Ayer le entregaron a Manuel Gutiérrez Aragón la Medalla de
Oro 2012 de la Academia de Cine. Me ha hecho mucha ilusión. No tengo ninguna
duda que se la merece, pero sobre todo me ha hecho ilusión que se la dieran porque confío que esta medalla le vuelva
a despertar las ganas de dirigir.
Hace casi cinco años que Manolo rodó su última película, Todos estamos invitados. Aun no se había
desatado la crisis, ni en el mundo ni en el cine, pero él ya la intuía. Intuía que
los tiempos estaban cambiando, que ya no se podría trabajar como a él le
gustaba. Se sentía decepcionado de muchas cosas y me confesó que quería dejarlo
y dedicarse a escribir. Lo hizo y el resultado han sido dos novelas
estupendas, La vida antes de marzo en
2009 y Gloria mía, en 2012. Son dos
novelas “de cine”, porque Manolo piensa en imágenes aunque las convierta en
palabras.
Las dos merecerían convertirse en películas, quizás no
dirigidas por él, pero si por alguien con la capacidad de transformar esas
imágenes literarias, llenas de nostalgia del futuro (¿cómo se conjuga la
nostalgia del futuro?) que impregnan toda su obra y desde luego estas dos
narraciones.
Esta Medalla me hace tener tres deseos relacionados con él:
Uno: que haga que sus espléndidas y
avanzadas películas: Feroz, La mitad del
cielo, Maravillas, Malaventura, Visionarios… se vuelvan a ver y se (re)conozcan
por las nuevas generaciones que han crecido sin conocerlas.
Dos: que le provoque el deseo de
volver a dirigir. De otra manera, con otros presupuestos, pero con películas
que nos permitan disfrutar de ese cine que en su día se tildó de mágico y que a
mi me gusta calificar de fantástico. Fantástico, porque sin dejar de hablar del
aquí y el ahora de su tiempo, siempre ha estado hablando de mundos imaginarios.
Tres: que le estimule a seguir escribiendo novelas que hablan de tiempos pasados y futuros.
Felicidades Manolo¡¡¡
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