viernes, 10 de noviembre de 2023

 


Un amor de Isabel Coixet

Cuando Isabel hace cine con las tripas le salen películas incomodas pero muy interesantes, imprescindibles incluso. Hay varias de esas en su filmografía. No quiere decir que las otras no estén hechas con ganas y con entusiasmo, pero tengo la sensación que no le salen de las tripas como pasa por ejemplo con La vida secreta de las palabras, Mapa de los sonidos de Tokio, Ayer no termina nuca, Nieva en Benidorm o esta última, Un amor. No siempre son guiones originales, pueden ser adaptaciones, como el caso de Un amor que parte de la novela de Sara Mesa, pero siempre son muy personales. ¿Qué tienen estas películas en común? Solo se me ocurre una cosa y me parece importante: personajes femeninos no complacientes, no previsibles, incomodas con el mundo. Mujeres que no responden a lo que se espera de ellas, mujeres heridas. Sí, pero Isabel tiene otras muchas protagonistas mujeres, me digo a mi misma. Y es verdad, pero son más comprensibles menos duras. Nat, la traductora en crisis que se retira a un pueblo perdido donde no solo no encuentra la paz, sino que descubre que su incomodidad se incrementa en un medio hostil que la rechaza, viene a sumarse a la Hanna de La vida secreta de las palabras, a la asesina a sueldo japonesa, la callada Ryu, la madre dolida que hace Candela Peña en Ayer no termina nunca o la ambigua Alex de Nieva en Benidorm. Todas estas mujeres son imperfectas, son extrañas, hacen ruido en su contexto. Por eso son tan interesantes. No sé que le llamó la atención a Isabel de la novela de Sara Mesa, pero apuesto que una de las cosas fue reconocer en Nat un personaje propio. Isabel no solo ha traducido las palabras en imágenes, las ha vuelto a construir en el rostro y el cuerpo de Laia Costa, una actriz que cada película que vemos está aun mejor que en la anterior. Difícilmente podremos imaginar otra Nat que no sea ella.

 


(en mi colegio de México también teníamos nuestro periódico)

El maestro que prometió el mar, de Patricia Font

Laia Costa también está en esta película, pero el protagonista casi absoluto es Enric Auquer metido en la piel de un maestro republicano en 1935-36 en un pequeño pueblo de la provincia de Burgos. Un personaje real, documentado y estudiado en un libro de Francesc Escribano. Hay muchas cosas en esta película que conectan conmigo y con mi historia. De entrada el mar. Cuando Antonio Benaiges les promete a sus alumnos que los llevará a ver el mar, sentí que entendía la emoción que pueden tener estos niños de meseta castellana que nunca han visto el mar. Lo sentí porque yo, nacida en medio de un altiplano en México DF, a centenares de kilómetros del mar, no lo vi conscientemente hasta que tuve cinco o seis años. La impresión que produce descubrir el mar es difícil  de explicar. Por eso la promesa del maestro no es solo la de ver un mar azul infinito, es la promesa de alcanzar un horizonte abierto, luminoso, lleno de posibilidades. La otra cosa que me conecta con lo que cuenta este film es el tipo de enseñanza que imparte Antonio Benaiges, un maestro contemporáneo de los que me daban clase en México, formados en el Instituto Escuela Republicano, que impartían la enseñanza con métodos parecidos a los de este maestro rural. El guión de Albert Val le ha permitido a Patricia hacer una película que traza un hilo entre el ayer con el ahora mismo a través de la figura de Ariadna, Laia Costa, una mujer que intenta encontrar la huella de su bisabuelo y sin quererlo descubre la historia del maestro catalán que prometió el mar. Hay una frase que suele decir  la directora para explicar el sentido profundo de su película: heredar el olvido. Todos tenemos derecho a no dejarnos dominar por esta herencia. No hay que olvidar nada, pero no podemos vivir permanentemente en la añoranza.

 


(este álbum de cromos de cine, uno de los pocos que conservo, le gustaría mucho a Fernando)

La memoria del cine; una película sobre Fernando Méndez-Leite de Moises Salama

Memoria que se impone al olvido. Fernando Méndez Leite es todo memoria y nada olvido. Los que le conocemos sabíamos de su sentido del humor, de su enorme saber cinematográfico, de su capacidad de trabajo. Pero no sabíamos que su pasión por el cine le viene de muy pequeño, que conserva los cuadernos donde apuntaba y dibujaba todas las películas que veía (esos cuadernos le habrían  gustan  a Antonio Benaiges, el maestro), que una de sus distracciones favoritas es programar cines que ya no existen con programas dobles… Fernando no está loco, simplemente es feliz porque el cine le llena por los cuatro costados. Y eso no le impide vivir, al contrario, le hace vivir. Fernando Méndez-Leite no es un nombre muy conocido, no es famoso, no es popular. Y sin embargo, su trabajo si es famoso, si es conocido, si es popular. Fernando ha sido uno de los realizadores de televisión más prolíficos y más interesantes, a pesar de su amor al cine en pantalla grande nunca le dijo que no a la televisión. Pero además de eso, Fernando fue Director General de Cine a mediados de los años ochenta y fue bajo su mandato cuando despegaron Pedro Almodóvar y otros chicos de montón (no chicas , en esa época se contaban con los dedos de una mano). Luego Fernando fue director de la ECAM, la Escuela de Cine de Madrid  por donde han pasado varias generaciones de directores, guionistas, directores de foto…  (chicos y chicas) que recuerdan sus clases y su manera de llevar la escuela como un oasis (también le habría gustado a Antonio Benaiges la manera de entender la enseñanza del cine de Fernando). No contento con esto, cuando había llegado a una edad en la que se merecía descansar y hacer lo que quisiera, Fernando acepto ser candidato a la presidencia de la Academia de Cine y ganó por goleada. Y ahí está, haciendo avanzar la Academia con proyectos, ideas y cambios. El documental no es exactamente hagiográfico, pero no puede evitar que todos los que salen y hablan de él lo hagan elogiosamente. Pero es que es difícil encontrar alguien que no hable bien de Fernando, que no le quiera, que no sepa que algunas de las cosas que ha conseguido en la vida fue gracias a Fernando y su trabajo al frente de la cosa pública. Memoria heredada que no olvida. Un amor.

El regalo de esta semana es un poco para todos, Isabel, Laia, el maestro, el amigo.



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