sábado, 22 de julio de 2023

BOMBAS

 

Esta semana toca hablar de dos bombas: la bomba rosa de Barbie; la bomba naranja de Oppenheimer. Dos bombas de cine que han dominado la actualidad y han dividido a la crítica y me imagino que al público. O las adoras o las detestas. Yo, lo reconozco, estoy entre los primeros. Soy consciente de que no son redondas, que tienen algunas cosas que no funcionan, pero es mucho más lo que Si funciona, lo que Si me gusta, que lo que puedo ponerles como pegas.

 


(está a punto de producirse el momento más crítico en la vida de Barbie)

La Bomba Rosa, Barbie, de Greta Gerwig

Antes que nada, una pequeña historia personal. Nunca fui una niña Barbie. Aunque nació en 1959, supongo que llegó a México cuando yo ya no vivía allí, y en mi vida en España no estaba ya para jugar con muñecas. La conocía claro, pero o la ignoraba o la menospreciaba. Hasta que en un viaje de mi hermana Flora, me convenció para que la ayudara a buscar una biografía de Barbie y una serie de complementos que no se encontraban en México. Por lo visto, su hija y sus dos nueras, las tres veinteañeras inteligentes, eran fans totales de la muñeca rubia. Descubrí entonces que no había una sola Barbie, sino muchas y que había un Ken y que había un perro y todo un mundo. La verdad es que eso me hizo pensar que a lo mejor me había perdido algo interesante. Pero, cuando mi hermana volvió a México, me olvidé de las Barbies y los Ken. Hasta que Greta Gerwig la ha vuelto a traer a mi vida en esta película veraniega, musical y llena de colores pastel ligeramente envenenados. Desde la primera secuencia en la que una Barbie/Monolito en bañador a rayas, se aparece a las niñas con muñecas bebés para anunciar la llegada de una Odisea de la Muñeca Rubia, yo ya estoy rendida a sus pies. Luego empieza la historia que a grandes rasgos se puede explicar en cuatro capítulos: Barbie y las Barbies en Barbielandia, un mundo de felicidad y plenitud de barbies donde los Ken existen como simple complemento necesario del que no es necesario ni siquiera saber donde viven. Barbie y Ken en el mundo real. El choque cultural y emocional de Barbie y Ken con el mundo real es de unas consecuencias inesperadas que acaban con Ken de vuelta a Barbielandia y Barbie intentando encontrar a la niña que es, o ha sido, su dueña. El tercer fragmento es la vuelta de Barbie a Barbielandia que ahora es Kendom, el reino de Ken con todas las barbies convertidas en servidoras de los Ken. El cómo conseguirá Barbie reconducir ese desastre es la cuarta parte que no cuento, pero que a mi es sin duda la que me parece más interesante, aunque es, también, la que ha polarizado mas a la crítica. Inteligente, divertida, bonita, musical y con múltiples capas, casi tantas como vestidos tiene Barbie, la película es, sin duda, el mayor spot publicitario de un producto, la más grande campaña de marketing jamás pensada. Pero Barbie es también una historia que habla de ahora mismo y nos obliga a pensar o repensar en qué mundo queremos vivir. Solo una nota final. No creo que pueda haber en el mundo una Barbie mejor que Margot Robbie, ni un Ken tan entrañable como Ryan Gosling.

 


(está a punto de producirse el momento decisivo en la vida de Oppenheimer)

La Bomba Naranja: Oppenheimer, de Christopher Nolan

Este anti-blockbuster veraniego también tiene múltiples capas y muchas lecturas. Christopher Nolan se enfrenta a la biografía de J. Robert Oppenheimer, el director del Proyecto Manhattan, considerado el padre de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, desde múltiples miradas. Todo este film hablado y de rostros que son paisajes emocionales, se estructura, o mejor dicho se desestructura en torno a dos juicios: el que sufrió el físico nuclear J. Robert Oppenheimer, cuando fue acusado de ser un espía soviético en 1954, y el que colocó a su némesis, el rico senador Lewis Strauss, frente a una comisión que debía decidir sobre su nominación para Secretario de Comercio de los Estados Unidos en 1959. Continuos saltos en el tiempo, desde la juventud de Oppenheimer obsesionado con sus visiones de lo que hay más allá de lo que vemos, hasta el presente de ambos juicios, van reconstruyendo paso a paso como fue gestándose la idea y la realidad de una bomba atómica en un lugar absurdo llamado Los Álamos, en una remota meseta tejana donde, bajo la protección y control del ejército al mando del General Groves, se reunió a los mejores científicos de la época. Nolan ya ha demostrado que no es un director realista ni lineal, su cine tiene siempre un componente de la abstracción cubista de Picasso, de la estridencia musical de Stravinski, dos influencias claramente visibles en Oppenheimer. En este caso, esta abstracción se compensa con un torrente de palabras que les recomiendo no intenten entender del todo. Más vale dejarse llevar por el ritmo del film y por las expresiones de los rostros, en especial el de Oppenheimer, y quedarse con un mensaje muy claro: ¿Dónde están los límites éticos de la ciencia? ¿Es lícito el uso político que se da los avances de la ciencia? Dos preguntas que siguen teniendo una vigencia enorme ahora, cuando la Inteligencia Artificial está a punto de convertirse en la próxima bomba de destrucción masiva. Aquí también tengo que hacer una nota final para reconocer el trabajo de sobriedad y contención de Cillian Murphy como Oppenheimer; la sibilina interpretación de Robert Downey Jr como Lewis Strauss y la perplejidad con la que Matt Damon se enfrenta al personaje del General Groves, la tercera pata de este apasionante puzle político.

 

EL RINCÓN DEL RECUERDO


Unas líneas, pocas, para recordar a Jane Birkin, una actriz maravillosa, una mujer estupenda, amable, cariñosa, respetuosa y feliz a la que entrevisté varias veces. Jane Birkin está en el paisaje de mi vida desde siempre.Tres años mayor que yo, Jane Birkin apareció en Blow Up y nunca más se fue. Había una Birkin de Gainsborough, una de Doillon, una de Varda, una de Charlotte. Hubo muchas Janes, la que cantaba, la que actuaba, la que estaba comprometida con su tiempo. Jane Birkin era un símbolo de una época de libertad del pensamiento que echo mucho de menos. Un tiempo donde no había tanta autocensura, tanto miedo a decir según qué cosas, tantas cancelaciones por razones ideológicas. Je t’aime moi non plus, no se podría hacer ahora. No la permitiría ni una izquierda mojigata e intolerante, ni una derecha obtusa y entontecida. La censura es prohibir pensar en libertad, la censura es creer que solo hay una manera de ver o hacer las cosas. La censura es  un horror. Cualquier censura, no una sí y otra no. Jane Birkin lo sabía y por eso fue una figura incomoda pero icónica. Si quieren recuperarla, en Filmin hay varias películas suyas. Yo les recomiendo Kung Fu Master, El último verano, Jane par Charlotte y sobre todo el delicioso mediometraje La femme et le TGV del 2016.

El regalo de esta semana es para Jane Birkin, con la que ma habría encantado tomarme un te frente a un paisaje como éste.



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