miércoles, 21 de mayo de 2014

WELCOME TO NEW YORK


(la foto no es mía, hace mucho tiempo que no voy a Nueva York)
Es difícil hincarle el diente a esta película. O haríamos mejor en decir a esta(s) película(s). Porque hay varias encerradas en las dos horas que dura el nuevo experimento de Abel Ferrara. La primera y más evidente, es la de verla como una representación de lo que pudo pasar y lo que pasó en el turbio (en todos los sentidos) asunto de la violación a una camarera negra por parte de Dominique Strauss-Khan cuando era director de Fondo Monetario Internacional. Es cierto que esta historia está ahí, pero lo está como un fantasma, como un reflejo distorsionado de una realidad que nunca llegó a esclarecerse del todo.
Tampoco creo que se pueda decir que lo mas interesante de Welcome to New York sea ver a un Depardieu sin ningún rubor ni vergüenza en enseñar su inmensa humanidad, o  mejor dicho, ballenidad. No. Eso forma parte de su personaje impúdico y atípico desde hace muchos años.
Lo que me parece mas interesante, lo que hizo que me quedara viéndola  hasta el final es la forma como Ferrara trata los espacios y las situaciones. La primera parte, la que podemos calificar de porno-soft, está rodada como un porno amateur, mal iluminado, feo, con encuadres desagradables y personajes y momentos que te echan para atrás. La reacción ante este fragmento es decir: “!que mala es esta película¡”. Pero de pronto, todo cambia y entramos en otra “forma”. El juicio y sobre todo el episodio de la cárcel, es de un realismo casi hanekiano. Duro, seco, frío, sin contemplaciones. Ahí el personaje Depardieu se muestra en toda su desnudez humillante. La de antes era una desnudez impúdica y desagradable, esta es humillante. Algo se despierta en el espectador que se da cuenta del cambio en la textura de las imágenes. Y cuando pensamos que ya está, que ya lo hemos entendido, el film da un tercer giro narrativo y formal, estético y ético. La aparición en escena de Jacqueline Bisset transforma la pantalla en un escenario de teatro donde los dos personajes centrales establecen un duelo verbal y corporal en un espacio mínimo. Son dos largas secuencias de tono bergmaniano, escenas de un matrimonio que aspiraba a conquistar un trono y ve sus esperanzas truncadas. La desesperación de Bisset no es por la estupidez malsana de su marido, sino por haberse dejado pescar en una trampa que le condena al ostracismo político y a ella con él.

Welcome to New York no es un film fácil y por eso entiendo que no lo hayan querido estrenar en las salas. Es una película para ver en pantalla pequeña y parar y volver a escuchar un diálogo, fijarse en una escena, reflexionar en una idea de la (no)ética que propone. Estrenarla en plataformas on line es lo mas inteligente que podían hacer. Y presentarla en Cannes, el festival del glamour francés, pero fuera de sus circuitos, al margen, una fantástica promoción. Ferrara ha despertado la polémica, ha sacado a la prensa de cine de su sopor. Y lo mejor es que cualquiera, desde su casa, puede tomar posiciones y decidir que piensa de esta película. Está en Filmin por cuatro euros.

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