Un amor de Isabel Coixet
Cuando Isabel hace cine con
las tripas le salen películas incomodas pero muy interesantes, imprescindibles
incluso. Hay varias de esas en su filmografía. No quiere decir que las otras no
estén hechas con ganas y con entusiasmo, pero tengo la sensación que no le
salen de las tripas como pasa por ejemplo con La vida secreta de las palabras, Mapa de los sonidos de Tokio, Ayer no
termina nuca, Nieva en Benidorm o
esta última, Un amor. No siempre son
guiones originales, pueden ser adaptaciones, como el caso de Un amor que parte de la novela de Sara
Mesa, pero siempre son muy personales. ¿Qué tienen estas películas en común?
Solo se me ocurre una cosa y me parece importante: personajes femeninos no
complacientes, no previsibles, incomodas con el mundo. Mujeres que no responden
a lo que se espera de ellas, mujeres heridas. Sí, pero Isabel tiene otras
muchas protagonistas mujeres, me digo a mi misma. Y es verdad, pero son más
comprensibles menos duras. Nat, la traductora en crisis que se retira a un
pueblo perdido donde no solo no encuentra la paz, sino que descubre que su
incomodidad se incrementa en un medio hostil que la rechaza, viene a sumarse a la
Hanna de La vida secreta de las palabras,
a la asesina a sueldo japonesa, la callada Ryu, la madre dolida que hace
Candela Peña en Ayer no termina nunca o
la ambigua Alex de Nieva en Benidorm.
Todas estas mujeres son imperfectas, son extrañas, hacen ruido en su contexto.
Por eso son tan interesantes. No sé que le llamó la atención a Isabel de la
novela de Sara Mesa, pero apuesto que una de las cosas fue reconocer en Nat un
personaje propio. Isabel no solo ha traducido las palabras en imágenes, las ha
vuelto a construir en el rostro y el cuerpo de Laia Costa, una actriz que cada película
que vemos está aun mejor que en la anterior. Difícilmente podremos imaginar
otra Nat que no sea ella.
(en mi colegio de México
también teníamos nuestro periódico)
El maestro que prometió el mar, de Patricia Font
Laia Costa también está en
esta película, pero el protagonista casi absoluto es Enric Auquer metido en la
piel de un maestro republicano en 1935-36 en un pequeño pueblo de la provincia
de Burgos. Un personaje real, documentado y estudiado en un libro de Francesc
Escribano. Hay muchas cosas en esta película que conectan conmigo y con mi
historia. De entrada el mar. Cuando Antonio Benaiges les promete a sus alumnos
que los llevará a ver el mar, sentí que entendía la emoción que pueden tener
estos niños de meseta castellana que nunca han visto el mar. Lo sentí porque
yo, nacida en medio de un altiplano en México DF, a centenares de kilómetros
del mar, no lo vi conscientemente hasta que tuve cinco o seis años. La
impresión que produce descubrir el mar es difícil de explicar. Por eso la promesa del maestro
no es solo la de ver un mar azul infinito, es la promesa de alcanzar un
horizonte abierto, luminoso, lleno de posibilidades. La otra cosa que me
conecta con lo que cuenta este film es el tipo de enseñanza que imparte Antonio
Benaiges, un maestro contemporáneo de los que me daban clase en México,
formados en el Instituto Escuela Republicano, que impartían la enseñanza con
métodos parecidos a los de este maestro rural. El guión de Albert Val le ha
permitido a Patricia hacer una película que traza un hilo entre el ayer con el
ahora mismo a través de la figura de Ariadna, Laia Costa, una mujer que intenta
encontrar la huella de su bisabuelo y sin quererlo descubre la historia del
maestro catalán que prometió el mar. Hay una frase que suele decir la directora para explicar el sentido
profundo de su película: heredar el olvido. Todos tenemos derecho a no dejarnos
dominar por esta herencia. No hay que olvidar nada, pero no podemos vivir
permanentemente en la añoranza.
(este álbum de cromos de cine, uno de los pocos
que conservo, le gustaría mucho a Fernando)
La memoria del cine; una
película sobre Fernando Méndez-Leite
de Moises Salama
Memoria que se impone al
olvido. Fernando Méndez Leite es todo memoria y nada olvido. Los que le conocemos
sabíamos de su sentido del humor, de su enorme saber cinematográfico, de su
capacidad de trabajo. Pero no sabíamos que su pasión por el cine le viene de
muy pequeño, que conserva los cuadernos donde apuntaba y dibujaba todas las
películas que veía (esos cuadernos le habrían
gustan a Antonio Benaiges, el
maestro), que una de sus distracciones favoritas es programar cines que ya no
existen con programas dobles… Fernando no está loco, simplemente es feliz porque
el cine le llena por los cuatro costados. Y eso no le impide vivir, al
contrario, le hace vivir. Fernando Méndez-Leite no es un nombre muy conocido,
no es famoso, no es popular. Y sin embargo, su trabajo si es famoso, si es
conocido, si es popular. Fernando ha sido uno de los realizadores de televisión
más prolíficos y más interesantes, a pesar de su amor al cine en pantalla
grande nunca le dijo que no a la televisión. Pero además de eso, Fernando fue
Director General de Cine a mediados de los años ochenta y fue bajo su mandato
cuando despegaron Pedro Almodóvar y otros chicos de montón (no chicas , en esa
época se contaban con los dedos de una mano). Luego Fernando fue director de la
ECAM, la Escuela de Cine de Madrid por
donde han pasado varias generaciones de directores, guionistas, directores de
foto… (chicos y chicas) que recuerdan
sus clases y su manera de llevar la escuela como un oasis (también le habría
gustado a Antonio Benaiges la manera de entender la enseñanza del cine de
Fernando). No contento con esto, cuando había llegado a una edad en la que se
merecía descansar y hacer lo que quisiera, Fernando acepto ser candidato a la
presidencia de la Academia de Cine y ganó por goleada. Y ahí está, haciendo
avanzar la Academia con proyectos, ideas y cambios. El documental no es exactamente
hagiográfico, pero no puede evitar que todos los que salen y hablan de él lo
hagan elogiosamente. Pero es que es difícil encontrar alguien que no hable bien
de Fernando, que no le quiera, que no sepa que algunas de las cosas que ha
conseguido en la vida fue gracias a Fernando y su trabajo al frente de la cosa pública.
Memoria heredada que no olvida. Un amor.
El regalo de esta semana es un
poco para todos, Isabel, Laia, el maestro, el amigo.
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