jueves, 7 de junio de 2012

ROSALES, LA MUERTE Y MONDRIAN



(un paisaje del Delta del Ebro de Ramón. Líneas y espacios llenos de sentido)
Mañana se estrena la nueva película de Jaime Rosales, Sueño y silencio. Lo digo de entrada: es preciosa. Pero lo que me ha sorprendido mas es el carácter de resumen que tiene respecto a sus tres películas anteriores. Sueño y silencio es el punto final de un capítulo que empezó a escribirse con Las horas del día.
De su primera película, Rosales rescata el gusto por los encuadres recortados por las puertas, las paredes, las ventanas; de su segunda película, La soledad, toma el dolor de la pérdida absoluta, el vacío que nada ni nadie puede llenar después de una muerte injusta; de la tercera utiliza la mirada lejana dejando a los personajes moverse en silencio en el paisaje.
Con las tres comparte la idea de la muerte, tema presente en toda su filmografía. Muerte violenta y absurda en todos los casos. En Las horas del día, provocada por un asesino frío y despiadado que no necesita motivos; en La soledad y Tiro en la cabeza, provocada por asesinos fríos y despiadados que creen tener motivos. Y en esta, provocada por la estupidez de la vida que nos rodea. En los cuatro films, la muerte se siente, se intuye, te hace daño.
Rosales ha ido destilando su discurso cada vez mas, dejándolo  reducido a lo esencial, al puro esqueleto del dolor. Es un camino muy parecido al que llevó a Mondrian a ir convirtiendo sus figuras en líneas. La referencia a Mondrian no es gratuita, Rosales construye sus planos con líneas rectas que crean espacios en el cuadro. Si estamos en un interior, siempre habrá una puerta, una ventana, una pared que limite lo que se ve; si estamos en el exterior siempre habrá una línea del horizonte que divida el plano en dos partes, arriba y abajo. Tanto en uno como en otro, la figura humana, el ser, estará en el centro del  encuadre, sola casi siempre, nunca dos, A Rosales solo le interesa uno, mientras el otro queda cortado, fuera de campo. Como en Mondrian, donde a medida que destila su pintura va expulsando las otras líneas hasta llegar al cuadro en blanco. (Ramon me corrige. No era Mondrian el que llegó al cuadro en blanco, fue Malevich. Perdón, pero en todo caso, el argumento sigue siendo válido)
Por eso creo que Sueño y silencio es un punto y final. Aquí los sentimientos llevados hasta lo esencial siguen siendo sentimientos. Pero Rosales corre el peligro de, si sigue por ahí, acabar mostrando mas los vacíos entre líneas que las líneas.

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