domingo, 10 de febrero de 2013

ISABEL Y LA CRISIS




(este cuadro es una buena ilustración de la película de Isabel Coixet)
Este año no he ido a Berlín. Lo sigo cada día a través de la web del festival y leyendo algunas crónicas en Internet. No he ido, pero si he visto la película de Isabel Coixet que se ha presentado esta mañana en la Berlinale: Ayer no termina nunca. Tardará aun un buen tiempo en estrenarse, por eso no quiero hablar ahora de ella, y prefiero esperar a que esté al alcance de todos.
Pero si quiero aprovechar  la película para hablar de LA CRISIS.
La historia esta ambientada dentro de cinco años, en ese cercano 2017.  No es gratuito que Isabel haya escogido esa fecha. Si la historia pasara ahora mismo, no habría sido igual. Ahora, en este presente que es su pasado, la sensación de tristeza colectiva, de desesperación compartida, el abandono de cualquier esperanza, de decepción en definitiva, contribuye más incluso que los propios recortes a que el dolor de esos personajes sea aun mas terrible. Hace cinco años, en el 2007, la pareja protagonista habría tenido mas recursos para resistir el golpe que les destroza. Ahora, sencillamente, no los tiene.

Ayer no termina nunca me da pie para plantear una pregunta que desde hace días me hago, mejor dicho, nos hacemos. ¿A quién beneficia lo que está pasando estos días en España? ¿Quién saca provecho de que se conozca, ahora y aquí, toda esa inmensa corrupción que como una marea negra nos desborda y amenaza con ahogarnos? Esa misma corrupción existía hace un año, hace dos… y nadie la denunciaba, nadie la sacaba a la luz. ¿Por qué ahora y con tanta saña? ¿Por qué ese empeño en demostrar que todo es mierda y nada funciona? desde la monarquía hasta el deporte, del alcalde, al presidente del gobierno, del gestor cultural al gran banquero. ¿Por qué esa insistencia en que el sistema ya no sirve? Que la democracia basada en los partidos políticos tradicionales está agotada y que es necesaria una regeneración total, es algo en lo que todos estamos de acuerdo. La cuestión es ¿cómo lo hacemos?  Por eso me pregunto, ¿A quién beneficia esta situación, este estado de ánimo? Y se me ponen los pelos de punta cuando pienso que se empiezan a oír voces reclamando un  “Salvador de la Patria” (la que sea), un caudillo que ponga orden en este caos democrático y monárquico y nos devuelva a tiempos que preferiría que no se repitieran jamás. Y no pienso solo y exclusivamente en clave española, sino en periodos de la historia colectiva mas oscuros. Recuerden  la Alemania de los años 30 que desembocó en el nazismo; recuerden la Italia de los años 90 y el populismo del bufón Berlusconi. Solo de imaginarlo, me estremezco.

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