De los estrenos de esta semana solo destaco uno. Y lo hago
con plena conciencia de que estamos ante una película que merece ser tenida en
cuenta. 10.000 km de
Carlos Marqués-Marcet. Este primer film de un director que vive a caballo de
España y Estados Unidos, o mejor dicho de Barcelona y Los Ángeles, es el mejor
ejemplo de lo que se puede hacer en el cine si se tienen las ideas claras.
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Quizás por eso, porque es cercana, universal y reconocible,
me pregunto como es que no la han elegido en Cannes, en la Semana de la Crítica
o la Quincena de Realizadores. Cannes acaba de empezar con el estreno de una
película, por lo que cuentan las crónicas, perfectamente olvidable: Grace de Monaco que, por cierto, se
estrena en España la semana que viene. Viendo la programación oficial, no hay
en toda su selección nada realmente nuevo, distinto, estimulante. El festival
es una larga presencia de directores consolidados y muchas veces acomodados que
no despierta ninguna curiosidad. No se si en las otras secciones, en Un certain regard donde se pasará la
película de Rosales, Hermosa juventud,
único film español en TODO el festival (mas un corto en la Semaine de la critique), la quincena o la semana, habrá cosas
interesantes. Es probable, como también es probable que nunca las veamos
estrenadas por aquí a no ser en circuitos paralelos. No lo dudo, pero, de todos
modos no puedo dejar de hacerme una reflexión: si los seleccionadores de las
distintas secciones del festival no han sido capaces de darse cuenta que en el
cine español están pasando cosas interesantes, con películas como 10.000 km
y otras muchas que están renovando el panorama; si no han sabido descubrir el
potencial de este movimiento que nace de la gente y sus ganas de hacer y decir,
¿por qué tengo que creer que no hay nada en otros países y geografías completamente
ignorados por ellos que no han sabido descubrirlo? Quedarse en lo cómodo,
no arriesgar, no buscar, es lo mas fácil, pero también lo mas aburrido. Y
Cannes, desde aquí, parece muy aburrido.
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Hay una reflexión al margen sobre el festival de Cannes que
me gustaría plantear. Este inmenso escaparate del cine mundial se sostiene
económicamente en su enorme mercado. Un mercado al que es (era) indispensable
ir si uno quería vender o comprar alguna cosa. Un mercado carísimo pero
ineludible en el negocio del cine. Bien, esta función, sobre todo la de vender películas acabadas,
está desapareciendo rápidamente gracias a Internet y las plataformas donde se
pueden subir las películas y mandar un enlace para que sean vistas por
programadores o compradores. Eso significa que si un festival, por ejemplo,
debía llevar a Cannes por lo menos cuatro seleccionadores para llegar a cubrir
toda la oferta del mercado, ahora, con que vaya uno es suficiente. Y la función
de este uno no será la de ir a las salas, puesto que la mayoría de las películas que le
interesan las habrá podido ver antes en su oficina o en su casa. La función y
esa si es importante, será la de hablar, negociar. El contacto personal seguirá
siendo necesario. Pero para eso no hace falta pagar un prohibitivo stand en el mercado ni estar todo el festival. Con una habitación en un hotel, una mesa en un restaurant y tres
días bien aprovechados, se pueden hacer los mismos o mas negocios que antes.
Resultado, preveo que el festival de Cannes entrará en una crisis económica muy grande en
pocos años. Sobre todo porque no tiene el sostén del público (como Berlín o San
Sebastián). Y esa crisis se agudizará aun más si no son capaces de renovar su
programación con nuevas miradas y nuevas formas.
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