domingo, 23 de noviembre de 2014

HACE VEINTE AÑOS




Estos días muchas cosas me han traído a la memoria lo que pasaba hace 20 años, en el invierno de 1994 a 1995. Por un lado, ese año se fundó la ESCAC, una escuela de cine donde me habría gustado trabajar desde el principio, pero que diversas circunstancias completamente ajenas a mi no permitieron. De todos modos, doce años después ese error se subsanó y desde el 2007 formo parte de la familia ESCAC. O al menos eso quiero creer.
Para celebrar su 20 aniversario, la escuela invitó a Pedro Almodóvar y a Marisa Paredes que precisamente entonces rodaban La flor de mi secreto. También esa visita y esa película ha removido recuerdos en mi memoria. En 1987, escribí el primer libro dedicado a Pedro Almodóvar en un trabajo muy cercano con él. Pedro, que entonces aun no era Pedro, era generoso, feliz, alegre. Se podía pasear con él por Madrid o Barcelona, ir a un bar, entrar en el Corte Inglés. Viajar a Sevilla o a Cádiz. Pedro era persona, no personaje.
El libro es uno de los que mas satisfacciones me ha dado. Y aún ahora, casi treinta años más tarde, sigue estando considerado un clásico sobre su figura. Después de eso, Pedro Almodóvar empezó a llamarme la biógrafa. Yo iba a  todos sus rodajes y estrenos y escribía reportajes para Fotogramas, éramos amigos, aunque la fama le iba alejando cada vez más de la vida normal. Esta relación se rompió en 1993 por motivos que no vienen a cuento explicar ahora. El caso es que Almodóvar me borró de su paisaje.
Pero, y por eso  La flor de mi secreto tiene una especial significación para mí, en el festival de San Sebastián de 1995 dónde se proyectó el film, Pedro y yo nos reconciliamos. Y fue esta película la que obró el milagro. Esta película con una Marisa Paredes desvalida y perdida, incapaz de quitarse unos botines ella sola, incapaz de enfrentarse a la vida. Esta Marisa delicada y entrañable que está en el centro de uno de los momentos mas bonitos de la filmografía entera de Pedro Almodóvar: las vecinas en el pueblo, haciendo encaje de bolillos y cantando una canción popular. Aun ahora, en el pase en la Filmoteca de hace un par de días, esa secuencia, ese momento, volvió a emocionarme.
En fin, esta semana en la que querría haber visto Orígenes pero ya no la hacen más que en sesiones de noche, esta semana nostálgica y de celebraciones, me gusta recordar que hace veinte años, nació una escuela y recuperé una relación.

2

De los estrenos de esta semana me gustaría que dos no pasaran desapercibidos en medio de la vorágine. Born, de Claudio Zulián, o como hacer cine histórico en la línea de Rossellini y Oliveira; y Nunca es demasiado tarde, de Uberto Pasolini, una comedia negra inglesa que bebe en las películas de la Ealing y hace pensar en Alec Guinness.

No hay comentarios:

Publicar un comentario