedo a decir según qué cosas, tantas cancelaciones
por razones ideológicas. Je t’aime moi
non plus, no se podría hacer ahora. No la permitiría ni una izquierda
mojigata e intolerante, ni una derecha obtusa y entontecida. La censura es
prohibir pensar en libertad, la censura es creer que solo hay una manera de ver
o hacer las cosas. La censura es un horror.
Cualquier censura, no una sí y otra no. Jane Birkin lo sabía y por eso fue una
figura incomoda pero icónica. Si quieren recuperarla, en Filmin hay varias
películas suyas. Yo les recomiendo Kung
Fu Master, El último verano, Jane par
Charlotte y sobre todo el delicioso mediometraje La femme et le TGV del 2016.
El
regalo de esta semana es para Jane Birkin, con la que ma habría encantado
tomarme un te frente a un paisaje como éste.
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