(la foto no es mía, hace mucho tiempo que no voy a Nueva York)
Es difícil hincarle el diente a esta película. O haríamos
mejor en decir a esta(s) película(s). Porque hay varias encerradas en las dos
horas que dura el nuevo experimento de Abel Ferrara. La primera y más evidente,
es la de verla como una representación de lo que pudo pasar y lo que pasó en el
turbio (en todos los sentidos) asunto de la violación a una camarera negra por
parte de Dominique Strauss-Khan cuando era director de Fondo Monetario
Internacional. Es cierto que esta historia está ahí, pero lo está como un
fantasma, como un reflejo distorsionado de una realidad que nunca llegó a
esclarecerse del todo.
Tampoco creo que se pueda decir que lo mas interesante de Welcome to New York sea ver a un
Depardieu sin ningún rubor ni vergüenza en enseñar su inmensa humanidad, o mejor dicho, ballenidad. No. Eso forma parte
de su personaje impúdico y atípico desde hace muchos años.
Lo que me parece mas interesante, lo que hizo que me quedara
viéndola hasta el final es la forma como
Ferrara trata los espacios y las situaciones. La primera parte, la que podemos
calificar de porno-soft, está rodada como un porno amateur, mal iluminado, feo,
con encuadres desagradables y personajes y momentos que te echan para atrás. La reacción ante este fragmento es decir: “!que mala es esta película¡”. Pero de pronto, todo
cambia y entramos en otra “forma”. El juicio y sobre todo el episodio de la
cárcel, es de un realismo casi hanekiano. Duro, seco, frío, sin contemplaciones.
Ahí el personaje Depardieu se muestra en toda su desnudez humillante. La de
antes era una desnudez impúdica y desagradable, esta es humillante. Algo se
despierta en el espectador que se da cuenta del cambio en la textura de las
imágenes. Y cuando pensamos que ya está, que ya lo hemos entendido, el film da
un tercer giro narrativo y formal, estético y ético. La aparición en escena de
Jacqueline Bisset transforma la pantalla en un escenario de teatro donde los
dos personajes centrales establecen un duelo verbal y corporal en un espacio
mínimo. Son dos largas secuencias de tono bergmaniano, escenas de un matrimonio
que aspiraba a conquistar un trono y ve sus esperanzas truncadas. La
desesperación de Bisset no es por la estupidez malsana de su marido, sino por
haberse dejado pescar en una trampa que le condena al ostracismo político y a
ella con él.
Welcome to New York
no es un film fácil y por eso entiendo que no lo hayan querido estrenar en las
salas. Es una película para ver en pantalla pequeña y parar y volver a escuchar
un diálogo, fijarse en una escena, reflexionar en una idea de la (no)ética que
propone. Estrenarla en plataformas on line es lo mas inteligente que podían
hacer. Y presentarla en Cannes, el festival del glamour francés, pero fuera de
sus circuitos, al margen, una fantástica promoción. Ferrara ha despertado la polémica,
ha sacado a la prensa de cine de su sopor. Y lo mejor es que cualquiera, desde
su casa, puede tomar posiciones y decidir que piensa de esta película. Está en
Filmin por cuatro euros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario