La
comuna
Hay
mas distancia entre los años setenta del siglo pasado y ahora, que entre ahora,
y por ejemplo, los años treinta del siglo XX. No es una perogrullada. Es
verdad. Entre populismos de todos los colores (acabaremos por aborrecer la
palabra y sus significados), y los moralismos que impone lo políticamente
correcto, el mundo está pasando por uno de sus momentos más negros en lo que
atañe al respeto individual de las personas. Por eso La comuna, la última película de Thomas Vinterberg parece una
historia casi prehistórica. El film se ambienta a mediados de los años setenta,
años en los que floreció un forma de vida en muchos lugares (incluida la
franquista España) basada en la idea de comunidad. Hay un libro de José María
Carandell, Las comunas, alternativa a las
familias, publicado en 1972, donde esta experiencia se cuenta, se analiza y se plantea. Sería
bueno recuperarlo ahora para entender lo que sucede en este film. La comuna cuenta la reunión de una serie
de personajes adultos y algún niño, que deciden vivir juntos, compartirlo todo y
responsabilizarse unos de otros. Y hacerlo en libertad, con lo que eso
significa de renuncia a muchas cosas, entre otras a la intimidad. Pero hay otro
tipo de renuncia más difícil de aceptar. No la de la exclusividad sexual, algo
que se puede entender perfectamente en una época de gran promiscuidad como la
de ahora mismo, sino la de la exclusividad sentimental. Querer a dos personas a
la vez. Compartir la vida sentimental exige mucha más generosidad que compartir
la vida sexual. La película lo cuenta muy bien. Y ese es su punto fuerte. Ese y
dejar claro que la vida en comuna ya no es posible en la actualidad.
Nota
1
No
querría que con estas palabras pareciera que añoro la vida en comuna. Las
comunas, como casi todas, o todas, las utopías, acabaron mal. No funcionaban y
se encontraron con muchos problemas, especialmente los niños que se criaron en
comunas, como el propio Vinterberg. Pero no está mal recordar de vez en cuando
lo que pudieron ser.
Nota
2
Hay
que agradecerle a Vinterberg que su película no sea ni un panegírico ni un film
nostálgico del paraíso perdido. La comuna
es prosaica, cotidiana, rutinaria e incluso con demasiadas reglas. Es una de
las cosas que me gustan del film. A diferencia de Los Idiotas, de Lars Von Trier, donde también se hablaba de una
comuna, ésta es tan burguesa como en realidad debían ser las comunas en
Dinamarca. En España, las que hubo, tenían una connotación un tanto más
rebelde. Eran los setenta.
(si
se preguntan el por qué de este león de Ramon en esta entrada, tendrán que ver
la película para responderse)
Falling
Cualquier
película con Emma Suarez dentro me gusta más. Pero hay algunas, La propera pell, por ejemplo, que me
gustan también por otras muchas cosas. Hay otras, Las furias, por ejemplo, que me gustan menos también por otras
muchas cosas. Y luego hay películas que me gustan fundamentalmente porque está
ella. Es el caso de Falling de Ana
Rodríguez Rosell, un film de cámara, un duelo entre dos personajes. El de Emma,
Alma en la ficción, y el de Birol Ünel, Aslan en la ficción. Alma y Aslan se
encuentran en un espacio de sueño (o pesadilla) cerca del mar. Y viven 24 horas
en las que intentan cambiarlo todo. Al menos él. No era fácil para ninguna
actriz enfrentarse a la cara torturada y marcada del actor alemán que se hizo
famoso en el film Contra la pared. Y
menos hablando en inglés, y menos sin tener redes salvadoras donde apoyarse.
Pero Emma sale indemne de este reto. Ella justifica ver esta película anómala
en el cine español: por su duración, 73 minutos, por su teatralidad implícita,
por su romanticismo.
Recupero
dos apuntes de la semana pasada de películas que se estrenan ésta:
El tesoro. Si esta
película fuera americana acabaría mal; si fuera inglesa, sería más cínica; si
fuera española sería berlanguiana. Por suerte es una película rumana y eso
implica que sea inesperada en su planteamiento y en su resolución: acaba bien,
es tierna y el humor es muy sutil.
El faro de las
orcas.
Documental, biopic, historia de amor, naturaleza y silencio. El del niño
autista, el de las orcas que cantan solo para ellas. Y una mujer y un hombre
dibujados en el paisaje de una Patagonia inesperada.
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