sábado, 29 de julio de 2023

TIERRA Y MAR

 

La semana pasada estuvo dominada por Barbie y Oppenheimer. En todas partes, incluso en este blog. No me parece mal porque estas dos películas han conseguido llenar los cines de nuevo y cuando la gente empieza a ir al cine a ver un blockbuster, a lo mejor vuelve a ver otra película menos aireada.

Como por ejemplo la que recupero esta semana que espero pueda aguantar en los cines alguna semanas más, o que, como mínimo, se pueda ver pronto en plataformas.


(Emilia, la cabra)

Tierra de nuestras madres, de Liz Lobato

Con esta película me ha pasado algo muy curioso y que me gustaría contar. La empecé a ver y no conseguí entrar en ella. Me gustaba el formato y el blanco y negro, pero no me gustaba el tono. Pasada la resaca de Barbie y de las elecciones y de todo lo demás, decidí concederle otra oportunidad. Y me di cuenta de que era yo la que estaba mal, no la película de Liz Lobato. Antes de entrar a escribir de Emilia la cabra que habla y de Rosario, la vieja pelleja, me hago a mi misma una reflexión: las películas son, a veces, reflejo de tu propio estado de ánimo, de tu manera de verlas. Por eso es útil revisarlas de vez en cuando, más las que no te gustaron que las que te gustaron, para reafirmarte o para decir, me equivoqué. Dicho esto vamos por este cuento chino manchego que bebe en el humor subruralista de José Luis Cuerda. Emilia la cabra vive en una casa de campo manchega al lado de una laguna de sal de higuera. La casa es de Rosario, la vieja pelleja que trapichea con la sal, las medicinas y los bocadillos en el pueblo de Villacarrizo. Emilia la cabra, que tiene vocación de escritora, es la única que se da cuenta de que algo malo está pasando en el pueblo. Y lo malo que está pasando es que las fuerzas vivas del pueblo, en bancarrota total, lo están vendiendo a una multinacional china. Tan solo Rosario intenta resistir como si de un western se tratara y organizar a los vecinos en una resistencia al invasor chino recordando la lucha contra los franceses en la guerra de independencia. Rodada en un blanco y negro brillante y en un formato panorámico que le da una belleza increíble a los planos horizontes manchegos, Tierra de nuestras madres es una película coral interpretada por los vecinos del pueblo de Villacañas, en la película Villacarrizo, con dos solistas indiscutibles: la cabra Emilia, a la que da una personalísima voz la propia madre de la directora Liz Lobato y Rosario, la vieja pelleja que no es otra que Saturnino García travestido como la abuelita de la familia Ulises, con la misma sabiduría de la abuelita pero mucha más mala leche. Rosario/Saturnino es el centro de la rebelión de los viejos, los únicos capaces de reaccionar y enfrentarse a los chinos de este cuento chino sin final feliz. Una rareza, si, pero de las que vale la pena no olvidarse.

 


Más que nunca, de Emily Atef

Hélène tiene 33 años y una enfermedad rara en los pulmones que no tiene curación. Hélène vive con Mathieu. Se quieren, han tenido una vida feliz, pero ahora la enfermedad de Hélène está condicionando su relación. Ella necesita aceptar lo que está pasando, él necesita aprender a ayudarla dejándole espacio. Y ese espacio lo encuentra Hélène en un lejano fiordo noruego donde nunca se pone el sol ese verano en el que halla un refugio gracias a un desconocido, enfermo como ella, que es el único capaz de entender lo que le pasa. Esta historia, dura sin duda, está contada por la directora alemana de origen iraní con una delicadeza y una luminosidad increíbles. Una luz que surge de la propia Hélène, es decir Vicky Krieps, y del paisaje noruego de esas montañas, ese mar, ese silencio donde busca la fuerza para, una vez pasados los cinco estadios de rabia (la cena con los amigos), negación (la esperanza de una difícil operación), negociación (la necesidad de estar sola y marcharse lejos de su casa), depresión (el peso de la soledad, el silencio, el miedo), y aceptación ( la serenidad y la integración ) conseguir estar en paz consigo misma y con Mathieu, el fiel compañero interpretado por Gaspar Ulliel en la que sería su última película antes de morir absurdamente en un accidente de esquí el año pasado. Emily Atef es una directora con seis películas desde el 2005 a la que no conocía de nada, pero a la que pienso seguir de cerca, sin ir muy lejos, la semana que viene cuando se estrene su última película, Algún día nos lo contaremos todo.

El regalo de esta semana es una paleta de colores que pueden simbolizar los cinco estadios por los que pasa Hélène.



 


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