Primera
de Dos: Teresa y Napoleón
He juntado dos películas que
en realidad solo tienen en común una cosa: son historias de personajes reales,
a partir de ahí, nada.
Teresa, de Paula Ortiz
El acercamiento de Paula Ortiz
a la figura de Santa Teresa parte de una obra teatral de Juan Mayorga, La lengua en pedazos. Este título ya nos
da una primera pista: se trata de lengua, de lenguaje, de dialogo. Un dialogo
imposible entre Teresa y un Inquisidor, entre Blanca Portillo y Asier
Etxeandia. El lenguaje barroco de la que sabe y el lenguaje prosaico del que no
entiende. Intentar seguir toda la complejidad poética y mística del pensamiento
de Teresa es muy difícil, sobre todo para un espectador contemporáneo. Por eso
Paula Ortiz ofrece recursos para refugiarse y dejarse llevar por ese torrente
de palabras convertidas casi en una cantata recitada, prodigiosa Blanca en este
sentido, y enmarcarla en la belleza infinita de sus espacios, sus encuadres,
sus luces y sombras. Al salir de ver la película me vino a la cabeza una
definición: la Teresa de Paula Ortiz
es materialismo espiritual. Una mirada fascinada a una mujer avanzada a su
tiempo, una representación barroca y pictórica, Caravaggio y José Ribera se dan
la mano en esos claustros y cocinas, frente a una experiencia mística
profundamente espiritual (y física). Teresa
es un espectáculo de dos personajes. No hace falta más.
Napoleón, de Ridley Scott
Todo lo contrario del Napoleón jockeriano de Scott y Phoenix
del que prefiero no hablar mucho, (ya se ha dicho casi todo). Tan solo dejar
constancia de que me aburrí muchísimo, que eché de menos al Scott épico de 1492 y que me parece una lástima que
alguien que ha hecho films memorables que están en la historia del cine, se
haya dejado seducir por esta grandilocuencia vacía. Un Jocker enloquecido
travestido en Napoléon autista. Una pena.
Segunda
de Dos El amor de Andrea y Scrapper
¿Qué une estas dos películas
tan diferentes?: el padre.
El amor de Andrea, de Manuel Martín Cuenca
Un padre ausente al que Andrea
busca y necesita. Andrea es Lupe Mateo Barredo (un descubrimiento). Andrea vive
con su madre y sus dos hermanos pequeños en un Cádiz luminoso, blanco,
radiante. Pero Andrea tiene una nube. Su padre los abandonó y ella quiere saber
porque. Necesita encontrarlo y hablarle, entender. El argumento es sencillo, la
puesta en escena es fría, los personajes complejos. Martin Cuenca no cae nunca
en sentimentalismos, ni lamentaciones. Andrea se traza un plan y lo sigue, y el
director la sigue a ella sin abandonarla nunca. Cádiz, Sanlúcar, el río, las
playas, los parques, ponen la luz, Andrea pone la melancolía y la tenacidad. Y
Martin Cuenca lo sobrevuela todo en un film que te va entrando poco a poco.
Scrapper, de Charlotte Regan
Aquí el padre ausente aparece cuando nadie le espera. Ni le necesita. Ni siquiera pensaba que existiera. Georgie es Lola Campbell, Georgie tiene doce años, su madre ha muerto y ella ha decidido vivir sola. Imaginativa, inteligente, encuentra la manera de engañar a los servicios sociales y la forma de ganarse la vida, mientras construye en secreto una torre para llegar al cielo donde está su madre. Georgie solo tiene un amigo, Ali. Y de pronto, en ese mundo estable y controlado de colores pastel y espacios acotados, irrumpe un padre casi adolescente que surge de la nada. Jason no es aun un adulto, Jason es irresponsable como un Peter Pan de treinta años, Jason quiere a esa hija que nunca conoció. Georgie es unaWendy organizada y metódica, Georgie aprenderá a querer a ese padre que nunca conoció. Este argumento, casi de telenovela, se convierte en manos de la joven directora inglesa Charlotte Regan (tenía 27 años cuando rodó la película) en una fábula, un cuento bonito y tranquilo, sin trampas escondidas, limpio y cristalino. No hay malos ni buenos, hay vida en este suburbio de casitas pintadas de colores.
El regalo de esta semana es un
cuadro de Ramon inspirado en el Monasterio de Sant Jeroni de la Murtra donde se
rodó buena parte de la Teresa de Paula Ortiz
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