Un castillo tiene un foso que cruza un puente levadizo, un teatro tiene un foso que es un puente entre los espectadores y el escenario. Es de este foso del que trata el documental de Ricardo Iscar que acaba de estrenarse. El castillo es el Gran Teatro del Liceo con sus almenas, sus torres y sus patios de armas. Como todo castillo el Liceo tiene un foso donde la orquesta cumple la función de unir a los espectadores con los cantantes a través de un lenguaje común que todos entienden: la música. Iscar ofrece con este film un retrato de una colectividad de individuos, con sus problemas, sus manías, sus responsabilidades, unidos en el esfuerzo de lograr un objetivo. Da igual de donde sean, da igual que instrumento toquen, que idioma hablen. El lenguaje de todos es uno. El foso no es un documental sobre los músicos del Liceo, ni tampoco sobre la gente del Liceo, aunque son ellos los que aparecen en pantalla; es un documental sobre la construcción de un espacio colectivo integrado por individualidades.
Es curioso que este documental se haya estrenado el mismo día en que parece que por fin se ve el principio de un camino de construcción de otro espacio colectivo: el de una Europa política y social, no solo económica. Una Europa donde poco a poco los estados/nación vayan desintegrándose para formar una unidad territorial mucho mas grande en la que las diferencias y los matices, de lengua, de cultura, de forma de vida, se amolden unos a otros como los instrumentos de la orquesta. No se si llegaré a ver este sueño hecho realidad, o todo saltará por los aires por la intolerancia y el patriotismo mas rastrero. Pero desde luego, lo que sucedió ayer en Bruselas, es un paso de gigante. Aunque a algunos medios de comunicación casi les duela tener que reconocerlo.
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