martes, 1 de mayo de 2012

DOS PELICULAS EN EL D'A


Bestiaire
Una curiosa coincidencia hizo que ayer viera en el festival D’A Bestiaire, de Denis Côté y al llegar a casa me encontrara a Ramón viendo El planeta de los simios, la primera, la de Schaffner. Ver como miramos a los animales y comprobar como en ese lejano planeta simiesco miran a los humanos, me hizo darme cuenta de lo pequeñísima que es la frontera entre unos y otros.
Los animales del Parque Safari de Québec viven resignados entre las jaulas cerradas  de un invierno riguroso y los espacios abiertos de un verano luminoso. Pero tanto en sus pequeños cubículos como en las grandes extensiones, su mirada directamente a cámara, es decir a nosotros, nos interpela diciendo “¿te crees superior porque estas ahí? También tú estás en una jaula.” Como los hombres del planeta de los simios. Al margen de lecturas filosóficas, lo que mas me gustó del film canadiense fueron sus encuadres en los que las redondeces y curvas peludas de los animales, cálidas  y suaves, contrastan con las frias  líneas rectas y  cuadriculadas del marco que los encierra. Hay momentos en que el plano, siempre fijo, consigue una abstracción absoluta. También el tratamiento sonoro dando voz al silencio y a los sonidos de la respiración, contribuye a esta sensación de abstracción.

Les bien-aimés
La otra película que he visto estos días en el D’A es Les bien-aimés, de Christophe Honoré, considerado el heredero natural de Jacques Demy. Quizás por eso su película empieza en 1964, el año de Los paraguas de Cherburgo y tiene a Catherine Deneuve como máxima protagonista. Pero Honoré va mas allá de Demy y no se limita  a hacer un homenaje. Su film habla del amor que perdura a través de los años cruzando el tiempo, de ese amor que no necesita la presencia para sentirlo, de un amor que incluso no necesita el sexo. Madre e hija viven esa clase de amor. Ludivine Sagnier y Catherine Deneuve encarnan la madre en su juventud y en su madurez; la hija es siempre Chiara Mastroianni. Canciones, sentimientos.  Lo mejor de todo es algo que Honoré ha aprendido de Demy, los cambios de tono en una misma secuencia que puede empezar como una comedia, pasar a un drama y acabar de nuevo en una sonrisa. Cambios de tono, de color, de textura, encuentros imposibles y siempre, siempre, el amor. Bonita, de verdad.

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